Barbara Spectre, nacida norteamericana y residenciada en
Suecia, es una ‘supremacista’ judía, líder de la asociación
‘Paideia’, a través de la cual promueve la ideología judía.
Está casada con el rabino Philip Spectre. Esta señora
impulsa y alienta el multiculturalismo en los países
europeos. En una entrevista afirmó: “Europa aún no ha
aprendido a ser multicultural y creo que nosotros (¡los
judíos!) vamos a formar parte del lanzamiento de esa
transformación que debe tener lugar. Europa no va a ser esa
sociedad monolítica que una vez fue en el siglo pasado. Los
judíos van a estar en el centro de este proceso. Es una
transformación enorme para Europa. Ahora está entrando en un
modo multicultural y los judíos serán mirados con
resentimiento debido a nuestro papel de liderazgo (en el
proceso), pero sin ese papel determinante y sin esa
transformación Europa no sobrevivirá”. Por un lado, es
llamativo y remarcable (y sospechoso) que Barbara Spectre
ponga el acento en que si Europa no se transforma, es decir,
si no deja de ser lo que es, si los europeos no se deshacen
de su patrimonio genético, de su herencia y de su armonía
racial, si las sociedades europeas no se vuelven
multiculturales, Europa desaparecerá. Europa perecerá. Y,
por otro, es notorio que han de ser precisamente los judíos
quienes lideren esa transformación de las sociedades
europeas. ¿Por qué los judíos?
¿Qué subyace al fondo de las perversas pretensiones de
Barbara Spectre de sustituir genética y culturalmente las
poblaciones europeas mezclándolas con otros individuos
procedentes de países ajenos a Europa? No hay que devanarse
mucho los sesos para darse cuenta de que al dividir
genética, racial, cultural y religiosamente una sociedad, se
la debilita, se la hace más manejable, se la priva del
sentido de pertenencia a una nación, a una cultura, a una
historia y a una civilización. Así, el mestizaje de las
poblaciones europeas se convierte en una condición necesaria
para la creación de sociedades multiculturales, que son más
manejables que las sociedades homogéneas de los antiguos
estados nación. Para ello nos han alentado a odiar nuestra
propia herencia. Es más, los medios judíos nos dicen que ni
siquiera existimos como pueblo, que la raza es un mito, es
una construcción social, que nuestra herencia no tiene
absolutamente ninguna importancia. Todo eso es para que no
tengamos demasiadas razones y no pongamos excesivo ardor en
defender nada de ello. Aun más, se nos ha dicho que
preservar nuestros pueblos tal y como los hemos heredado
para transmitirlos a nuestros descendientes es un acto sin
paliativos de racismo. Pero, sorprendentemente, los judíos
dicen que gracias al ADN se demuestra que ¡la raza judía sí
existe! y deben tener, por consiguiente, un estado racista
consagrado a ellos solos. En verdad, es sorprendente.
No se nos oculta que los judíos, con su dominio de los
medios de comunicación y “con su trabajo en equipo”, han
tomado las riendas de la política, las finanzas, la cultura,
el ocio y el entretenimiento. Ellos capitanean las políticas
de inmigración por todo el mundo, para hacer las sociedades
homogéneas más débiles, más manejables, más dóciles, menos
imperialistas, menos racistas. La diversidad y el
multiculturalismo en el interior de las naciones siembra muy
a menudo la división, la discordia y el conflicto. De esa
manera se conquista las voluntades de los pueblos. Por eso,
la mayoría de los medios de masas predican la diversidad y
el multiculturalismo para las sociedades europeas,
únicamente. Sería impensable predicarlo en las sociedades
arabo-islámicas, asiáticas o africanas. Se opondrían
rotundamente a inmigraciones masivas en sus naciones, se
negarían a ser suplantados en su propia tierra por
poblaciones extranjeras. Entonces, ¿por qué Europa ha de
convertirse en una sociedad multicultural?, ¿por qué las
poblaciones europeas han de ser suplantadas?
El manifiesto de Barbara Spectre no resultaría tan llamativo
si echáramos la vista atrás, no demasiado, a los años
cuarenta del siglo XX. Desde finales de la 2ª Guerra Mundial
las naciones europeas han sufrido un ataque devastador en
sus demografías, que está conduciendo actualmente a que en
algunos reductos los europeos se encuentren en minoría. Aun
antes de que la Alemania nazi fuera vencida, vieron la luz
dos planes auténticamente genocidas para el futuro de la
Alemania vencida: el Plan Kaufman y el Plan Hooton. Theodore
Kaufman fue un ¡judío extremista! que en su libro “Germany
must perish!” (Alemania debe perecer) calificaba a los
alemanes como un pueblo belicista que debía ser destruido.
