Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos…”. Es uno
de los versos de Pablo Neruda. Y así es también nuestro
baile andaluz cuando se viste de color haciendo danzar la
armonía con el rasgueo de la guitarra española. Porque…es
entonces… como en el claro laberinto del cristal de las
miradas, varios mantones de Manila bordeadas por la espuma
de coloridas faldas, pintan un continuo lienzo sobre el
negro mantón floreado en amarillo, rojo, verde … que gira …
y gira… uniendo la música a los cuerpos de las danzarinas
que como niñas ángeles bailan. Al tiempo… todo desaparece
ante el movimiento de los instantes. Instantes fugaces,
donde las bailarinas haciendo sus cuerpos invisibles a los
ojos se aparecen o desaparecen conforme a los acordes de la
viva música andaluza, que muy cerca dirige su bello
balanceo.
En el baile…y por momentos todo se
hace irreal, ahí no hay sino ver y desear. Solo acompasados
movimientos llenos de color que acompañan el aire con el
repique de los tambores que las castañuelas lanzan. ¡Baile,
color, cuerpo y música, cubren todo el alcázar de un tablao
convertido en un universo único! Porque el baile… bien
maridado, con su instante de música y movimiento, avoca a
mil mundos que se abalanzan sobre los pensamientos. ¡Armonía
de momentos sin tiempo, donde solo el baile se conjuga con
todo un firmamento de pequeños mundos que sin sensación de
atracción, permiten llenar todo un ilimitado infinito
sujetándolo hacia el desconocido deseo de la luz y el color
que la música crea en cada sensación.
Las miradas hechizadas, observan a
esas vasijas de colorida arcilla bailarina que amoldándose
con los cercanos acordes musicales de guitarra y color
acompañaban una armonía que se escapa con fuertes sones.
Porque…son formas, colores y música hermosa lo que entre
perdidos rumores llenan nuestros sentidos. Y son sus ecos
rebotando en nuestras cabezas los que crean la música alegre
que animando el movimiento de la arcilla creada, la
transforman como en un cuento de belleza de Ceuta
permitiendo que nuestros universos se encuentren y dancen
juntos a los mares que la rodean. Porque…ante nosotros y en
el baile…manos, pies y cuerpo trazan asombrando y uniendo
mundos muy nuestros, labrados en raro cristal que traslucido
baila con la luz de cada día a nuestro alrededor.
De esta manera y con su baile, el
tiempo se para como en una hora cerrada, solo alterada por
la llama de luz que acaricia los ágiles giros de danza,
llenando de fuego y armonía todo un infinito momento.
Porque…son corazones de verano los que haciendo hondear sus
coloridas faldas al compás del frenético redoble de tambor
de sus tacones y castañuelas las que quiebran con su
tempestad de música y baile todo el espacio que nos rodea.
Son corazones de baile que se deslizan entre nubes de color
de nuestra casa. Son faldas y mantones de color en
movimiento, que vistiendo constantemente un bello cuadro lo
pintan a cada instante haciéndolo saber siempre a nuevo.
Es su danza susurrantes sones de
vientos rápidos, combaten sin cesar el silencio, mientras
esparcen su armonía en un espacio cada vez más lejano…más
eterno, donde las danzantes, transformadas en collares rotos
de perlas suaves, se deslizan sueltas y disciplinadas al son
de alegres músicas que las diseminan y recogen sin cesar
como un estanque lleno de hadas maravillosas que solo
reflejan en el agua sus bellos espejos. Y así, oleando como
en un insondable mar, arremolinan la espuma blanca en sus
esbeltos cuerpos mientras todo respira sabor a mar.
Y con esto… termino de
escribir este cuento de magia, de color, de baile y de
fantasía que nuestro andaluz baile nos hace soñar. Y este
escrito va dedicado a mis amigas Blanca y Luz Marina por
enseñarme su pasión por el baile andaluz en Ceuta.
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