Comerciantes, compradores y Policía. Todas las personas
relacionadas con el paso comercial del Biutz expresaban ayer
su malestar ante lo que estaba sucediendo. Desde las once de
la mañana y hasta la una del mediodía, el colapso de gente
en el puente no cedió un milímetro. Multitud de personas se
agolpaban en los túneles de reja metálica para cruzar hacia
Marruecos con bultos que hacían rodar por el suelo. En el
paso, alrededor de una quincena de agentes de la Policía
Nacional trataban de regular la circulación de personas,
cosa que no fue posible casi en ningún momento. Desde la
puerta de su establecimiento del polígono del Tarajal,
Francisco Alcaide, vicepresidente y portavoz de los
comerciantes de la zona, movía la cabeza de un lado a otro:
“Esto es insufrible para todos, aquí no ha hecho nadie los
deberes”. Su local, justo enfrente de la puerta del Biutz,
estaba prácticamente invadido de porteadores que esperaban
su turno para el Biutz. Alcaide asegura que ni su calle ni
las anexas son capaces de vender en condiciones, “ni treinta
mil pesetas”. La mayoría de los clientes habituales, según
explica, han dejado de venir por aglomeraciones como las de
ayer. “Hay un 50% de mujeres menos, mujeres que venían a
hacer sus pequeñas compras”. No se observaba mucho comprador
mediano, pero sí grandes bultos, una de las causas que, como
señalan agentes de la Policía y los comerciantes, impiden la
fluidez y el orden en el paso. La situación se produce “casi
a diario”, indica Alcaide, con lo que la “tensión y
desesperación” de los comerciantes crece por momentos. “Una
de dos, o que se abra otra vez el paso de Benzú o que se
impida que se pasen bultos”. Alcaide quiso dejar claro
también que los comerciantes no quieren el paso para ellos,
“pero esta situación no puede seguir así porque se están
cargando el comercio en el Tarajal”. Respecto a la
contratación de seguridad privada para vigilar el recinto,
el representante es escéptico sobre su efectividad integral:
un servicio nocturno no cubriría todas sus necesidades.
La Policía Nacional, con cerca de ocho vehículos desplazados
hasta el polígono, trataba de acelerar el paso de los
porteadores. También se desplazaron a la zona efectivos de
la Policía Local. El paso se abrió a las once y hasta
mediodía no paró de pasar gente; los más jóvenes corriendo y
acarreando grandes paquetes; los mayores, entre empujones;
las mujeres, que acceden por el lado izquierdo, comenzaron
la mañana sin tanto colapso, aunque a medida que avanzaba el
tiempo, comenzaron a sucederse las caídas y las
aglomeraciones. Pero el atasco no sólo se da en el acceso,
sino que el propio puente del Biutz se convierte en otro
mayor. Allí algunos porteadores lanzan sus mercancías, a
través del enrejado, para que otros compañeros las recojan y
las trasladen a su destino; existen incluso ‘ojeadores’ que
recorren la parte superior de la verja para encontrar los
bultos que han de pasar primero. Ayer, en alguna ocasión
incluso, un mehani hizo la vista gorda mientras la verja del
puente se abría y salían varios lotes de mercancía. Se
sospecha que la presencia de la policía marroquí -vestida de
paisano- podría darse también en la parte contraria de la
frontera, ya que organizarían a los porteadores que trabajen
para ellos.
Tras el cierre del Biutz, sobre la una, todavía quedaban
gran número de porteadores en el Tarajal que tuvieron que
trasladarse hasta la frontera para llegar a Marruecos.
También las mujeres que cargaban con niños pequeños hubieron
de hacer lo mismo, saliendo de la fila izquierda. Todo el
mundo guardó cola salvo alguna persona concreta, como el
caso de una mujer mayor que arrastraba un fardo de ropa, y
que pudo pasar sin esperar en los túneles. Los efectivos
policiales aseguran sentirse desbordados y en constante
tensión ante la cantidad de gente que se aglomera; algunos
de ellos mostraban ayer las heridas que les producen algunos
encontronazos con los porteadores, así como los tubos de las
puertas giratorias que acaban arrancados ante la presión de
la multitud. El hecho de que Marruecos “abra el paso a
tirones”, como señalan los comerciantes, sólo ayuda a que el
tráfico se ralentice y que el colapso sea mayor. Uno de los
porteadores, que cargaba con un par de bolsas de alimentos y
productos de limpieza, explicaba ayer que si antes pasaba
una media de cuatro o cinco veces al día hasta el Tarajal,
ahora lo hace sólo una, por lo que se plantea si seguir
comprando aquí o no.
La situación actual del polígono comercial no contenta a
nadie; es más, parece que cada día genera más y más tensión
entre comerciantes, porteadores y agentes policiales.
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