La pelea histórica entre las
fuerzas conservadoras y las progresistas podría
simplificarse como una lucha filosófica entre el “Yo” y el
“Nosotros”. Anteponer el “Yo” implica la puesta en práctica,
en mayor o menor medida, de la ley de la selva: si YO soy el
más fuerte y el más listo tengo derecho a estar por encima
de un resto de la sociedad de la que me desentiendo. Por el
contrario, quienes defendemos el “Nosotros” como núcleo
fundamental de la comunidad entendemos que, paradójicamente,
esa es la mejor manera de defender también nuestro “Yo”.
Entendernos como comunidad es la única forma de poder
alcanzar nuestra plena realización individual. Lo otro es
puro darwinismo social.
La grieta que se abrió en el sistema y cuya máxima expresión
se produjo el 15 de mayo de 2011 ha traído la posibilidad de
introducir en el panorama mediático nuevas gramáticas
políticas. Pero también entre lo “nuevo” encontramos esa
batalla eterna entre los proyectos basados en el “Nosotros”
y los proyectos del “Yo” como única referencia. También en
lo “nuevo” hay proyectos “viejos” que engañan revistiéndose
con ropajes novedosos, adoptando formas y discursos de
otros, pero que quedan al descubierto en cuanto se rasca un
poco. El pasado viernes, en el debate en sede universitaria
entre Pablo Iglesias y Albert Rivera, pudimos comprobarlo en
la figura del líder naranja, quien terminó de evidenciar lo
que ya había comenzado a mostrar en El Objetivo de Ana
Pastor: que su visión política no apela a un “Nosotros”,
sino a la competitividad salvaje que defienden los de arriba
y nos ha traído hasta aquí.
Decir que se defiende lo común y el Estado de bienestar -a
sabiendas de que es lo que se debe decir para ganar votos
porque es lo que está instalado en el sentido común de
época- pero no querer subirle los impuestos a las grandes
fortunas, endurecer el IVA a los productos de primera
necesidad, tener simpatías por los copagos, no elevar el
salario mínimo o hablar de abstractos “Pactos por la
Educación” pero sin concretar medidas (como por ejemplo, la
derogación de la LOMCE) no es más que tomarle el pelo a la
gente. Es coger lo viejo y darle un barniz modernizante a
través de la figura de un joven vendedor forjado en la banca
y que lleva nueve años votando junto al Partido Popular en
el Parlament de Cataluña.
Aun con todo, sí debo reconocerle a Rivera algo de “nueva
política”: su predisposición al debate. Ni Sánchez ni Rajoy
se atrevieron a dar la cara el viernes pasado. Hoy, día 30,
“El País” emite a través de Internet un debate a tres: los
líderes de PSOE, Podemos y Ciudadanos discutirán sobre
propuestas. El Partido Popular tampoco estará en esta
ocasión debido al rechazo de los del Grupo PRISA a que fuera
Sáenz de Santamaría y no el candidato Rajoy quien se sentara
a debatir. Antena 3, en cambio, sí ha aceptado que sea la
vicepresidenta la que acuda al debate electoral que tendrá
lugar el próximo 7 de diciembre. De vergüenza. No sólo
sufrimos a un presidente que ha hecho de la mentira y el
ridículo sus señas de identidad. Además es un cobarde que
prefiere irse a comentar el fútbol antes que rendir cuentas
ante los ciudadanos.
|