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OPINIÓN - LUNES, 14 DE DICIEMBRE DE 2015

 
OPINIÓN / COLABORACION / ESTUDIO / ‘DESARROLLO INFANTIL Y ADOLESCENTE. FACTORES DE RIESGO’

El reloj biológico y los horarios escolares

Por Adrián Ruiz Laso


Todos los seres vivos tenemos un reloj que nos va marcando y señalando las horas. No se trata de un reloj de muñeca automático, de cuerda o de cuarzo, sino de un complejo mecanismo impreso en nuestro cerebro y rodeado de hormonas, que se ha ido perfeccionando a lo largo de millones de años de evolución, y al que llamamos Reloj Biológico.

La historia de la humanidad, el inicio de su jornada, el descanso, el sueño, e incluso el momento preferido para reproducirse es una historia regida por el reloj biológico. Con la llegada de la revolución industrial, y posteriormente con la electricidad y las bombillas incandescentes, se inicia un divorcio entre los ritmos del organismo según su reloj biológico y los ritmos laborales e incluso sociales del individuo. Una parte importante de la noche la convertimos en día, y –en muchas ocasiones-las mañanas las volvemos en una especie de prolongación de la madrugada.

En este artículo vamos a implicarnos en el estudio de unos hábitos que, de no ser los correctos, afectarán a una gran variedad de factores, tanto de rendimiento y eficiencia en las labores y tareas diarias como en la salud y la longevidad de la propia persona. Si hablamos de adolescentes, las consecuencias negativas aumentan en intensidad, al tratarse de una etapa de crecimiento, de desarrollo psicosocial, con una dedicación intensiva a la ardua tarea de estudiar.

El sueño se define como el número total de horas que se duerme al día, independientemente de si se hace en un período o en varios a lo largo del día (tiempo de siesta). Los adolescentes rara vez hacen siesta, por lo que las horas de descanso coinciden con las horas de sueño nocturno. La primeras pregunta que se nos viene a la cabeza es la de ¿Cuántas horas debemos dormir? La respuesta exacta sería como la búsqueda del Santo Grial, no existe una duración fija del sueño. Va a depender de cada persona. Sin embargo podemos ofrecer una duración estadísticamente media para cada grupo de edad. Se recomienda 9 horas de sueño para jóvenes de 12 a 14 años. Cantidad que va siendo menor según se avanza en la edad, llegando a 8 horas para las edades de 18-19 años.

¿Qué les suele ocurrir a las personas que no descansan y duermen el tiempo suficiente? En nuestro estudio encontramos una alta correlación entre la escasez de horas de sueño con las dificultades para conciliar el sueño y el cansancio matinal diario. En España la inmensa mayoría de la población sufre un déficit de sueño importante. Parte del problema tiene una raíz sociológica. Empezamos la jornada no mucho después de lo que se hace en el Centro de Europa. No tenemos el horario laboral ajustado a nuestro meridiano con su correspondiente luminosidad, aquí casi no ha amanecido y allí, en Berlín o en Viena, sí. Esta menor luminosidad afecta a nuestro reloj biológico, y con ello al mecanismo de activación de los sistemas metabólicos de nuestro organismo. En efecto, empezamos la jornada casi al mismo tiempo que en la Europa Central, pero nos vamos a la cama bastante más tarde que los centroeuropeos. La televisión y las nuevas tecnologías, con su uso inadecuado, tienen mucho que ver.

Somos una sociedad formada por personas que siempre tienen sueño, sobre todo el grupo de edad que va de los 12 a los 24 años. Y esto es una seria amenaza para la salud, el estado de ánimo y la estabilidad psicológica. Debemos insistir en que “el sueño” no es un tiempo vacío, que la mayoría de los seres humanos consideran perdido, y por ello intentan acortar su duración para poder “vivir y hacer más cosas”. El sueño desempeña una función reparadora esencial para mantener nuestro cuerpo. Sin esta función bien desarrollada el cuerpo se ira cayendo a pedacitos poco a poco.

Los efectos de dormir menos horas de las que la persona necesita van mucho más allá de estar cansados e irritados al día siguiente. Un déficit parcial y continuado del sueño de algo más de una hora al día durante un periodo corto tiene como consecuencias la aparición de algunos síntomas neuropsicológicos leves como la fatiga, la sensación de cansancio ya descrita, una disminución de la capacidad de concentración y del rendimiento. Este mismo déficit continuado a medio plazo incrementará el riesgo de obesidad, diabetes, hipertensión y problemas cardiovasculares. Dormir menos horas de las necesarias a largo plazo favorece la aparición de algunas enfermedades como el cáncer de colon, y reduce la calidad y la esperanza de vida.

