Hay fechas que se graban a fuego en el corazón y nos hacen
revivir los acontecimientos y afianzarnos en la lucha de una
entrega mayor. Fechas que hacen memoria en el hoy de lo
vivido aquel 1415. Porque Ceuta guarda en la Santísima
Virgen del Valle, como en un relicario, su historia, su
existencia, su vida… y la vida de sus gentes. No se
entendería la devoción de esta tierra si no fuese por Ella.
Ante la que los siglos se postran y en su piedra impregna
los signos de su grandeza: ¡Conquistadora regia,
portuguesiña bella!
Este auxilio sentido y vivido, Ceuta lo ha convertido en
devoción. Leyenda, historia y vida que nos invitan este año
a hacer memoria. Pero hacer memoria no es sólo recordar,
sino traer al presente lo andado, lo vivido y lo sufrido
durante todos estos años. Es acción de gracias al Señor
porque ha bendecido a su pueblo y ha mantenido su protección
con el auxilio de la Virgen del Valle. Así lo recogen las
crónicas de esta Ciudad cuando se le atribuyen milagros,
plegarias, promesas, misterios…. Porque Ceuta, que la sabe
Madre, quiso enamorarse de Ella hasta límites que no puede
medir el hombre, y quiso ensalzarla, y quiso venerarla, y
quiso convertirse en su morada. Abriendo sus puertas,
construyendo murallas y baluartes con manos santas, con la
sangre de los mártires derramada, pintando su cielo con el
color inmaculado de su manto, para que en este suelo
definitivamente se quedara.
Pero qué duda cabe que una ciudad como la nuestra, sensible
a cuanto se percibe a través de los sentidos, la devoción,
nacida como digo de la fe, tenía que buscar arraigo en la
Imagen, en la figura tangible que compendiara el ideal, la
protección infinita. Por eso presumimos de esta imagen de
centenaria belleza, de románica piedra, la más hermosa, la
más perfecta…. Y aún sabiendo que la única Virgen está en
los Cielos, sabemos lo que decimos. Presumimos de la mejor
representación que pudiéramos tener de Ella, y en esa ansia,
hemos llegado a poseer !La Conquistadora de Ceuta!
Y cómo no hablar de la Fe testimoniada tantas veces
eclipsada. Si hemos colocado su imagen en lo más alto, para
que sea símbolo patente de la fidelidad de nuestro credo.
Aquí, en este templo ésta nuestra fe. La Fe de seis siglos
enteros, que la proclaman a los cuatro vientos. A quienes la
veneran de cerca o de lejos, inmarchitable, firme ante la
tempestad y los rigores de muros viejos. No habrá quien la
abata, porque es la fe de todo un pueblo que sabe que la
tiene junto él; y que Ella aleja la tempestad y el miedo.
Llena de virtudes, del mismo Dios reflejo. De blancura sin
igual, ¡si perfecto espejo!. Bandera de Fe, Esperanza y
Caridad que son el fundamento, del Valle de nuestros
anhelos.
Después de 6oo años, volvemos a venerarla en su estado
primero. Imaginemos como pudo ser su llegada, tal y como se
pintó en el catedralicio lienzo. Qué dicha tuvieron aquellos
hombres que desde Portugal la trajeron y convertir desde
entonces a Ceuta, en un trocito de cielo.
Agradecimiento
Hoy es el aniversario de la consagración de este templo
parroquial. Fecha que marca un antes y un después en la
historia de esta Parroquia. Y es por lo que no quiero dejar
resaltar la constancia, dedicación, esfuerzos y desvelos de
todos sus miembros que día a día hacen posible que sea un
referente en la vida pastoral de la Ciudad. Ni tampoco dejar
de considerar el testimonio fiel y perseverante de todos los
sacerdotes que a lo largo de estos años han entregado su
vida ministerial junto a vosotros. Que Dios os lo pague.
Este año ha sido para vosotros un año intenso. Un año lleno
de encuentros, de celebraciones más o menos brillantes.
Destacando desde la participación litúrgica de las
parroquias y las comunidades religiosas hasta los recorridos
formativos en las verdades que constituyen los fundamentos
de la fe mariana. Cada culto, cada acto, cada iniciativa,
lleva su cariño y su devoción bien cosida. Con sello propio.
Todo ello ha venido a engrandecer discretamente, pero con
contundencia, lo que significa celebrar una efeméride de tal
calado. De nuevo FELICIDADES.
