Aunque el ser humano nazca libre,
medio mundo es esclavo de uno mismo y, el otro medio,
practica el abecedario de las cadenas, por lo que es muy
difícil emanciparse, por muchas ceremonias que nos
declaremos contra la esclavitud. ¿Quién pudiera ser libre
como el viento?. Naciones Unidas acaba de estimar que hay
veintiún millones de personas esclavizadas en el planeta,
entre las cuales cerca de seis millones son niños. Lo cierto
es que la deshumanización y la humillación está a la orden
del día, en cualquier camino, donde habiten seres vivos.
Precisamente, cuesta erradicar este terrible flagelo, porque
es un gran negocio. Según Naciones Unidas genera a los
explotadores ganancias ilícitas de hasta ciento cincuenta
millones de dolores. Sus víctimas son de toda condición,
pero la mayoría de las veces se hayan entre los más pobres
de entre los pobres, o sea, de entre los más vulnerables en
definitiva.
El sistema de convivencia ayuda
poco, puesto que al fin, terminamos haciendo todo por
dinero. Imagínense, las deudas nos pueden. ¿Habrá mayor
sumisión para un hombre honrado que las deudas?. Por otra
parte, hemos declarado la esclavitud tantas veces como un
crimen contra la humanidad, oculto en cualquier sitio, que
es hora de la acción. No podemos quedarnos en la palabra.
Todos podemos y debemos alzar el estandarte de los valores
humanos, el esfuerzo solidarizado, la visión liberadora y
conjunta, en favor del ser humano como tal. Tantas cosas se
nos imponen en la sociedad actual, que no es fácil recobrar
la propia vida que uno quiera llevar a efecto, siempre y
cuando no moleste a su análogo. Desde luego, no se puede
armonizar un mundo con grilletes; y esto ocurre tanto en
ciudades como en pueblos, en las villas emergentes como en
las más pobres; y lo peor, es que tal escenario, se agrava
cada día más. Parece que no hemos aprendido la lección de
humanizarnos, de convertirnos nosotros mismos en el prójimo
de cada persona, brindándole cuando menos nuestro auxilio.
A propósito, decía el ensayista,
novelista y poeta, Khalil Gibran (1883-1931), que hasta el
ruiseñor se negaba a anidar en la jaula, para que la
esclavitud no fuese el destino de su cría, y no le faltaba
razón, ya que jamás será libre aquel que se pone cerrojos,
ya sea con abecedarios o con el propio pensamiento. Para
empezar estamos acostumbrados a adoctrinar, a permanecer
pasivos e indiferentes ante seres humanos abandonados, a no
solidarizarnos con trabajadores injustamente tratados,
cuando no despreciados, a hacer turismo por las calles del
mundo y a permanecer fríos ante este comercio tan injusto de
compraventa de vidas humanas, o a no querer ver lo que es
verdaderamente palpable, como es el turismo sexual o la
compra de órganos. A cuántas vidas a diario le cerramos el
futuro, le impedimos soñar con otros horizontes, realizarse,
volar y esperanzarse. Por eso, pienso que deberíamos tener
un sistema de justicia internacional justo y fuerte, sin
benevolencias a la hora de aplicar la ley que prohibiese
cualquier esclavitud.
Desde luego, si en verdad
queremos poner fin a esta lacra, no sólo se requieren
legislaciones, sino que se aplique estrictamente la norma,
involucrando no sólo a Naciones Unidas, también a todos los
actores del mundo que lideran países, religiones o culturas.
A mi juicio, es una buena noticia que se haya sugerido el
nombramiento de un enviado especial de la ONU para trabajar
con los Estados y desarrollar, en 2017, una Asociación
Global para acabar con la esclavitud moderna. Ya se sabe,
que nadie es totalmente libre, hasta que lo sean todos. Por
desgracia, se ha ido perpetuando de generación en generación
esta cultura del vasallaje, de diversos modos y maneras. La
atmósfera actual es de lo más vejado, con las consecuencias
que ello conlleva de maltrato, violación de la propia
dignidad e institucionalización de la desigualdad. De ahí la
necesidad de que todo ser humano pueda sentirse libre, ser
libre, vivir en libertad. Ya está bien que sea un privilegio
de algunos, cuando es un derecho de todos.
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