Tenemos que cerrar la puerta del
rencor, antes de que tome la delantera a la justicia. La
gente tiene que aprender a quererse, y tiene que saber amar
y amarse. Lo fundamental es saber vivir y dejar vivir. Los
sembradores del terror, que todo lo deshumanizan, a pesar de
sus apariencias por el orden, lo real es que todo lo
atormentan. No olvidemos que, el terrorismo, es destructor
por naturaleza, germina de la venganza y del odio.
Indudablemente, la ciudadanía en su vínculo de familia
humana, ha de repensar sobre su manera de cohabitar, en un
mundo saturado de contrariedades, viciado por la sinrazón y
corrompido por los desgobiernos. Tantas veces esta estampa
de pavor nos deja sin lenguaje y hasta sin esperanza, que
habría que ir pensando en activar otras simientes menos
vengativas. Está visto, que no podemos tolerar más el estado
actual de estos sembradores del resentimiento. Ha llegado el
momento de guiarnos por los valores e intereses comunes,
puesto que basta con que un ciudadano desprecie a otro, para
que esta burla vaya corriendo hasta la humanidad entera. De
ahí, la importancia de unir esfuerzos y de crear una
coalición internacional contra esta lacra demoledora del
espíritu humano.
Sí en verdad queremos construir otro futuro más habitable
para todos, hemos de cultivar otras enseñanzas más
respetuosas con el ser humano. No enseñemos a matar,
enseñemos a vivir. Confiemos que Naciones Unidas, en ese
plan de acción contra el terrorismo que va a presentar
próximamente, ahonde en cuidarnos como familia, en
protegernos lejos de los sentimientos negativos que devoran
nuestra propia paz interior. Desde luego, para custodiar,
desde nuestro ser hasta nuestro distintivo hábitat, lo que
precisamos es más consideración que inquina. Todos debemos
cuidarnos más, querernos más, amarnos más. Es la gran
asignatura pendiente. El rencor nos ha envenenado el alma y
ya no sabemos ni preservarnos del mal. Por eso, estamos
llamados a abandonar los comportamientos deshumanizadores y
a fijar la mirada en lo verdaderamente auténtico que es lo
que, al fin, nos armoniza. No podemos seguir deformando
nuestra propia existencia, la tenemos como prenda de aliento
para compartirla, por lo que hemos de revestirnos de un
corazón que saber mirar el lado positivo de cada uno.
Indudablemente, el amor no puede soportar el hecho de
permanecer encerrado en el rencor. Una mente rencorosa,
vengativa, por sí misma es un veneno, genera siempre horror.
En consecuencia, por muy grande que sea el espanto, ante los
últimos atentados perpetrados en París, como bien dice la
Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados, tampoco se
puede demonizar a estas personas como grupo, pues los
problemas de seguridad en Europa podrán ser muy complejos,
pero estas gentes que huyen de la persecución y el
conflicto, tampoco deben ser convertidos en chivos
expiatorios ni en unas víctimas más de este diluvio
terrorífico que nos invade, puesto que hay que preservar la
integridad del sistema de asilo. Sería de una injusticia
tremenda, puesto que es absolutamente vital que este
continente europeo siga siendo un continente de acogida, y
eso sólo podrá ser posible si practicamos la reconciliación,
mediante proyectos conjuntos de solidaridad. Por
consiguiente, por muy fuerte que pueda ser el terror
sembrado; por muy marcada que sea la heterogeneidad de la
civilización contemporánea; tanto más grande debe ser la
proximidad de unos y de otros. Seamos, pues, promotores del
sosiego, cuando menos para disuadir a las personas de
recurrir al terror o apoyarlo, denegándoles los medios de
llevar a cabo cualquier ataque; pero tampoco releguemos de
nuestro diario existencial, la de seguir defendiendo los
derechos humanos. Somos corazón, seamos también latido
permanente en este poético desvivirse por vivir.
|