Historia de Salvación
Más allá de la historia y del tiempo hay una devoción
sincera que perdura y que es admiración por la Madre de
Dios. En ella contemplamos la luz de la gracia que de Dios
hemos recibido. Devoción que conduce a Jesucristo, el sol
que nace de lo alto. Y que lleva a tantos devotos a imitar
las virtudes que se reflejan en la vida de esta expectante
mujer. El papel de la Virgen en la historia de la salvación
tiene una importancia incomparable. Ella es modelo de fe en
mayor grado que Abraham, es ejemplo de fortaleza mejor que
Judith, y de intercesión mejor que Esther, de hecho Ella es
la presencia de Dios en medio del mundo mucho más perfecta
que el Arca de la Alianza.
Este grado tan excelso de virtud tiene su fundamento en la
especial predilección que Dios tuvo para con Ella. María
está presente en la mente de Dios desde toda la eternidad
incluso antes de crear el mundo y crear al hombre. Esto
mismo decía Juan Pablo II: “En el misterio de Cristo, María
está presente ya “antes de la creación del mundo” como
aquella que el Padre “ha elegido” como Madre de su Hijo”.
Por esto mismo, Dios crea al mundo pensando en María, o
mejor dicho, ¡Dios ensaya en la creación lo que después dará
a María! La creación entera es un ensayo de Dios hasta que
llegó a formar a María como la obra maestra de sus manos.
Todas las perfecciones y bellezas que están repartidas en
los seres, tanto terrestres como celestes, se encuentran
acumulados en Ella.
A pesar de esto, no hay nada que se pueda comparar con el
corazón de la Virgen, Dios tuvo que mirar sus entrañas de
Padre para poder darle a Ella un Corazón de Madre, de este
modo pudo amar y sigue amando a Dios de forma plena y a los
hombres tal y como Dios los ama. Ahora bien, María es
preparada por Dios para que fuera su Madre, por eso, la hace
sobre todo pura, limpia e inmaculada. Con palabras del Papa
Juan XXIII: “Como María no podía concebir algo más grande
que Dios, así el Señor no podía hacer en María cosa más
perfecta que crearla Inmaculada”.
La razón es clara, María está destinada a ser la Madre del
Dios Altísimo. El Señor se prepara una Madre para venir al
mundo tal y como lo hacen todos los hombres, por medio de
una mujer. Dios quiso saber lo que es el amor de una Madre,
quiso saber lo que se sentía en el regazo de una Madre,
quiso sentir sus besos y caricias, al fin y al cabo quiso
saber lo que se sentía al decir “Madre”. De esta forma,
María llamó con toda propiedad Hijo al que nosotros llamamos
Dios, y Dios llamó con toda propiedad también Madre a María.
Dios habitó en su seno de tal modo que el vientre de María
se convirtió en el mejor copón y el mejor cáliz en el que
pudo habitar el Altísimo. Cáliz y copón que no es ni de oro
ni de plata sino de algo mucho más valioso, costoso y
verdadero: la gracia que rebosaba a raudales en la Virgen
María. El oro es el amor que nace como un manantial del
Corazón Inmaculado de María, la plata es la belleza,
hermosura y limpieza de su alma, las perlas y los brillantes
son las virtudes y los dones del Espíritu Santo que en María
están en grado perfecto mejor que en ninguna otra criatura.
Y tras saber quién es María y vislumbrar su importancia en
la historia de la salvación y de la humanidad, tenemos que
preguntarnos dónde está la Virgen, Nuestra Señora, en qué
influye en nuestra vida. Nuestra fe nos dice “que la
Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el
curso de su vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la
gloria celestial (Bula Munificentissimus Deus, Pío XII)”.
María está ciertamente en el cielo tal y como creían
nuestros antepasados que dedicaron a Ella nuestra Catedral.
Pero María no está en el cielo desentendida de lo que nos
ocurre, más bien todo lo contrario. Ahora bien, lo que más
interesa a María y ha de hacernos gozar a nosotros es pensar
que un día viviremos juntos con Dios en el cielo.
¡Imaginemos cuánta será su hermosura, la veremos vestida de
sol, con la luna por pedestal y con una corona de estrellas!