Había que golpear en el corazón y en el alma de Alemania. Al
final de la guerra –escribía Kaufman– Alemania debía ser
castigada con su total destrucción. Una gran calamidad,
Alemania, debería ser extirpada del mundo para que naciera
un gran bien de ello. Por su parte, Ernest Hooton, propuso
cambiar genéticamente Alemania estimulando el emparejamiento
de alemanas con hombres no alemanes, que serían traídos en
gran número de países extranjeros, y, asimismo, forzar el
emparejamiento de alemanes, fuera de Alemania, con mujeres
no alemanas. El objetivo de estas medidas era reducir la
tasa de nacimientos de alemanes ‘puros’ para, así,
neutralizar su agresividad mediante el cruce de razas.
Hooton estimaba que se requería al menos 20 años para que su
plan llegara a ser efectivo, y durante este periodo habría
que estimular también la inmigración masiva y el
asentamiento en los estados alemanes de extranjeros,
especialmente, hombres.
En estos tiempos turbulentos que nos han tocado vivir,
parece que el espíritu genocida de los planes de Kaufman y
Hooton parecen manifestarse, no solo en la propia Alemania,
sino en toda la Europa occidental. En las décadas de los
cincuenta y sesenta se estimuló la venida de trabajadores
turcos y africanos, sobre todo, para reconstruir los países
europeos que habían quedado diezmados después de la guerra.
En un principio se creyó que al finalizar sus trabajos
volverían a sus países de origen. Falsa creencia. Se
quedaron, se reprodujeron a la velocidad de la luz y
trajeron a sus parientes de sus países respectivos.
Obviamente, la mayoría de los que vinieron a Europa eran
musulmanes.
Ahora, la decisión de abrir las fronteras a los refugiados
afro-asiáticos indubitablemente nos hace pensar en las
declaraciones de la judía Barbara Spectre de hacer de Europa
una sociedad multicultural. Naturalmente que, a este
respecto, los dedos se nos hacen huéspedes. No hay que tener
demasiado sentido común y conocimiento para comprender que
detrás de esa medida de fronteras abiertas se halla una
operación que entronca con las declaraciones de Barbara
Spectre. Todo esto nos hace pensar que esa medida no tiene
nada de inocua y solidaria, al contrario. Se trata de que
vía inmigración masiva de pueblos extranjeros (¿Plan Hooton?)
y la consiguiente alta tasa de nacimientos de esas
poblaciones que han entrado dentro de los países europeos
(especialmente, en Alemania, ¿Plan Hooton?) cambiará
drásticamente la composición racial y cultural de nuestras
ciudades. Pareciera que todo esto hubiera sido diseñado por
esos judíos (“en el centro del proceso”) de los que nos
habla la señora Barbara Spectre. En este caso, ya no se
trataría solo de Alemania, como en los años cuarenta, sino
de toda Europa occidental. Se trataría de destruir el
nacionalismo europeo a la vez que su identidad racial.
Parece que lo que se pergeñó en esos Planes para Alemania,
se cree necesario aplicarlo ahora en las sociedades de la
Europa occidental, ateniéndonos a las declaraciones de
Barbara Spectre. Visto lo visto, sería una asombrosa
coincidencia si los Planes de Kaufman y Hooton diseñados
para la Alemania de los cuarenta no hubieran jugado y no
estuvieran jugando un papel en la Europa que vemos hoy día.
¿Es una coincidencia? Veamos. La inmigración masiva no es
exactamente una coincidencia, la apertura de fronteras a
africanos y a asiáticos no es tampoco una mera coincidencia,
el crecimiento de la población mestiza no es una
coincidencia, el negativo y débil estereotipo del hombre
blanco en los anuncios de los medios y en las películas (de
ahí que para paliar la feminización del hombre europeo se
haya echado mano de la barba de tres días para parecer así
más ‘duro’, más ‘malote’, para contraponerlo con la dureza
de los africanos y de los asiáticos) no es tampoco una
coincidencia.
A los europeos se les ha hecho creer que la inmigración
masiva del tercer mundo dentro de sus países es un hecho
imparable, que son movimientos naturales de población, que
forma parte de la evolución de las sociedades. Los europeos
se han creído estas mentiras y estos engaños, ya que les
dijeron que esta inmigración masiva tercermundista los
enriquecería, que todos éramos migrantes, etcétera. Todas
estas mentiras y patrañas han sido inventadas en su mayor
parte por académicos y universitarios judíos y alentadas por
lacayos gentiles que no ven que están siendo manejados y
usados para el progreso de los intereses judíos, vistas las
declaraciones de la citada Barbara Spectre. Todo huele al
engaño de la diversidad con intenciones genocidas. ¿Tendrá
algo que ver el Holocausto en todo esto?
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