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OPINIÓN - DOMINGO, 4 DE OCTUBRE DE 2015

 
OPINIÓN / COLABORACION

Ceuta guarda en la Santísima Virgen del Valle su historia

Por Francisco Jesús Fernández Alcedo


Hay fechas que se graban a fuego en el corazón y nos hacen revivir los acontecimientos y afianzarnos en la lucha de una entrega mayor. Fechas que hacen memoria en el hoy de lo vivido aquel 1415. Porque Ceuta guarda en la Santísima Virgen del Valle, como en un relicario, su historia, su existencia, su vida… y la vida de sus gentes. No se entendería la devoción de esta tierra si no fuese por Ella. Ante la que los siglos se postran y en su piedra impregna los signos de su grandeza: ¡Conquistadora regia, portuguesiña bella!

Este auxilio sentido y vivido, Ceuta lo ha convertido en devoción. Leyenda, historia y vida que nos invitan este año a hacer memoria. Pero hacer memoria no es sólo recordar, sino traer al presente lo andado, lo vivido y lo sufrido durante todos estos años. Es acción de gracias al Señor porque ha bendecido a su pueblo y ha mantenido su protección con el auxilio de la Virgen del Valle. Así lo recogen las crónicas de esta Ciudad cuando se le atribuyen milagros, plegarias, promesas, misterios…. Porque Ceuta, que la sabe Madre, quiso enamorarse de Ella hasta límites que no puede medir el hombre, y quiso ensalzarla, y quiso venerarla, y quiso convertirse en su morada. Abriendo sus puertas, construyendo murallas y baluartes con manos santas, con la sangre de los mártires derramada, pintando su cielo con el color inmaculado de su manto, para que en este suelo definitivamente se quedara.

Pero qué duda cabe que una ciudad como la nuestra, sensible a cuanto se percibe a través de los sentidos, la devoción, nacida como digo de la fe, tenía que buscar arraigo en la Imagen, en la figura tangible que compendiara el ideal, la protección infinita. Por eso presumimos de esta imagen de centenaria belleza, de románica piedra, la más hermosa, la más perfecta…. Y aún sabiendo que la única Virgen está en los Cielos, sabemos lo que decimos. Presumimos de la mejor representación que pudiéramos tener de Ella, y en esa ansia, hemos llegado a poseer !La Conquistadora de Ceuta!

Y cómo no hablar de la Fe testimoniada tantas veces eclipsada. Si hemos colocado su imagen en lo más alto, para que sea símbolo patente de la fidelidad de nuestro credo. Aquí, en este templo ésta nuestra fe. La Fe de seis siglos enteros, que la proclaman a los cuatro vientos. A quienes la veneran de cerca o de lejos, inmarchitable, firme ante la tempestad y los rigores de muros viejos. No habrá quien la abata, porque es la fe de todo un pueblo que sabe que la tiene junto él; y que Ella aleja la tempestad y el miedo. Llena de virtudes, del mismo Dios reflejo. De blancura sin igual, ¡si perfecto espejo!. Bandera de Fe, Esperanza y Caridad que son el fundamento, del Valle de nuestros anhelos.

Después de 6oo años, volvemos a venerarla en su estado primero. Imaginemos como pudo ser su llegada, tal y como se pintó en el catedralicio lienzo. Qué dicha tuvieron aquellos hombres que desde Portugal la trajeron y convertir desde entonces a Ceuta, en un trocito de cielo.

Agradecimiento

Hoy es el aniversario de la consagración de este templo parroquial. Fecha que marca un antes y un después en la historia de esta Parroquia. Y es por lo que no quiero dejar resaltar la constancia, dedicación, esfuerzos y desvelos de todos sus miembros que día a día hacen posible que sea un referente en la vida pastoral de la Ciudad. Ni tampoco dejar de considerar el testimonio fiel y perseverante de todos los sacerdotes que a lo largo de estos años han entregado su vida ministerial junto a vosotros. Que Dios os lo pague.

Este año ha sido para vosotros un año intenso. Un año lleno de encuentros, de celebraciones más o menos brillantes. Destacando desde la participación litúrgica de las parroquias y las comunidades religiosas hasta los recorridos formativos en las verdades que constituyen los fundamentos de la fe mariana. Cada culto, cada acto, cada iniciativa, lleva su cariño y su devoción bien cosida. Con sello propio.