Delante nuestra tendremos a la Madre de Dios que nos
recibirá con los brazos abiertos para acogernos como hijos
suyos. ¡Cuántos serán los pensamientos que pasarán por
nuestra mente al ver la gloria de nuestra Madre! ¡Caeremos
en la cuenta de todos los beneficios que de su mano hemos
recibido! ¡Sentiremos su amor de Madre! Y qué tendremos como
respuesta, sólo una mirada, un gesto que hará fundir nuestra
alma con la suya, que nos hará sentir a Dios como Ella lo
siente y amarlo como Ella lo ama y como no: la veremos tal y
como contemplamos esta imagen bendita, es decir,
mostrándonos a Jesucristo Señor y Dios Nuestro. María está
glorificada en el cielo tanto de cuerpo como de alma. Por
esto, el destino de los hombres no es un sinsentido
condenado a la muerte y al absurdo, siempre en cada momento,
en cada minuto, en cada segundo su corazón late por amor a
nosotros.
Ceuta, fiel a la Virgen del Valle
La Iglesia siempre ha experimentado la valiosa ayuda de la
Madre de Dios en las persecuciones y dificultades. Ya desde
los primeros tiempos de la era cristiana, prevaleció la
costumbre de invocar a la Santísima Virgen. Así lo atestigua
la oración más antigua referida a Ella. “Bajo tu amparo nos
acogemos Santa Madre de Dios, no desoigas las súplicas que
te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien líbranos de
todo peligro, oh siempre Virgen Gloriosa y Bendita”. En la
Virgen del Valle se hace vida, se hace realidad aquello que
dijera San Bernardo: “En los peligros, en las angustias, en
las dudas, piensa en María, invoca a María. No se aparte
María de tu boca, no se aparte de tu corazón; y para
conseguir los sufragios de su intercesión, no te desvíes de
los ejemplos de su virtud. No te descaminarás si le sigues,
no desesperarás si le ruegas, no te perderás si en ella
piensas. Si Ella te tiene de su mano, no caerás; si te
protege, nada tendrás que temer; no te fatigarás si es tu
guía”.
Virgen del Valle, hace varios siglos que llegaste a esta
tierra, muchos son los hijos que han implorado tu favor y
ayuda; las columnas centenarias de tu devoción son testigos
de tus gracias derramadas a raudales sobre generaciones y
generaciones de ceutíes que a tus plantas postrados pedían y
piden tu protección y amparo. Esta, tu querida Ciudad, así
como los corazones que en la distancia te aclaman como Madre
y Protectora, han experimentado y siguen experimentando tu
amor de Madre, porque si pequeña es tu imagen más grande es
tu favor, más grande tu intercesión, más grande tu auxilio,
más grande tu protección por esta tierra.
Ceuta es tu pueblo predilecto, de eso no cabe duda, no sólo
porque desde tiempo inmemorial te viene aclamando, sino
también porque fue junto a tu ermita donde nació, donde
creció su identidad y donde se escribieron las páginas más
doradas de su historia. Madre bendita hoy quiero pedirte que
mantengas en esta tu amada Ciudad encendida la llama de la
fe cristiana que nos llegó contigo. Que Ceuta no se
avergüence nunca de ser cristiana y mariana, que recuerde
siempre que lo único que la hace verdaderamente noble, leal
y fidelísima, y digna de mención es la historia que nació y
se desarrolló junto a Ti.
Ella es el fundamento seguro y cierto de tu pasado, de tu
presente y de tu futuro. “En el silencio de aquella ermita
donde, la fe cristiana se fue labrando y fue creciendo en
amor a Ti”. Verdaderamente, la piedra es testigo mudo de las
oraciones y plegarias que nosotros hijos de María Santísima
ponemos ante sus plantas, pero también es testigo de las
gracias y misericordias que la Virgen del Valle derrama
sobre sus hijos.
¡Cuántas lágrimas has enjugado! ¡Cuántas penas has
consolado! ¡Cuántas gracias has derramado! Y tus hijos
embargados por la mayor gratitud no dejan de rezarle. Por
eso vienen a verte, a rezarte o darte gracias. Subir a este
templo es ascender al cielo y porque aquí se encuentra el
sosiego, el silencio y el recogimiento, aquí se experimenta
de una forma insospechada el abrazo de nuestra alma con
Dios.
Por todo ello, de nuestros labios y nuestro corazón tiene
que brotar necesariamente la acción de gracias a la Virgen,
Nuestra Señora del Valle, por tantos y tantos beneficios
como recibimos de sus manos. ¡Ceuta se fiel a tu historia,
sé fiel a tu Madre!
