La visión humana de la creación
conlleva un respeto hacia la propia naturaleza, que hemos de
saber administrar en su conjunto, o sea planetariamente,
acatando la belleza del ecosistema como algo propio que
debemos preservar, además, para las generaciones venideras.
Por desgracia, solemos actuar contrariamente a sus fines,
motivados por la codicia, por la arrogancia y el
engreimiento del dominio, por la estupidez del tener, sin
otro objetivo que el dañar nuestra propia existencia, que es
colectiva y de nadie en particular. Por ello, debiéramos
tomar mayor conciencia sobre la naturaleza de cada ser y su
mutua conexión con el orbe, en el que hemos de convivir
todos sin tantos tintes contaminantes. Precisamente, un
reciente informe de la Organización Mundial de la Salud
(OMS) destaca la urgente necesidad de reducir las emisiones
del carbono negro, el ozono y el metano, así como el dióxido
de carbono, los cuales contribuyen al cambio climático. Se
da la circunstancia, de que por primera vez este documento
recomienda acciones directas, encaminadas a proteger la
salud y a evitar las enfermedades y muertes prematuras, que
casi siempre afectan en mayor medida a las personas más
vulnerables. Desde hace tiempo, todos sabemos que el
resultado directo o indirecto de nuestro modo de vivir es,
cada vez, más perjudicial para la salud de la población. Sin
embargo, hasta ahora las acciones han sido más bien pasivas,
cuando no destructivas, quizás por esa falta de sentido
ético en función del bien colectivo.
Indudablemente, las consecuencias
de los cambios ambientales, ya se sufren de modo trágico en
muchos países, que nos recuerdan la gravedad de nuestra
irresponsabilidad. Está visto, que únicamente podremos
hallar respuestas adecuadas si actuamos juntos y concordes,
la humanidad toda ella. Desde luego, las acciones
prioritarias que recomienda la Organización Mundial de la
Salud, son contundentes, sobre todo a la hora de reducir las
emisiones de los vehículos a través de la implementación de
estándares sobre emisiones altas y eficiencia, así como las
políticas e inversiones para priorizar el tránsito rápido de
transporte colectivo como autobuses y trenes, además de
proporcionar estufas y combustibles alternativos más limpios
y eficientes, alentando asimismo a las poblaciones de alto y
medianos ingresos a aumentar su consumo de alimentos de
origen vegetal nutritivos, lo que podría reducir ya no sólo
las enfermedades del corazón y algunos tipos de cáncer, sino
también las emisiones de metano asociadas con algunos
alimentos de origen animal. Es más de lo mismo de siempre.
Como quiera que no podemos perder más tiempo, pues la
tierra, nuestro hábitat, parece convertirse en un inmenso
océano de inmundicias que nos dejan sin la pureza del aire
para poder vivir. Por consiguiente, tan importante como dar
una respuesta colectiva que implique a toda la especie
humana, se trata también de crear otra conciencia más
solidaria, más de encuentro, para que seamos capaces entre
todos de proteger el planeta y la familia humana.
En este sentido, pensamos que la
publicación del citado informe de la Organización Mundial de
la Salud, puede ser un paso significativo en la prevención
de enfermedades y muertes relacionadas con la contaminación
atmosférica, siempre y cuando trabajemos todos armónicamente
y nos concienciemos en global. El objetivo es concluyente:
“Para el año 2030, reducir sustancialmente el número de
muertes y enfermedades por productos químicos peligrosos y
por la contaminación del aire, el agua y el suelo”. Por otra
parte, es una buena noticia que la citada Organización esté
poniendo a prueba varios de sus enfoques de salud urbana.
Como ha dicho recientemente el Secretario General de
Naciones Unidas, “un buen diseño urbano puede ayudar a
combatir el cambio climático, reducir el efecto de los
desastres y hacer que las ciudades sean más seguras”. Se me
ocurre idéntica actuación para el desarrollo rural, con el
añadido de que aún siguen existiendo graves desigualdades en
todo el mundo entre la vida en la urbe y la vida en el
campo. Pero al fin, todo es semejante, pues el objetivo
final es mejorar la calidad de vida del planeta y conservar
su medio ambiente lo más intacto posible. En cualquier caso,
es una noticia esperanzadora que una alianza mundial
voluntaria de gobiernos, organizaciones
intergubernamentales, empresas, instituciones científicas y
la sociedad civil comprometida, conocida como la Coalición
de Aire Limpio y el Clima, trabaje duro con acciones
concretas para reducir los contaminantes climáticos,
incluyendo metano, carbono negro y muchos hidrocarburos, a
través de iniciativas de colaboración para sensibilizar,
movilizar recursos y liderar acciones transformadoras en
sectores de emisores fijos.
Sea como fuere, para dolor de toda
la humanidad empieza a ser trágico el aumento de los
migrantes, ya no sólo huyendo de las inútiles contiendas,
también abandonan sus orígenes, casi siempre sin protección
alguna, por la miseria empeorada por la degradación
ambiental. Sin duda, cuesta admitir la falta de reacciones
ante esta economía de devastación, lo que es un evidente
signo de la pérdida del sentido responsable para con
nuestros semejantes, sobre el cual ha de fundarse toda
sociedad que se precie de humana. No es de recibo ocultar
estos problemas que sufren generalmente lo más pobres, y lo
que es peor, aún no hay conciencia de la gravedad de estas
conductas que se apoderan de la tierra para sí como si fuera
suya, sin importarles el dolor que revierte sobre muchas
personas desamparadas. Pese a todo, parece que algo se mueve
en el espíritu humano de la juventud, y así, la Conferencia
de París sobre el Clima 2015, a celebrar a finales de
noviembre en Francia, reunirá el martes 3 de noviembre, en
el Auditorio de Radio France, a un millar de jóvenes de los
cinco continentes movilizados para dar a conocer sus
soluciones frente al cambio climático y hacer oír su voz
junto a los responsables políticos y económicos, lo que
contribuirá, evidentemente, a esclarecer mucho más el deseo
de acelerar la transición mundial hacia un desarrollo bajo
en emisiones de carbono.
El deterioro de la calidad
de la vida humana empieza a resentirse, en parte debido a
esta ofensa ambiental, fruto de tantas emisiones tóxicas,
sin espacios verdes suficientes, y con una ruptura total con
la naturaleza, a la que ya no sólo no atendemos, sino que
tampoco activamos como porción nuestra. En relación a este
desmembramiento, donde el mercado se ha divinizado mientras
la naturaleza se ha supeditado, estoy convencido de que el
riesgo de desastres se va a incrementar en todo el planeta
por el cambio climático. Lo cierto es que vivimos, a veces
sin saber que cohabitamos y existimos, con una sensación de
asfixia permanente, difícil de despojarnos de ella. Es de
desear, por consiguiente, que la comunidad internacional y
los diversos gobiernos del mundo, las familias y cada
persona por sí misma, sepan transformar estos ámbitos
contaminados, nocivos para todo ser humano, en lugares de
protección, con otros estilos de vida más responsables con
el entorno. Lo que produce un inmenso desconsuelo es pensar
que mientras el medio ambiente nos ha venido alertando por
nuestro caos y desorden ecológico, apenas hemos hecho nada,
pues a poco que le hubiésemos prestado atención, tendríamos
otra casa más humana y habitable para todo ser vivo. Al fin
y al cabo, una sociedad, materialmente endiosada, dispuesta
a oprimir el alma, no está en sí misma bien orientada hacia
un verdadero avance humano, respetuoso con el medio.
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