Todo ello ha venido a engrandecer discretamente, pero con contundencia, lo que significa celebrar una efeméride de tal calado. De nuevo FELICIDADES.

Historia de Salvación

Más allá de la historia y del tiempo hay una devoción sincera que perdura y que es admiración por la Madre de Dios. En ella contemplamos la luz de la gracia que de Dios hemos recibido. Devoción que conduce a Jesucristo, el sol que nace de lo alto. Y que lleva a tantos devotos a imitar las virtudes que se reflejan en la vida de esta expectante mujer. El papel de la Virgen en la historia de la salvación tiene una importancia incomparable. Ella es modelo de fe en mayor grado que Abraham, es ejemplo de fortaleza mejor que Judith, y de intercesión mejor que Esther, de hecho Ella es la presencia de Dios en medio del mundo mucho más perfecta que el Arca de la Alianza.

Este grado tan excelso de virtud tiene su fundamento en la especial predilección que Dios tuvo para con Ella. María está presente en la mente de Dios desde toda la eternidad incluso antes de crear el mundo y crear al hombre. Esto mismo decía Juan Pablo II: “En el misterio de Cristo, María está presente ya “antes de la creación del mundo” como aquella que el Padre “ha elegido” como Madre de su Hijo”.

Por esto mismo, Dios crea al mundo pensando en María, o mejor dicho, ¡Dios ensaya en la creación lo que después dará a María! La creación entera es un ensayo de Dios hasta que llegó a formar a María como la obra maestra de sus manos. Todas las perfecciones y bellezas que están repartidas en los seres, tanto terrestres como celestes, se encuentran acumulados en Ella.

A pesar de esto, no hay nada que se pueda comparar con el corazón de la Virgen, Dios tuvo que mirar sus entrañas de Padre para poder darle a Ella un Corazón de Madre, de este modo pudo amar y sigue amando a Dios de forma plena y a los hombres tal y como Dios los ama. Ahora bien, María es preparada por Dios para que fuera su Madre, por eso, la hace sobre todo pura, limpia e inmaculada. Con palabras del Papa Juan XXIII: “Como María no podía concebir algo más grande que Dios, así el Señor no podía hacer en María cosa más perfecta que crearla Inmaculada”.

La razón es clara, María está destinada a ser la Madre del Dios Altísimo. El Señor se prepara una Madre para venir al mundo tal y como lo hacen todos los hombres, por medio de una mujer. Dios quiso saber lo que es el amor de una Madre, quiso saber lo que se sentía en el regazo de una Madre, quiso sentir sus besos y caricias, al fin y al cabo quiso saber lo que se sentía al decir “Madre”. De esta forma, María llamó con toda propiedad Hijo al que nosotros llamamos Dios, y Dios llamó con toda propiedad también Madre a María.

Dios habitó en su seno de tal modo que el vientre de María se convirtió en el mejor copón y el mejor cáliz en el que pudo habitar el Altísimo. Cáliz y copón que no es ni de oro ni de plata sino de algo mucho más valioso, costoso y verdadero: la gracia que rebosaba a raudales en la Virgen María. El oro es el amor que nace como un manantial del Corazón Inmaculado de María, la plata es la belleza, hermosura y limpieza de su alma, las perlas y los brillantes son las virtudes y los dones del Espíritu Santo que en María están en grado perfecto mejor que en ninguna otra criatura. Y tras saber quién es María y vislumbrar su importancia en la historia de la salvación y de la humanidad, tenemos que preguntarnos dónde está la Virgen, Nuestra Señora, en qué influye en nuestra vida. Nuestra fe nos dice “que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial (Bula Munificentissimus Deus, Pío XII)”.

María está ciertamente en el cielo tal y como creían nuestros antepasados que dedicaron a Ella nuestra Catedral. Pero María no está en el cielo desentendida de lo que nos ocurre, más bien todo lo contrario. Ahora bien, lo que más interesa a María y ha de hacernos gozar a nosotros es pensar que un día viviremos juntos con Dios en el cielo.

