Los yihaterroristas pululan como
setas tras una llovizna en otoño. Y como advierte en su
edición de noviembre “Méditerranée Perspectives” (nº 105),
revista mensual dirigida por Allal El Maleh editada en
Casablanca (Marruecos), “Le danger Daech n´est plus
circonscrit dans una seule zone. Il est partout”.
Hace unos días, un buen amigo
excelentemente informado me comentaba que “hoy día hay
excelentes especialistas en islamismo y yihadismo”.
¡Magnífico! Pero, francamente, ¿donde estaban hace unos
pocos años...? Porque si bien no hay una línea directa entre
islamización y yihadismo, la islamización es un vaso
comunicante, previo en todo caso. Por comparar con el
terrorismo de la banda ETA, para que nos entendamos: no
todos los “batasunos” han acabado en ETA pero,
habitualmente, todos los etarras pasaron por Herri Batasuna.
Y por pisar el terreno en Ceuta, si el Tabligh (liderado por
ese oscuro personaje otrora subvencionado y jaleado, sidi
Laarbi Maateis, duque de Mollina y conde de Kandahar
conocido en los ficheros de la policía como “La Portuguesa”)
sembró la simiente de la islamización de la ciudad, hoy día
ha sido superado por el salafismo radical. Y de éste al
yihaterrorismo solo hay un paso.
Volviendo al tema que nos ocupa,
demos paso a los datos que hablan por sí solos: el
yihaterrorismo es un cáncer en Marruecos, a duras penas
controlado (pese al régimen policial imperante) en las
grandes urbes y que, subrepticiamente y desde hace años, ha
echado semilla en las amplias y desatendidas zonas rurales,
donde vive todavía cerca del 50% de la población del país.
Lo advertía sin rubor anteayer lunes Attajdid (Renovación),
el órgano oficial de expresión del Movimiento Unicidad y
Reforma (MUR), matriz del Partido de la Justicia y el
Desarrollo (PJD), los islamistas parlamentarios actualmente
al frente del gobierno: “El terrorismo se está infiltrando
en el campo, es importante controlar los zocos rurales”.
Algo que este escribano del limes, para los que hayan
seguido estas columnas, ya había advertido desde hace unos
años.
Tirando por lo bajo, Jeune Afrique
(nº 2864, de 29 de noviembre) asume que más de la mitad de
los 1500 marroquíes que habrían ido a combatir con Daesh
“son del norte del Reino”. Craso error: los jóvenes
marroquíes que han partido a su particular yihad son más de
3000 y del norte del país son originarios 3/4 partes, según
fuentes marroquíes.
Nadia Lamlili, la periodista y
enviada especial, ha pateado en Tánger el barrio de Béni
Makada, Martil (el antiguo Río Martín del Protectorado) y
Fnideq (Castillejos), antes de adentrarse en el “enclave
español” (sic) de “la coqueta” (sic) Ceuta, moviéndose por
la barriada de El Príncipe “considerado por las autoridades
españolas como un nido de candidatos yihadistas”.
Ciertamente, aunque con un matiz: el vivero yihadista ya no
es solo El Príncipe, es la ciudad entera. ¿O acaso van a
decirme que no?
El reportaje, francamente
interesante pese a los fallos inherentes a la técnica del
“periodismo lanzadera”, se completa con una entrevista al
jeque salafista Omar El Haddouchi. El jeque tetuaní quien
hace poco había advertido que en Marruecos andaban sueltos
más de 1000 yihadistas de Daesh, insiste en que “la yihad
está omnipresente” y que “los candidatos están repartidos
por todo el país”. Señalemos que, pese a su salafismo
radical, El Haddouchi se ha enfrentado a Daesh y ha sido
amenazado de muerte por el Estado Islámico (EI) después de
haber rechazado un puesto entre sus jueces.
Por otro lado y a través de una
“fatwa” (o fétua) emitida por el ilustre Consejo Superior de
Ulemas el pasado 14 de noviembre, el Reino de Marruecos ha
advertido fuerte y claro que “la yihad por las armas es un
recurso extremo” y que “solo puede proclamarla una autoridad
religiosa reconocida”, explicando en un oportuno comunicado
que “el terrorismo, la agresión, el terror y la masacre de
almas inocentes, son actos formalmente prohibidos por la
religión islámica”. Efectivamente, así es.
Pero la realidad es cruda. “Nicham”,
directo: Marruecos es hoy un hervidero yihaterrorista y
Ceuta, siempre Ciudad Querida, es desde hace unos años no
solo una ciudad corsario-islamista al amparo de la bandera
roja y gualda, si no la ciudad española con mayor porcentaje
de candidatos al yihadismo terrorista. Algo está fallando
estrepitosamente. Ya no vale mirar para otro lado ni, desde
las filas del islam ceutí, romperse las vestiduras y decir
que “esto no tiene nada que ver con nosotros” mientras se
agita el espantajo, ruin y cobarde, de la islamofobia. Es lo
que hay.
Haya salud. Visto.
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