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OPINIÓN - SÁBADO 17 DE DICIEMBRE DE 2005

 

OPINIÓN / EL OASIS

Diciembre
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Cuando diciembre se hace presente, por más que uno quiera prescindir de echar la vista hacia atrás para no dejarse superar por los acontecimientos pasados, resulta del todo imposible lograrlo. Son tantas las vivencias que reclaman recuerdos en estos días, que siempre se termina por claudicar y hasta, por qué no reconocerlo, las lágrimas tienen muchas oportunidades de regar ciertos momentos de las fiestas que se aproximan.

Sucede que todavía existe ese viejo mito de que los hombres deben ser más fuertes, más capaces de asumir las grandes pesadumbres, más sólidos frente a la adversidad. Y, por lo tanto, muchos varones siguen pensando que los sufrimientos han de ser conllevados en silencio, y que para ser muy macho hay que prescindir de cualquier síntoma de ternura pública.

A veces tengo la impresión de que aún estamos leyendo aquel poema de Rudyard Kipling, caligrafiado con letra de iluminación antigua sobre un papel vitela color de pergamino, en el cual nos daba a los jóvenes varias consignas para ser un hombre de verdad. Así nos ha ido a nosotros, y así les está yendo a innumerables mujeres que han de enfrentarse diariamente a unos machos (!) convencidos de que la fuerza y la agresividad han de ser practicadas a fin de que no se pierda la tradición.

Hace ya mucho tiempo que los héroes pasaron de moda. Aunque es bien cierto que abundan los pistoleros que matan a traición y casi siempre encuentran el beneplácito de quienes se revisten de fanatismo patriótico y religiosidad perversa.

Bush, por ejemplo, habla de cifras de muertos con más sosiego que si estuviera apostando por su equipo favorito de beisbol. Y ya no digamos nada de cuantos hacen terrorismo en nombre de no sé qué causas.

En los colegios, los niños, atacados de polimorfismo caprichoso, crecen pensando en comprobar cómo los compañeros más débiles, es decir, los que nunca habrían hecho caso al poema de Kipling, terminan asustados ante las amenazas y acaban tirándose por el primer viaducto que tienen a mano.

Uno no sabe, en medio de tanta canalla y atrocidades, a quién hacerle caso, si a Rousseau o a Gracián: el primero, decía que el hombre es bueno por naturaleza; el segundo, todo lo contrario; es decir, que nacía malo y moría perverso.

De perverso siguen calificando los americanos a Sadam; pero ellos continúan practicando la pena de muerte, aun a sabiendas, en muchos casos, de que el condenado podía ser inocente. Alguien dijo que se mata al criminal porque el crimen agota en un hombre toda la facultad de vivir. Si ha matado, ya lo ha vivido todo. Ya puede morir. Pero los gobernadores americanos no creo que se hayan entretenido en leer a Albert Camus, y siguen matando porque así consiguen sumar votos.

Hablando de Camus, refiriéndose a diciembre dijo: “Ese gran mes lleno de lágrimas y de noche”.

En un diciembre perdí yo la juventud. Lo cual ocurre en el momento en que se pierde a un ser querido. Y a partir de entonces, la juventud se me ha ido escapando a borbotones, mientras que me hacía el fuerte para no incumplir lo que decía el poema de Kipling.

Pero hasta aquí he llegado, se acabó esa postura de mantener a raya los sentimientos. Que hasta los Reyes de España han llorado en público. Algo que estaba mal visto, anteayer mismo. Sea, pues, bienvenido diciembre, por más que en su nombre se cometan todos los excesos habidos y por haber, y si se encarta llorar a mis muertos los lloraré. Todo antes que seguir eludiendo por egoísmo, una realidad que empezó el día en que perdí mi auténtica juventud. Ponga una copa, aunque sea de Cataluña.
 

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