Centrándonos en nuestros adolescentes y su rendimiento escolar, los adolescentes que dicen dormir peor tienen más dificultades en su funcionamiento diario y una menor eficiencia cognitiva. Las actividades del estudio exigen una gran concentración y un gran consumo energético. Si se duerme menos de lo necesario las baterías energéticas de nuestras células se recargan poco, y las basuras metabólicas se barren mal, y ello ocurre principalmente en las neuronas de nuestro cerebro. Unas células que son muy exigentes tanto en la calidad y la cantidad de los nutrientes como en la demanda de oxígeno. Exigencia que abarca la inmediatez y la intensidad de la retirada de los residuos metabólicos o catabolitos que generan en su esencial actividad. Actividad clave para el desarrollo de las elevadas funciones de la persona: creatividad, inteligencia, abstracción. Todas ellas ingredientes del trabajo intelectual que llevan a cabo nuestros adolescentes en su jornada escolar. Así pues, la falta de sueño tiene consecuencias directas sobre el rendimiento académico.

¿A qué hora se despiertan nuestros jóvenes habitualmente de lunes a viernes? Un 10% de nuestros adolescentes se despiertan antes de las siete de la mañana, llegando a un porcentaje del 20% en el caso de los jóvenes musulmanes (Tabla 1). Antes de que sean las ocho de la mañana ya se han levantado el 87,2% de nuestros adolescentes. Los más madrugadores son los de trece, catorce y quince años, y los más remolones los de diecisiete a diecinueve años (Tabla 2).

A las ocho y media de la mañana ya han salido de sus casas camino del instituto/colegio el 92,1% de los jóvenes ceutíes.

¿Cuántas horas duermen? Los valores medios de horas de sueño se ajustan bastante a las recomendaciones medias de 9 horas para los más jóvenes y de 8 horas para las edades de 17 a 19 años. Sin embargo tenemos un 7,69% de adolescentes que duermen 7 horas o menos. Estos casos nos piden a los profesionales y a las familias una atención especial para paliar este importante déficit de sueño (Tabla 3).

El 75% de estos jóvenes que duermen poco se sienten cansados. Porcentaje que va disminuyendo según van aumentando las horas de sueño.

¿Qué proponemos para mejorar la falta de sueño y aumentar la calidad de vida, las ganas de estudiar y la eficiencia del tiempo dedicado al estudio?

Con los datos de nuestra investigación, avalados por otros interesantes estudios europeos y norteamericanos, los horarios escolares no están hechos ajustándose a la realidad biológica de los alumnos. Más bien entendemos que están pensados para hacer posible una mayor compatibilidad con los horarios laborales de la familia. Está suficientemente demostrado que el reloj biológico, regulado por la luz del día y la oscuridad de la noche, indica al cuerpo del estudiante que con oscuridad –a las siete de la mañana- no ha llegado el momento de activar los mecanismos metabólicos. El núcleo supraquiasmático del hipotálamo controla la concentración de las hormonas de la actividad: la adrenalina y la noradrenalina. Las mayores concentraciones se alcanzan entre las 10 y las doce de la mañana, descendiendo a partir de las 13 horas. Por la tarde vuelve a elevarse con un pico hacia las 16 horas. Ello implica que entre las 8 y las 9 de la mañana nuestro cuerpo va a tener un nivel bajo de actividad, con un rendimiento malo independientemente de la tarea. Igual ocurre en la última hora de clase a partir de la una y media de la tarde. La actividad lectora es la menos mala en rendimiento para esta primera y última hora de la jornada escolar actual.

Una primera aplicación de esta realidad biológica sería la modificación del horario escolar, iniciando las clases un poco más tarde y acabando la jornada matinal antes. Si se necesitan más horas de clase, estas dos horas de escasa eficacia matinal podrían pasarse a un horario de tarde.

Se habla mucho de cambios y de flexibilidad en los horarios laborales. No se trata tanto de horas de permanencia como de eficacia en la tarea desarrollada. Entendemos que esa misma línea de evolución horaria debe trasladarse al horario escolar, ajustando las tareas del trabajo intelectual al reloj biológico. No se trata de tener a los jóvenes en el aula aparcados seis o más horas seguidas, sino de ver cuáles son las curvas de rendimiento y ajustar los tiempos y las tareas para desarrollar a su ciclo circadiano. Por más que pueda resultar inconveniente para el horario familiar y para el horario del profesorado. Menos horas ineficaces, más rendimiento en el estudio, menor fracaso escolar, más horas para dormir y mejor salud.
 

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