¡Imaginemos cuánta será su hermosura, la veremos vestida de sol, con la luna por pedestal y con una corona de estrellas! Delante nuestra tendremos a la Madre de Dios que nos recibirá con los brazos abiertos para acogernos como hijos suyos. ¡Cuántos serán los pensamientos que pasarán por nuestra mente al ver la gloria de nuestra Madre! ¡Caeremos en la cuenta de todos los beneficios que de su mano hemos recibido! ¡Sentiremos su amor de Madre! Y qué tendremos como respuesta, sólo una mirada, un gesto que hará fundir nuestra alma con la suya, que nos hará sentir a Dios como Ella lo siente y amarlo como Ella lo ama y como no: la veremos tal y como contemplamos esta imagen bendita, es decir, mostrándonos a Jesucristo Señor y Dios Nuestro. María está glorificada en el cielo tanto de cuerpo como de alma. Por esto, el destino de los hombres no es un sinsentido condenado a la muerte y al absurdo, siempre en cada momento, en cada minuto, en cada segundo su corazón late por amor a nosotros.

Ceuta, fiel a la Virgen del Valle

La Iglesia siempre ha experimentado la valiosa ayuda de la Madre de Dios en las persecuciones y dificultades. Ya desde los primeros tiempos de la era cristiana, prevaleció la costumbre de invocar a la Santísima Virgen. Así lo atestigua la oración más antigua referida a Ella. “Bajo tu amparo nos acogemos Santa Madre de Dios, no desoigas las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, oh siempre Virgen Gloriosa y Bendita”. En la Virgen del Valle se hace vida, se hace realidad aquello que dijera San Bernardo: “En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María. No se aparte María de tu boca, no se aparte de tu corazón; y para conseguir los sufragios de su intercesión, no te desvíes de los ejemplos de su virtud. No te descaminarás si le sigues, no desesperarás si le ruegas, no te perderás si en ella piensas. Si Ella te tiene de su mano, no caerás; si te protege, nada tendrás que temer; no te fatigarás si es tu guía”.

Virgen del Valle, hace varios siglos que llegaste a esta tierra, muchos son los hijos que han implorado tu favor y ayuda; las columnas centenarias de tu devoción son testigos de tus gracias derramadas a raudales sobre generaciones y generaciones de ceutíes que a tus plantas postrados pedían y piden tu protección y amparo. Esta, tu querida Ciudad, así como los corazones que en la distancia te aclaman como Madre y Protectora, han experimentado y siguen experimentando tu amor de Madre, porque si pequeña es tu imagen más grande es tu favor, más grande tu intercesión, más grande tu auxilio, más grande tu protección por esta tierra.

Ceuta es tu pueblo predilecto, de eso no cabe duda, no sólo porque desde tiempo inmemorial te viene aclamando, sino también porque fue junto a tu ermita donde nació, donde creció su identidad y donde se escribieron las páginas más doradas de su historia. Madre bendita hoy quiero pedirte que mantengas en esta tu amada Ciudad encendida la llama de la fe cristiana que nos llegó contigo. Que Ceuta no se avergüence nunca de ser cristiana y mariana, que recuerde siempre que lo único que la hace verdaderamente noble, leal y fidelísima, y digna de mención es la historia que nació y se desarrolló junto a Ti.

Ella es el fundamento seguro y cierto de tu pasado, de tu presente y de tu futuro. “En el silencio de aquella ermita donde, la fe cristiana se fue labrando y fue creciendo en amor a Ti”. Verdaderamente, la piedra es testigo mudo de las oraciones y plegarias que nosotros hijos de María Santísima ponemos ante sus plantas, pero también es testigo de las gracias y misericordias que la Virgen del Valle derrama sobre sus hijos.

¡Cuántas lágrimas has enjugado! ¡Cuántas penas has consolado! ¡Cuántas gracias has derramado! Y tus hijos embargados por la mayor gratitud no dejan de rezarle. Por eso vienen a verte, a rezarte o darte gracias. Subir a este templo es ascender al cielo y porque aquí se encuentra el sosiego, el silencio y el recogimiento, aquí se experimenta de una forma insospechada el abrazo de nuestra alma con Dios.

Por todo ello, de nuestros labios y nuestro corazón tiene que brotar necesariamente la acción de gracias a la Virgen, Nuestra Señora del Valle, por tantos y tantos beneficios como recibimos de sus manos. ¡Ceuta se fiel a tu historia, sé fiel a tu Madre!

