Alhaurín de la Torre es un pueblo
situado entre la sierra de Mijas y la Hoya de Málaga,
atravesado por el río Guadalhorce y fundado por los fenicios
(procedentes de Libia).
Es un pueblo que tiene el aspecto
de ser una enorme urbanización vacacional y en sus afueras
está el Centro Penitenciario más conocido del país y que
aloja inculpados del caso Malaya de especial repercusión
social.
Pues bien, en éste pueblo, el
segundo del área metropolitana malagueña más densamente
poblado después de Antequera, se celebró el tradicional Día
de la Mochila, organizado por la Casa de Ceuta en Alhaurín
de la Torre.
Dirigida por el siempre dinámico
Pedro Contreras Segura, su presidente, congregó a un
numeroso grupo de ceutíes, con sus familiares y amigos, en
el establecimiento de restauración llamado “Los Caballas”,
donde habitualmente se reúnen.
Este establecimiento tiene un
rótulo bastante peculiar “Los Caballa”, pudiendo entenderse
que se referiría a una especia de grupo o asociación llamada
“Caballa” o que el fuerte viento, que malbarataba cabelleras
este día, se llevó la ‘S’ final… todo un misterio.
Conversaciones por doquier –que
elevaron el índice de decibelios del local, batiendo el
récord mundial por lo alto- , recuerdos a montones,
encuentros con paisanos ‘milenarios’, fotos a mansalva y
buen humor a raudales marcaron la tónica de este Día de la
Mochila coronado con una excelente paella.
Pase más tiempo con mi amigo José
Javier Rivera Ballestero, el de los patios de Ceuta,
hablando de nuestros respectivos recuerdos y pensando en
cuando visitaremos nuestra ciudad.
No es mucho lo que he de narrar
porque todo se centró en el encuentro de ceutíes, aunque la
verdad sea dicha ya vamos siendo menos…
A destacar el fuerte viento que
reinó esas horas en que algunos, sempiternos fumadores,
salíamos fuera del bar para ejercer nuestro derecho de
matarnos lentamente con el humo de los cigarrillos.
Como colofón y dada la casualidad,
¿o no lo fue?, de que un vendedor de rosas pasaba por allí,
algunas señoras se vieron gratamente sorprendidas con una
flor que un anónimo les regaló.
En fin, la vida sigue y yo
también, aunque pensando en el más allá de estas
celebraciones de unos ceutíes alejados de su tierra pero
unidos en el recuerdo y en la amistad.
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