En la cultura oriental, la
sabiduría, en gran parte se plasma en los refranes.
Aquí, en España, ocurre tres cuartos de lo mismo, y es que
como emana de la experiencia del pueblo, se convierte en una
enseñanza socializada.
Uno de esos refranes y creado para el mundillo futbolístico
es “Una buena defensa es el mejor ataque”que reconozco no
saber quién lo dijo, pero da igual, era un genio.
Sin embargo, hoy por hoy, quizá porque los entrenadores no
desean perder su empleo a las primeras de cambio, para
permanecer el mayor tiempo posible en el club que se hace
con sus servicios, nos hemos ido acostumbrando a los
sistemas defensivos, o lo que es lo mismo, “mieditis”.
Luego, cuando el aficionado demada buen juego, espectáculo y
todo eso, se queda con tres palmos y ve como cada domingo su
equipo no solo no realiza buen juego, si no que ni siquiera
gana con ese sistema.
Eso es lo que está ocurriendo con el Ceuta, que procura una
buena defensa, una mediocre línea de centrocampistas y un
mal, malísimo ataque.
La cabeza de turco; los delanteros, por aquello de que no
ven puerta, pero convendrán que si los centrocampistas,
aparte de no acompañar en ataque, no le sirven buenos
balones, ¿quién es el guapo que culmina?. No, en juego de
conjunto, no es la defensa la que falla, suelen ser los
demás los que no controlan y, ni decir del ataque. Es muy
común, entre los técnicos, hacer patente aquello de que la
defensa destruye, el centro construye y la delantera,
culmina.
Si preocupa mucho más que no nos hagan goles, en lugar de
hacer más que el contrario, se especula, se juega a no
perder y, como mucho, se empata. Ese es un mal endémico por
el que atraviesa el fútbol español, salvo raras excepciones.
Y es que, jugar así, a domicilio, es razonable, si el
contrario es similar o superior, pero si el enemigo es
inferior, o se juega en casa, se debe arriesgar más. De otro
modo, el Ceuta no solo sería el rey de los empates, si no
que tendría que preocuparse para que los demás no le pisaran
los talones, y no verse inmerso en una situación, a la que
invito a todos a que le pongan nombre. Prefiero dejar libre
la imaginación.
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