Mohamed Amar Ayad, es el hombre
que rige los destinos del Gimnasio Ceuta Goyu-Ryu, equipo de
la división de honor de juveniles.
Hace trece años, por una mínima diferencia con dirigentes
del Ceutí, equipo en el que colaboraba llevando la cantera
de juveniles, creó su propio club. Su hermano, Nayím, hombre
muy vinculado a un concepto oriental de defensa personal, le
sirvió de spontsor para su nueva singladura. Así nació el
Gimnasio Ceuta Goyu-Ryu.
Como quiera que las diferencias no se habían limado y los
jugadores pertenecían a la disciplina de su antiguo club,
Amar, apostando muy fuerte, prefirió que los chavales
estuvieran una temporada en blanco y fundó el Ordenadores
Alif, de fútbol sala, con el que realizaron un meritísimo
campeonato.
A partir de ahí, Tote, Sebas, Oscar, Malik, Wiwi, Toledo y
muchos más le han dado gloria a un equipo que lleva, nada
más y nada menos que doce temporadas en la máxima expresión
del fútbol juvenil, a nivel nacional, codeándose, temporada
tras temporada, con el Sevilla, Betis, Málaga, Recreativo,
Córdoba y un largo etcétera, equipos filiales de nivel y
categoría contrastada.
La idea inicial de Mohamed Amar (crear un equipo netamente
ceutí) no se cumple no porque él no quiera, si no porque
habrá que convenir que la división de honor es una categoría
de alto nivel y, por desgracia, no existe ni cantidad, ni
calidad, suficientes, como para completar toda una plantilla
con jugadores de la propia cantera caballa.
Así y todo, añado yo, que para que tanto sacrificio de
trabajar la cantera, si a pesar de triunfar en la máxima
categoría del fútbol juvenil, con jugadores de Ceuta, pocos
han recibido el premio de subir a categorías superiores,
salvo contadas excepciones. Tote, Esteban, Guri, Malik Es
más, se podría decir que para triunfar, algunos, por
estudios o necesidad, tuvieron que abandonar Ceuta y ganarse
la gloria en otra modalidad.
Parece que lo de Amar no tiene mérito y está pasando de
penitas, como si no hubiera hecho nada. Pues bien, desde
aquí nuestro agradecimiento por dejar el pabellón tan alto
y, reconocimiento, porque ha sabido capitanear una nave,
mantenerla a flote y llevarla a buen puerto. No se puede
pedir más.
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