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OPINIÓN - JUEVES, 26 DE NOVIEMBRE DE 2015

 
OPINIÓN / CARTAS AL DIRECTOR

Europa debe perecer

Por Jesús González


Barbara Spectre, nacida norteamericana y residenciada en Suecia, es una ‘supremacista’ judía, líder de la asociación ‘Paideia’, a través de la cual promueve la ideología judía. Está casada con el rabino Philip Spectre. Esta señora impulsa y alienta el multiculturalismo en los países europeos. En una entrevista afirmó: “Europa aún no ha aprendido a ser multicultural y creo que nosotros (¡los judíos!) vamos a formar parte del lanzamiento de esa transformación que debe tener lugar. Europa no va a ser esa sociedad monolítica que una vez fue en el siglo pasado. Los judíos van a estar en el centro de este proceso. Es una transformación enorme para Europa. Ahora está entrando en un modo multicultural y los judíos serán mirados con resentimiento debido a nuestro papel de liderazgo (en el proceso), pero sin ese papel determinante y sin esa transformación Europa no sobrevivirá”. Por un lado, es llamativo y remarcable (y sospechoso) que Barbara Spectre ponga el acento en que si Europa no se transforma, es decir, si no deja de ser lo que es, si los europeos no se deshacen de su patrimonio genético, de su herencia y de su armonía racial, si las sociedades europeas no se vuelven multiculturales, Europa desaparecerá. Europa perecerá. Y, por otro, es notorio que han de ser precisamente los judíos quienes lideren esa transformación de las sociedades europeas. ¿Por qué los judíos?

¿Qué subyace al fondo de las perversas pretensiones de Barbara Spectre de sustituir genética y culturalmente las poblaciones europeas mezclándolas con otros individuos procedentes de países ajenos a Europa? No hay que devanarse mucho los sesos para darse cuenta de que al dividir genética, racial, cultural y religiosamente una sociedad, se la debilita, se la hace más manejable, se la priva del sentido de pertenencia a una nación, a una cultura, a una historia y a una civilización. Así, el mestizaje de las poblaciones europeas se convierte en una condición necesaria para la creación de sociedades multiculturales, que son más manejables que las sociedades homogéneas de los antiguos estados nación. Para ello nos han alentado a odiar nuestra propia herencia. Es más, los medios judíos nos dicen que ni siquiera existimos como pueblo, que la raza es un mito, es una construcción social, que nuestra herencia no tiene absolutamente ninguna importancia. Todo eso es para que no tengamos demasiadas razones y no pongamos excesivo ardor en defender nada de ello. Aun más, se nos ha dicho que preservar nuestros pueblos tal y como los hemos heredado para transmitirlos a nuestros descendientes es un acto sin paliativos de racismo. Pero, sorprendentemente, los judíos dicen que gracias al ADN se demuestra que ¡la raza judía sí existe! y deben tener, por consiguiente, un estado racista consagrado a ellos solos. En verdad, es sorprendente.

No se nos oculta que los judíos, con su dominio de los medios de comunicación y “con su trabajo en equipo”, han tomado las riendas de la política, las finanzas, la cultura, el ocio y el entretenimiento. Ellos capitanean las políticas de inmigración por todo el mundo, para hacer las sociedades homogéneas más débiles, más manejables, más dóciles, menos imperialistas, menos racistas. La diversidad y el multiculturalismo en el interior de las naciones siembra muy a menudo la división, la discordia y el conflicto. De esa manera se conquista las voluntades de los pueblos. Por eso, la mayoría de los medios de masas predican la diversidad y el multiculturalismo para las sociedades europeas, únicamente. Sería impensable predicarlo en las sociedades arabo-islámicas, asiáticas o africanas. Se opondrían rotundamente a inmigraciones masivas en sus naciones, se negarían a ser suplantados en su propia tierra por poblaciones extranjeras. Entonces, ¿por qué Europa ha de convertirse en una sociedad multicultural?, ¿por qué las poblaciones europeas han de ser suplantadas?

