Las declaraciones del presidente
de la Unión de Comunidades Islámicas de Ceuta (UCIDCE),
Laarbi Al-lal Maateis, han ocasionado un auténtido tsunami
mediático. No es para menos. La Violencia de género es una
epidemia que mata a mujeres inocentes y que hay que
erradicar de forma definitiva y cuanto antes. Se trata de
una tragedia que no es un suceso, ni un fenómeno natural e
inevitable, ni una desgracia que surge por sorpresa. Todas
son muertes predecibles, anunciadas, asesinatos antecedidos
de desprecios, humillaciones, silencios, sufrimiento, malos
tratos. Vidas truncadas tiempo atrás a las que no se dio
protección, a las que nadie ofreció las respuestas, la ayuda
y el apoyo que necesitaban y merecían. Por ello, cualquier
atisbo de tolerancia hacia esta violencia resulta
intolerable y obliga a la ampliación de campañas
institucionales que ayuden a la toma de conciencia sobre el
daño que la violencia de género provoca al conjunto de la
sociedad.
Que la violencia de género
aumenta en España es una realidad que ha refrendado hasta el
Consejo General del Poder Judicial, cuyo balance del año
2014 no puede ser más preocupante: las mujeres denuncian
menos que en el 2011. De ahí la importancia de las campañas
dirigidas a que la mujer a llame al 016 ante cualquier acto
de violencia machista. Demasiadas mujeres están enfrentando
solas la violencia que se ejerce sobre ellas. La mayoría no
interponen denuncia y, de las que lo hacen, un alto
porcentaje la retiran. Esta barbarie no se combate con
indolencia ni complacencia, exige acción. En este sentido,
la única opción para erradicar de forma definitiva la
violencia sobre las mujeres es atacar su causa: la
desigualdad. Esa que impide huir las mujeres porque no
tienen a donde ir, la que les tapa la boca con el miedo y la
soledad para que no denuncien. Por eso trabajar por la
igualdad es luchar contra la violencia de género.
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