Dios es el auténtico auxilio del hombre, su verdadero apoyo
en la vida, pero… a través de María nos ha venido esa ayuda,
pues Ella es medianera de todas las gracias. En el relato de
las bodas de Caná, el evangelista San Juan, nos muestra el
auxilio que la Santísima Virgen presta sin cesar a la
Iglesia, fortaleciendo la fe de los cristianos y
socorriéndolos en las necesidades. Aquí quedó recogido el
momento de la delicadeza y la finura, de la ternura y
solicitud que sólo una madre conoce y sabe desgranar. El
espíritu fino de María está en el entorno, en el cuidado de
los otros y sus necesidades. Nadie había notado aún nada.
“No tienen vino”. Ella atenta, con su solicitud y
observación de antelación, acude a remediar y cubrir el
apuro que sobreviene a los esposos.
Como en las bodas de Caná, en Ceuta, cuando se ha agotado
todo lo que podía alegrar la fiesta, siempre habrá una
tinaja en la que, por la intercesión de la Santísima Virgen,
pueda realizarse el milagro. Ya sabemos que no es la Virgen
la que hace los milagros, atributo exclusivo de Dios, ¡pero,
qué bien sabemos nosotros, cómo se las arregla para
conseguir esos milagros de su Hijo!
A Ella no le decimos “dame”; a ella le decimos “ruega por
nosotros” y ni eso, como Madre preocupada por cada uno de
sus hijos, se da cuenta que ya no tenemos vino y convence a
Jesús que nos convierta nuestra agua en vino, aunque todavía
no sea su hora.
Después de tantos años, debemos seguir invocando la
intercesión de la Virgen del Valle, ante los nuevos
peligros, amenazas y persecuciones. Desde Juan I de Portugal
hasta nuestros días la tendremos que seguir invocando
incesantemente, porque nuestra fe camina entre tinieblas y
sombras de muerte. Pero ella nos sigue mostrando cómo Dios
es siempre la más valiosa de las garantías. Que no oprime
con sus planes nuestra vida sino que la eleva y hace grande.
Hoy tenemos una gran necesidad de invocarla frente a la
resignación, al desconsuelo, al abatimiento y al desánimo.
Ella es signo de alivio y aliento en las noches de
oscuridad. Que bien conocemos nosotros esta misión maternal
de María cuando anclamos en Ella súplicas y anhelos de los
corazones filiales que confían sus deseos y sus sueños a la
Madre del Cielo.
De nuevo, nuestro pueblo sigue caminando entre peligros,
amenazas y persecuciones. No podemos sucumbir a Ellas, sino
elevar de nuevo nuestra mirada a la Virgen y la oración de
nuestro corazón a Dios, para que nos libre de todo mal.
… tantos que se contentan con seguir las corrientes de moda,
se cobijan en el interés inmediato, olvidando la justicia
verdadera, o se refugian en pareceres propios en vez de
buscar la verdad sin adjetivos.
Cada vez son más quienes piensan y afirman que Dios impide
nuestra libertad, que nos limita el espacio de nuestra vida
con todos sus mandamientos. Y que por tanto debe
desaparecer; que lo mejor es ser autónomos, independientes;
que sin este Dios nosotros seremos dioses, y haremos lo que
nos plazca. Sin embargo, cuando Dios desaparece, el hombre
no llega a ser más grande; al contrario, pierde la dignidad,
pierde el esplendor de Dios en su rostro.
…Sí, hay muchos que, creyéndose dioses, piensan no tener
necesidad de más raíces ni cimientos que ellos mismos.
Desearían decidir por sí solos lo que es verdad o no, lo que
es bueno o malo, lo justo o lo injusto; decidir quién es
digno de vivir o puede ser sacrificado en aras de otras
preferencias; dar en cada instante un paso al azar, sin
rumbo fijo, dejándose llevar por el impulso de cada momento.
Virgen del Valle, tus ojos son y serán siempre para esta
Tierra. Enséñanos a amarte, a quererte y alabarte porque a
veces creemos que te amamos pero no dejan de ser
sentimientos pasajeros que no van a ningún lado. Después de
tantos años te confiamos nuestra existencia y todo cuanto
somos y tenemos. Tenemos que agradecerle todo lo que en
nuestra vida hay de bueno y de valioso. Madre querida,
queremos amarte, queremos sentir tu calor maternal, queremos
sentirnos tus hijos, ayúdanos, enséñanos a caminar por esta
vida, muéstranos al fruto bendito de tu vientre que nos haga
dichosos, que nos haga santos.
Y ahora, como en su día calló la palabra anunciadora del
Arcángel San Gabriel cuando se hizo presente la realidad de
lo anunciado. Yo callo también para que siga hablando la
historia de esta devoción.
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