En Lebrija, hace ya muchos años,
ocurrió un siniestro que me tocó vivirlo intensamente y cuyo
recuerdo aflora cada dos por tres. Pero es, además, un
pueblo que visité muchos jueves para seguir de cerca las
evoluciones de ciertos futbolistas que apuntaban muy buenas
maneras. Lo que digo sucedía en los 70 y cuando yo me
dedicaba a menesteres balompédicos.
El acuerdo era el siguiente: el equipo entrenado por mí
jugaba contra la Unión Deportiva Lebrijana, sin cobrar nada,
y así nos hacíamos con los derechos de los jugadores
destacados. De entre ellos, varios sirvieron a mis intereses
y se convirtieron en piezas destacadas del fútbol andaluz.
De Lebrija, como es ya harto conocido, es López Caro:
entrenador del Real Madrid-Castilla que ha pasado a serlo
del primer equipo, aunque advertido que lo suyo puede ser
flor de un día.
A López Caro lo entrevisté yo cuando estaba entrenando al
Melilla, con enorme éxito, y me dedicó palabras elogiosas,
dado que, en ese tiempo, sabía más de mí que yo de él. Por
razones obvias. Si bien lo que más recuerdo, y escrito debe
estar, es su firme convencimiento de que terminaría siendo
entrenador de un equipo grande. Y tan grande: el martes
dirigió al Real Madrid en la Copa de Europa. Y a mí, claro
está, el hecho me produjo la alegría consiguiente.
López Caro es un buen entrenador. Me pronuncio así, porque
he estado viendo al filial madridista durante las últimas
temporadas y he podido comprobar sus aciertos dirigiendo a
los jóvenes. Muchos periodistas han dicho y escrito ya, que
no es lo mismo gritarle a Soldado, por ejemplo, que a
Ronaldo. O sea, que empiezan a poner en duda que el nuevo
técnico sea respetado por las figuras consagradas.
Lo cual no deja de ser una de las muchas tonterías que
vienen contándonos quienes desconocen la forma de ser de los
futbolistas en general. Pues éstos, siempre atentos a
defender sus intereses, acaban haciendo caso a todos los
técnicos cuyas decisiones sirvan para ganar partidos y que
reine la calma en el club.
El peor enemigo de López Caro no está compuesto por las
grandes estrellas madridistas, de ningún modo. Puesto que el
lebrijano conoce perfectamente el oficio y sabe de qué
manera habrá de ganarse la voluntad de Ronaldo, Roberto
Carlos, Zidane, etc. Y seguro que lo hará: tiene a su favor
el que tan grandes jugadores andan necesitados de ayuda para
que el Bernabéu no se convierta en un infierno cada día de
partido. Los enemigos de López caro están entre los ex
jugadores madridistas que rodean al presidente y los que
andan todos los días contando sus batallas a la prensa
deportiva de Madrid. Muchos de ellos, créanme, andan ya
mirando de manera esquinada al hombre que viene siendo
portada de todos los medios del mundo y que va a gozar de
una oportunidad extraordinaria para encumbrarse.
López Caro, a pesar de que lleva cuatro temporadas
trabajando en la Casa Blanca, no forma parte del entramado
de las viejas glorias del equipo y, por tanto, bien pronto
comenzará a sufrir las puñaladas traperas de quienes siguen
viviendo de un pasado glorioso, pero que no concede bula
para creer que tienen la llave de los secretos
futbolísticos. Para entrenar es mejor haber jugado al fútbol
que no haberlo hecho, sin duda. Pero tampoco los mejores
futbolistas han destacado por ser los mejores entrenadores.
Verbigracia: Arrigo Sacchi era un vendedor de zapatos.
De todos modos, lo mejor que le vendría al técnico andaluz,
además de ganar partidos y de hacer que sus hombres crean en
él, es que alguien como Fernando Hierro asuma un cargo de
total y absoluta responsabilidad en el seno del club. Otro
que también sabe cómo se las gastan los exquisitos
merengues.
Todo antes que tenerse que entender con un Butragueño cuyo
bla, bla, bla... nunca va acompañado de una buena acción o
de aciertos. Así está el Madrid.
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