No sé qué me pasa, que cuando
llega la Navidad, me entra la “tontona” y se me quitan las
ganas de todo, incluso las de escribir que es mi deporte
favorito, aunque algunos catetos con boinas y maletas de
maderas amarradas con cuerdas se me cabreen. Cosa, que me
importa tres pepinos y uno más porque, entre otras cosas,
estos catetos llevan las boinas tan metidas entre los ojos
que no ven más allá de sus narices.
Oiga, amigo guardia, que esa clase de catetos hay en todas
partes no sólo los que fuimos de charnegos a Cataluña, sino
políticos, personajillos de medio pelo, pelotas y lameculos.
También pertenecemos al grupo los que, en su día, decidimos
emigrar al extranjero. Ni espinillas doloridas, que hemos
soportados por culpa de los golpes de la maldita maleta de
madera, la mayoría de ellas, con un olor a chorizo que te
tiraba de espaldas.
Claro que aquellos que emigramos, no teniámos nada que ver,
a pesar de los cuentistas de turno que nos salen hablando de
los inmigrantes españoles, con la llegada de pateras ni de
los países del este.
No hay comparación posible. Nostros, los españoles que
emigramos, teníamos nuestros papeles en reglas, habíamos
pasado reconocimiento médico y al que, por un casual,
carecía de contrato de trabajo, lo detenía la gendarmería y
lo ponía, de patitas, en la frontera.
Así que a ver si, de una vez por todas, todos esos
cuentistas que aparecen en los programas de televisión dicen
la verdad y se dejan de cuento chino aunque, España, esté
siendo invadida por los chinos y no es cuento.
Ni rollitos de primavera que se venden, en España, cabo del
año. Y estos rollitos, al menos son comestibles y de
buensabor, no los “rollazos” que nos cuentan los que van a
la televisión a hablarnos de la inmigración de los
españoles, que nos fuimos al extranjero, a buscarnos un
mejor nivel de vida.
Y es que, cuando llega la Navidad, siento una enorme
nóstalgia de las cosas pasadas, a lo largo de mi vida, y me
da por escribirlo. Soy un romántico empedernido. No lopuedo
remediar.
Siempre que entro en éste estado, donde las neuronas se
vuelven una jartá de sensibles, es que se acerca la Navidad.
Y Navidad que con dulce cantar celebran las almas que saben
amar, que cantaba el inolvidable Antonio Machin.
Y es que, el amor es el amor.Ya lo dijo aquel, has el amor y
no hagas la guerra. Servidor se apunta, sin dudarlo un sólo
instante a esta frase ¿Para qué leches valen las guerras?.
Pues para que mueran los pobre y los ricos se hagan más
ricos.
Y hablando de ricos, hay que ver que “ricura”de alumbrado
extraordinario de Navidad, nos ha colocado nuestro amigo,
Carlos Bernardo, Viceconsejero de Festejos.
Le felicitamos porque se lo merece, pero.., ¡dita sea todo
tiene un pero!. El día de la inauguración algo falló para
que no se encendíese todo el alumbrado, con el agravante de
que al tratar de reparar la avería, se dejó sin luz, a una
parte de las calles adyacentes que, logicamente, no
puedieron disfrutar del magnifico alumbrado y no nos podían
ver.
Que conste, en acta, que no nos podían ver, porque no había
luz en sus vivendas. No vayamos a liarla y me salgan, los de
siempre, diciendo que he dicho lo que no he dicho.
Nos puedan ver o nos dejende ver, la verdad es que hay que
felicitar, a mi amgo Carlos, por el alumbrado extraordinario
de la Navidad. Asimismo le recordamos que , a ser posible,
se repare la avería lo antes posible y, de esa forma, todo
quisqui nos podrá ver.
Lo dicho es que, con la llegada de la Navidad, me entra la
“tontona”, me pongo de un romanticismo de aquí te quierover
y hasta empiezo a creer enlos angelitos y los pastores.
Sobre todo creo, con toda honestidad, que tengo que tener un
ángel de la guarda que es demasiado para mi body.
El pobre tiene que trabajar a destajo durante todo el año,
hasta que llega la Navidad, y aprovecha para cogerse unas
merecidas vacaciones, donde me vuelvo de un bueno que me da
asco. Servidos es así, qué le vamos a hacer.
Cómo será la cosa de lo bueno que me vuelvo que hasta
pienso, perdón por pensar que eso es cosa exclusiva de las
lumbreras de esta tierra, que todo quisqui es bueno.
Son buenos hasta los polítiquillos de medio pelo, los
médiocres, los pelotas y los lameculos. A todos los quiero
por igual y hasta los veos inteligentes.
Todo estos pensamientos de bondad, me llevan a hacer una
reflexión y preguntarme si, en verdad, me entra la “tontona”
de la bonda o me estaré volviendo de un gilipollas subido.
No, todo es pura bondad. Soy una jartá de bueno en estas
fechas. El verbo ser y estar es el mismo. Así que si soy una
jartá de bueno es que estoy una jartá de.... Y lo que es,
es. No hay más cera que la que arde.
Así que como se acerca Navidad, y por estas fechas mevuelvo
bueno, aprovechen y pidan lo que quieran que lo hago,
incluso volver inteligente a más de un polítiquillo de medio
pelo.
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