El manifiesto de Barbara Spectre no resultaría tan llamativo si echáramos la vista atrás, no demasiado, a los años cuarenta del siglo XX. Desde finales de la 2ª Guerra Mundial las naciones europeas han sufrido un ataque devastador en sus demografías, que está conduciendo actualmente a que en algunos reductos los europeos se encuentren en minoría. Aun antes de que la Alemania nazi fuera vencida, vieron la luz dos planes auténticamente genocidas para el futuro de la Alemania vencida: el Plan Kaufman y el Plan Hooton. Theodore Kaufman fue un ¡judío extremista! que en su libro “Germany must perish!” (Alemania debe perecer) calificaba a los alemanes como un pueblo belicista que debía ser destruido. Había que golpear en el corazón y en el alma de Alemania. Al final de la guerra –escribía Kaufman– Alemania debía ser castigada con su total destrucción. Una gran calamidad, Alemania, debería ser extirpada del mundo para que naciera un gran bien de ello. Por su parte, Ernest Hooton, propuso cambiar genéticamente Alemania estimulando el emparejamiento de alemanas con hombres no alemanes, que serían traídos en gran número de países extranjeros, y, asimismo, forzar el emparejamiento de alemanes, fuera de Alemania, con mujeres no alemanas. El objetivo de estas medidas era reducir la tasa de nacimientos de alemanes ‘puros’ para, así, neutralizar su agresividad mediante el cruce de razas. Hooton estimaba que se requería al menos 20 años para que su plan llegara a ser efectivo, y durante este periodo habría que estimular también la inmigración masiva y el asentamiento en los estados alemanes de extranjeros, especialmente, hombres.

En estos tiempos turbulentos que nos han tocado vivir, parece que el espíritu genocida de los planes de Kaufman y Hooton parecen manifestarse, no solo en la propia Alemania, sino en toda la Europa occidental. En las décadas de los cincuenta y sesenta se estimuló la venida de trabajadores turcos y africanos, sobre todo, para reconstruir los países europeos que habían quedado diezmados después de la guerra. En un principio se creyó que al finalizar sus trabajos volverían a sus países de origen. Falsa creencia. Se quedaron, se reprodujeron a la velocidad de la luz y trajeron a sus parientes de sus países respectivos. Obviamente, la mayoría de los que vinieron a Europa eran musulmanes.

Ahora, la decisión de abrir las fronteras a los refugiados afro-asiáticos indubitablemente nos hace pensar en las declaraciones de la judía Barbara Spectre de hacer de Europa una sociedad multicultural. Naturalmente que, a este respecto, los dedos se nos hacen huéspedes. No hay que tener demasiado sentido común y conocimiento para comprender que detrás de esa medida de fronteras abiertas se halla una operación que entronca con las declaraciones de Barbara Spectre. Todo esto nos hace pensar que esa medida no tiene nada de inocua y solidaria, al contrario. Se trata de que vía inmigración masiva de pueblos extranjeros (¿Plan Hooton?) y la consiguiente alta tasa de nacimientos de esas poblaciones que han entrado dentro de los países europeos (especialmente, en Alemania, ¿Plan Hooton?) cambiará drásticamente la composición racial y cultural de nuestras ciudades. Pareciera que todo esto hubiera sido diseñado por esos judíos (“en el centro del proceso”) de los que nos habla la señora Barbara Spectre. En este caso, ya no se trataría solo de Alemania, como en los años cuarenta, sino de toda Europa occidental. Se trataría de destruir el nacionalismo europeo a la vez que su identidad racial. Parece que lo que se pergeñó en esos Planes para Alemania, se cree necesario aplicarlo ahora en las sociedades de la Europa occidental, ateniéndonos a las declaraciones de Barbara Spectre. Visto lo visto, sería una asombrosa coincidencia si los Planes de Kaufman y Hooton diseñados para la Alemania de los cuarenta no hubieran jugado y no estuvieran jugando un papel en la Europa que vemos hoy día.

¿Es una coincidencia? Veamos. La inmigración masiva no es exactamente una coincidencia, la apertura de fronteras a africanos y a asiáticos no es tampoco una mera coincidencia, el crecimiento de la población mestiza no es una coincidencia, el negativo y débil estereotipo del hombre blanco en los anuncios de los medios y en las películas (de ahí que para paliar la feminización del hombre europeo se haya echado mano de la barba de tres días para parecer así más ‘duro’, más ‘malote’, para contraponerlo con la dureza de los africanos y de los asiáticos) no es tampoco una coincidencia.

A los europeos se les ha hecho creer que la inmigración masiva del tercer mundo dentro de sus países es un hecho imparable, que son movimientos naturales de población, que forma parte de la evolución de las sociedades. Los europeos se han creído estas mentiras y estos engaños, ya que les dijeron que esta inmigración masiva tercermundista los enriquecería, que todos éramos migrantes, etcétera. Todas estas mentiras y patrañas han sido inventadas en su mayor parte por académicos y universitarios judíos y alentadas por lacayos gentiles que no ven que están siendo manejados y usados para el progreso de los intereses judíos, vistas las declaraciones de la citada Barbara Spectre. Todo huele al engaño de la diversidad con intenciones genocidas. ¿Tendrá algo que ver el Holocausto en todo esto?
 

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