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OPINIÓN - JUEVES, 5 DE NOVIEMBRE DE 2015

 
OPINIÓN

Todos nos enfadamos cuando nos multan

Por Ángel Muñoz


Cualquier acusación de corrupción lleva inherente una importante gravedad. Pero si estas acusaciones son realizadas por unos funcionarios públicos sobre otros funcionarios públicos, esa gravedad se multiplica por mil.

Comprendo perfectamente a los miembros de la Asociación “Afectados por Hacienda’, ya que todos nos enfadamos cuando nos multan, ya sea Hacienda o el agente de la zona azul. Y es precisamente ese enfado el que nos puede llevar a pensar de forma distorsiona, aunque en ocasiones esa ira pueda ser legítima y estar justificada; pero cuando estamos enojados, este tipo de pensamientos actúa a modo de combustible, echan más leña al fuego. Es decir, cuando nos enfadamos, vamos perdiendo capacidad de discernimiento y se va haciendo más probable que adoptemos comportamientos agresivos, como alzar la voz, pegar algún golpe o soltar tacos o insultos. En esta situación se produce un estado emocional que incluye malestar y consiste en sentimientos subjetivos que varían en intensidad, desde la irritación moderada o enfado hasta la furia intensa o furor. No pretendo realizar una tesis científica sobre el funcionamiento de nuestro sistema nervioso, pero si intentar entender qué es lo que lleva a funcionarios pertenecientes, nada menos, que a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, a acusar a funcionarios de la AEAT de Ceuta de “corrupciones administrativas” y de “maltratar al ciudadano”, entre otras cosas.

Personalmente, me resisto a creer que todo ésto pueda ocurrir. Conozco a varios funcionarios de la Delegación de la Agencia Tributaria de Ceuta y me atrevo a asegurar que son personas honradas. Seguramente a los ‘Afectados por Hacienda’ les asista la razón en sus reclamaciones. O no. No lo sé. Quizá los funcionarios de la AEAT de Ceuta puedan haber cometido errores. O no. No lo sé.

Lo que si tengo claro es que todas las partes tienen derecho a denunciar lo que creen que es una injusticia y también tienen derecho a ser escuchados. Aunque, eso si, mejor sin enfados que nos hagan pensar de forma distorsiona. ¿Corrupción? Para eso, como bien dice CSI-F, están los tribunales.
 

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