De Butragueño se ha dicho siempre
que es persona de muchas palabras agradables pero de pocas
acciones buenas. Me imagino que semejante expresión habrá
sido expandida por sus enemigos. Uno, que hace mucho tiempo
tuvo la oportunidad de conocer qué pensaban de él sus
compañeros de la Quinta del Macho, la encabezada por Hugo
Sánchez, debe confesar que no es precisamente un personaje
con quien estaría dispuesto a hablar más de lo preciso.
Reconociéndole, faltaría más, el buen aprovechamiento que
hizo de sus pocas cualidades como futbolista para
convertirse en una figura del Madrid y de la selección
española.
Ahora bien, como vicepresidente, con derecho a ser portavoz
del equipo en todos los aspectos, está dando muestras de
enormes desaciertos que están generando un malestar
indescriptible en una plantilla que lleva tiempo desnortada.
Se puede ser discreto, máxime si se ocupa un cargo tan
relevante, pero en ocasiones conviene quitarse la máscara de
la mentira y hablar de la realidad sin abrir los ojos
desmesuradamente y marcando el rostro con visajes de suma
hipocresía. Aunque Butragueño es así, y parece ser que esa
forma de actuar le gusta mucho a Florentino Pérez. Lo cierto
es que la pareja está gafada y en lo deportivo el equipo va
de mal en peor.
Es Butragueño, con su cara compuesta por mil variados
fingimientos, quien anuncia que la provisionalidad de López
Caro ha terminado y que seguirá en su puesto hasta que
finalice la temporada. Menos mal que se ha impuesto el
sentido común.
Si bien es cierto que a López Caro, de quien sigo teniendo
una buena opinión, le pesó lo indecible el Bernabéu y, por
tanto, no estuvo acertado en la dirección del partido frente
a Osasuna. Jamás un un rival con diez hombres debe puntuar
y, mucho menos, si el rival es un Madrid que juega en casa y
cuenta con once futbolistas. Pero la falta de ideas de López
Caro para aprovechar la superioridad numérica de su equipo
es, sin duda, un mal general entre los entrenadores
actuales. Están obsesionados con mantener una defensa de
cuatro, con escudo protector por delante de esa línea, que
son incapaces de poner al contrario en entredicho manejando
con eficacia y astucia, ventaja tan extraordinaria.
Tampoco el técnico lebrijano debe insistir en situar a
Sergio Ramos en esa zona vital del medio terreno. Un error
que conviene erradicar cuanto antes: que luego sucede lo que
está sucediendo con Casillas. Bien está que en un momento
determinado, en cualquier campo donde el Madrid se sienta
agobiado, el sevillano proteja a sus centrales y, dado su
espíritu de sacrificio, su fortaleza física y su
combatividad, aguante el chaparrón inicial. Mas me parece
herejía verlo en campo propio tratando de poner orden en su
equipo.
Y qué decir de Guti: cuando no juega y su equipo no está
fino, sus incondicionales, periodistas exquisitos, lo
reclaman a voz en cuello. Pues bien, demostrado está que
Guti no es capaz de manejar las riendas del partido cual
artista principal. Otro detalle, visto en el encuentro
frente a los navarros: Zidane tenía un tobillo herido; por
lo tanto, la decisión era si debía jugar o no. Si aparece en
el banquillo de los suplentes es porque estaba en
condiciones. Luego mejor sacarlo al principio que cuando el
partido entra en una fase agonística. Entre otras razones,
porque la desgracia del Madrid es que sigue necesitando al
francés por más que esté en su fase descendente. En el gol
de Milosevic, tras una jugada de estrategia en un saque de
banda, Casillas estaba mal situado y el Madrid encajó un gol
absurdo. Antes había despejado a córners balones que iban
fuera. La culpa de cuanto acontece es de Ronaldo. La afición
es sabia (!).
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