CCOO se confundió gravemente ayer
al despreciar la victoria de UGT en las elecciones docentes
celebradas el pasado jueves, en una especie de pataleta de
escolares maleducados. Siempre es dificil asimilar una
derrota y máxime si ésta es clara. Pero son precisamente
estas derrotas las que muestran el verdadero yo del
derrotado, las que hacen aflorar sentimientos encontrados
que deben saberse valorar para demostrar si está preparado o
no para afrontar la situación. Desde pequeños escuchamos eso
de “hay que saber ganar y perder”, pero lamentablemente no
todo el mundo sabe reconocer sus errores y realizar una
crítica constructiva de sus derrotas. En un gesto desafiante
e infantiloide, fruto de la arrogancia del mal perdedor, el
sindicato de Aróstegui, tras sufrir una importante derrota,
no ha sido capaz de hacer autocrítica, de valorar los
motivos de la derrota sindical sufrida, y ha arremetido
contra los propios profesores, manifestando que con este
voto “entierran el hacha de guerra”, insinuando que han
claudicado, culpando además de toda esta situación a la
“dureza” Gobierno y a “sectores de la sociedad ceutí” que
“critican y castigan” la adscripción de Aróstegui a la
coalición Caballas. Pero la realidad es que el discurso
empleado por Aróstegui ya está agotado y existen muchas
personas cansadas de que éste utilice la política, el
sindicato, la Junta de Personal Docente y hasta su comunidad
de vecinos para intereses personales.
Si los de Aróstegui se ponen así por perder, después de 24
años de mando en plaza, ¿cómo deberían de estar los que
llevan años soportando las sucesivas mayorías aderezadas de
altanería y prepotencia? Un poco de calma, señores, que el
mundo no se acaba porque se produzca la saludable
alternancia. Deberían mostrarse más agradecidos a un
electorado que se puso en sus manos durante casi tres
decenios. No pretendan cobrarle a nadie la factura que les
ha dejado el óxido de 24 años con Aróstegui al frente.
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