Dios es el auténtico auxilio del hombre, su verdadero apoyo en la vida, pero… a través de María nos ha venido esa ayuda, pues Ella es medianera de todas las gracias. En el relato de las bodas de Caná, el evangelista San Juan, nos muestra el auxilio que la Santísima Virgen presta sin cesar a la Iglesia, fortaleciendo la fe de los cristianos y socorriéndolos en las necesidades. Aquí quedó recogido el momento de la delicadeza y la finura, de la ternura y solicitud que sólo una madre conoce y sabe desgranar. El espíritu fino de María está en el entorno, en el cuidado de los otros y sus necesidades. Nadie había notado aún nada. “No tienen vino”. Ella atenta, con su solicitud y observación de antelación, acude a remediar y cubrir el apuro que sobreviene a los esposos.

Como en las bodas de Caná, en Ceuta, cuando se ha agotado todo lo que podía alegrar la fiesta, siempre habrá una tinaja en la que, por la intercesión de la Santísima Virgen, pueda realizarse el milagro. Ya sabemos que no es la Virgen la que hace los milagros, atributo exclusivo de Dios, ¡pero, qué bien sabemos nosotros, cómo se las arregla para conseguir esos milagros de su Hijo!

A Ella no le decimos “dame”; a ella le decimos “ruega por nosotros” y ni eso, como Madre preocupada por cada uno de sus hijos, se da cuenta que ya no tenemos vino y convence a Jesús que nos convierta nuestra agua en vino, aunque todavía no sea su hora.

Después de tantos años, debemos seguir invocando la intercesión de la Virgen del Valle, ante los nuevos peligros, amenazas y persecuciones. Desde Juan I de Portugal hasta nuestros días la tendremos que seguir invocando incesantemente, porque nuestra fe camina entre tinieblas y sombras de muerte. Pero ella nos sigue mostrando cómo Dios es siempre la más valiosa de las garantías. Que no oprime con sus planes nuestra vida sino que la eleva y hace grande.

Hoy tenemos una gran necesidad de invocarla frente a la resignación, al desconsuelo, al abatimiento y al desánimo. Ella es signo de alivio y aliento en las noches de oscuridad. Que bien conocemos nosotros esta misión maternal de María cuando anclamos en Ella súplicas y anhelos de los corazones filiales que confían sus deseos y sus sueños a la Madre del Cielo.

De nuevo, nuestro pueblo sigue caminando entre peligros, amenazas y persecuciones. No podemos sucumbir a Ellas, sino elevar de nuevo nuestra mirada a la Virgen y la oración de nuestro corazón a Dios, para que nos libre de todo mal.

… tantos que se contentan con seguir las corrientes de moda, se cobijan en el interés inmediato, olvidando la justicia verdadera, o se refugian en pareceres propios en vez de buscar la verdad sin adjetivos.

Cada vez son más quienes piensan y afirman que Dios impide nuestra libertad, que nos limita el espacio de nuestra vida con todos sus mandamientos. Y que por tanto debe desaparecer; que lo mejor es ser autónomos, independientes; que sin este Dios nosotros seremos dioses, y haremos lo que nos plazca. Sin embargo, cuando Dios desaparece, el hombre no llega a ser más grande; al contrario, pierde la dignidad, pierde el esplendor de Dios en su rostro.

…Sí, hay muchos que, creyéndose dioses, piensan no tener necesidad de más raíces ni cimientos que ellos mismos. Desearían decidir por sí solos lo que es verdad o no, lo que es bueno o malo, lo justo o lo injusto; decidir quién es digno de vivir o puede ser sacrificado en aras de otras preferencias; dar en cada instante un paso al azar, sin rumbo fijo, dejándose llevar por el impulso de cada momento.

Virgen del Valle, tus ojos son y serán siempre para esta Tierra. Enséñanos a amarte, a quererte y alabarte porque a veces creemos que te amamos pero no dejan de ser sentimientos pasajeros que no van a ningún lado. Después de tantos años te confiamos nuestra existencia y todo cuanto somos y tenemos. Tenemos que agradecerle todo lo que en nuestra vida hay de bueno y de valioso. Madre querida, queremos amarte, queremos sentir tu calor maternal, queremos sentirnos tus hijos, ayúdanos, enséñanos a caminar por esta vida, muéstranos al fruto bendito de tu vientre que nos haga dichosos, que nos haga santos.

Y ahora, como en su día calló la palabra anunciadora del Arcángel San Gabriel cuando se hizo presente la realidad de lo anunciado. Yo callo también para que siga hablando la historia de esta devoción.
 

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