Una de las claves a partir de las
que poder estudiar el pensamiento de Karl Marx es el
concepto “lucha de clases”. El filósofo alemán llegó a la
siguiente conclusión: “La historia de la humanidad es la
historia de la lucha de clases”. Matices y concreciones
aparte, a lo que la famosa frase apunta, lejos de
manipulaciones interesadas, no es más que a la constatación
de un hecho: siempre existe un conflicto de interés entre un
grupo explotado y un grupo que explota y, en última
instancia, es ese conflicto lo que hace que la historia se
desarrolle y el mundo avance. Esto es algo mucho más
complejo y aquí sólo expongo una simplificación a grandes
rasgos. Evidentemente.
Había conflicto entre el
esclavista y el esclavo. Había conflicto entre siervo y
señor feudal. En su estudio del capitalismo (un estudio al
que podemos decir que dedicó su vida), Marx concluye que
también, independientemente de bondades o maldades de
capitalistas, existe un conflicto irremediable entre capital
y trabajo. Esto es, la propia ley del capitalismo, su
naturaleza, lo que hace capitalismo al capitalismo, tiende
inexorablemente a que el capital, para progresar, perjudique
a las clases trabajadoras. El capitalismo necesita estar
continuamente acumulando, creciendo e invirtiendo para
volver a acumular, volver a crecer y volver a invertir y en
esta naturaleza innegable todo gasto tratará de ser
reducido. Incluido el gasto del llamado “factor trabajo”.
Podrá haber factores externos (contexto internacional,
sindicatos fuertes, intervención política, etc.) a lo que es
la lógica capitalista (lo que hace que el capitalismo sea
capitalismo) que impidan, durante un tiempo determinado (por
ejemplo, durante los llamados “treinta años gloriosos”
posteriores a la II Guerra Mundial), que la ley capitalista
(ese conflicto trabajo-capital) pueda expresarse de manera
latente, siendo posible un progreso en los derechos del
mundo del trabajo a la par que un crecimiento del capital.
Pero ello no será por el capitalismo, sino por las fuerzas
que le impiden desplegar toda su lógica.
Lejos de profundizar aún más
en terreno tan teórico, de lo que quiero hablar es de algo
que me llama mucho la atención. Y es que en España tenemos,
posiblemente, a una de las derechas más marxistas del mundo.
En cada defensa discursiva que hacen de su ideología,
reconocen de manera obvia y sin rubor, su aceptación de la
teoría de la lucha de clases de Marx. Mientras que muchos
trabajadores han asumido el discurso dominante orientado a
que el explotado acepte su condición de explotado, es decir,
a que no se sienta explotado y piense de verdad que cuanto
mejor les vaya a los ricos, mejor le irá a él, los voceros
del gran capital (CEOE, Ciudadanos, PP, PSOE, FAES…)
reconocen que la realidad es muy diferente. Por eso afirman
con total normalidad (aunque el PSOE ahora, debido a la
campaña, trate de maquillarse) que elevar el salario mínimo
sería malo, que subir los impuestos a los de arriba es
populismo y traería la ruina, que hay que “crear para luego
redistribuir”, que proteger a los trabajadores dificultando
su despido es algo negativo, etc. Dicen que todo esto es
malo porque es malo para unos, para los que ellos
representan. Reconocen de manera tajante que es cierto: toda
medida encaminada a defender los intereses de los de abajo
perjudica a los de arriba. Es decir, existe un conflicto
entre unos y otros. Son marxistas que en cada intervención
le dan la razón a Karl Marx y a su lucha de clases. Sólo que
ellos optan por defender a los de arriba. Ya lo dijo Warren
Buffett, uno de los hombres más ricos del mundo: “Por
supuesto que hay lucha de clases. Pero va ganando la
nuestra”.
|