Condena rotunda, contundente y sin
paliativos, ante los crímenes terroristas execrables de
París. Francia no se merece lo que está sucediendo. Siempre
ha tenido la puerta abierta a la acogida. Cientos de miles
de inmigrantes están desarrollando allí su vida. Muchos
suceden en varias generaciones a sus predecesores
familiares, con la posesión plena de la nacionalidad
francesa.
Junto al dolor y la indignación por esta barbarie, es
momento también de redoblar los esfuerzos para encontrar o
acelerar soluciones. Unas soluciones que contribuyan a
erradicar el terrorismo, pensando en todas las medidas, pero
con serenidad y visión global del problema, por encima de la
emoción.
Medidas que tengan los efectos más inmediatos y definitivos
posibles, pero siendo realistas y sabiendo que un problema
de estas dimensiones necesita tiempo, tenacidad y la
confluencia del mayor número de participantes posibles. Nada
justifica estos hechos vandálicos y fanáticos. Las medidas
preventivas son causa suficiente, para movilizar y poner en
alerta la máxima seguridad.
Ahora bien, nada impide que se analicen determinados
comportamientos internacionales, los cuales no han
favorecido que hechos de esta naturaleza disminuyan, pero
que no justifican, en absoluto, la actuación de los
terroristas. El panorama internacional no muestra una cara
demasiado amable en diversos escenarios. Conflictos como los
de Irak, Siria, las secuelas colaterales de Libia, el
problema palestino, las desigualdades, la falta de derechos
humanos y democráticos en grandes zonas de África, han
acelerado el protagonismo de grupos extremistas y radicales.
La insuficiente actuación de organismos internacionales,
como es el caso de la ONU, que no terminan de estar a la
altura deseable. La inacción de la Unión Europea, que sigue
demostrando su incapacidad, para articular y proyectar una
política exterior común, que implemente un mayor
protagonismo ante los conflictos próximos a la puerta de
Europa. La voz de los europeos tiene que ser escuchada y
valorada. No podemos seguir divididos en actuaciones
aisladas nacionales. Problemas como el de los refugiados
deberían haber sido resueltos con más previsión, celeridad y
de un modo más satisfactorio.
En estos momentos también es necesario valorar y reconocer
la importancia del trabajo realizado por los Cuerpos y
Fuerzas de seguridad del Estado. Son una pieza clave del
escudo que defiende los principios y valores de la
democracia y la libertad. España, Francia y los países de la
Unión Europea, formamos un conjunto de países que están a la
vanguardia del concierto internacional de naciones. Tenemos
que extender nuestra ayuda y nuestra influencia, para que
ciudadanos de otros países con graves desequilibrios en
todos los órdenes, pueden desarrollarse con las mínimas
garantías democráticas y económicas.
La celebración de la cumbre del G 20 en Turquía, puede
contribuir en este orden de soluciones, dado que contra el
terrorismo, la actuación política y económica, con la
coordinación internacional permanente es algo que no debe
desaprovecharse. Pero es algo que debe ser permanente y que
genere confianza y cambios sustanciales, que ofrezca
estabilidad a los problemas económicos y de seguridad. Son
muchos los foros en los que intervenir y donde se tienen que
producir cambios. El diálogo y el respeto a todo tipo de
creencias y grupos sociales deben ser prioritarios. El mundo
no puede avanzar, ni ser libre, sin estos principios.
La unidad, la colaboración y el trabajo en equipo de todas
las fuerzas políticas y sociales que defienden la
democracia, deben ser potenciadas frente al terrorismo. Los
valores democráticos tienen que ser defendidos sin fronteras
ideológicas. En este sentido, todos los grupos políticos al
margen del signo político tienen que estar unidos. A
continuación expongo un extracto de la declaración de Pedro
Sánchez, ante todos los asistentes a la Conferencia
Política, que fue suspendida como homenaje a las víctimas de
los atentados de París:
“Hoy más que nunca, reivindicamos la fortaleza de la
libertad frente al fanatismo. Hoy más que nunca sostenemos,
cada uno de nosotros, la igualdad de todos los demócratas en
nuestra condena unánime al terrorismo. Si algo hemos
aprendido en los últimos años es que el terrorismo no conoce
fronteras, pero la convicción de todos los demócratas,
nuestra determinación de derrotar al terrorismo y nuestra
unidad tampoco conoce fronteras de ningún tipo, ni
territoriales ni ideológicas. Quienes, por medio de la
violencia, quieren destruir nuestra convivencia y nuestra
libertad solo encontrarán un muro firme de unidad en los
valores que compartimos: la justicia, la razón y el estado
de derecho prevalecerán…”
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