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OPINIÓN - SÁBADO, 26 DE SEPTIEMBRE DE 2015

 
OPINIÓN / EDITORIAL

El aumento de la petición de asilo

En estos casi diez meses de 2015 Ceuta ha recibido cerca de cuatrocientas solicitudes de protección internacional, bastante más que las registradas durante el mismo periodo de 2014, esto pone de manifiesto la presión migratoria que sufre la ciudad y el notable empeoramiento de la crisis humanitaria. Hasta fechas recientes, la materia del asilo y refugio ha pasado prácticamente desapercibida para la mayor parte de los ciudadanos, que tenían un conocimiento vago y lejano de la problemática de los refugiados y no la sentían como una cuestión preocupante para España, ni siquiera para Europa. El asilo quedaba camuflado o escondido dentro del amplio abanico de la emigración, hasta el punto de que si se hubiera hecho una encuesta preguntando a la gente de la calle qué es un refugiado, la mayoría no habría sabido contestar con un mínimo de precisión, o a lo sumo habría respondido que es alguien que viene a España para mejorar su vida, como si el asilo fuera un tema de simple mejora de condiciones económicas. Resulta, no obstante, llamativo que, seguramente por desconocimiento, la acogida a los refugiados se está planteando desde una perspectiva equivocada por incompleta, cual es la de la filantropía. Personas y colectividades sin duda bienintencionadas hablan y no paran sobre la necesidad de recibir y amparar a las muchedumbres que se agolpan ante las fronteras de la vieja Europa huyendo de conflictos cuya intensidad no podemos ni imaginar, pero lo hacen desde la perspectiva de un deber moral. Perspectiva tan pulcra como peligrosa. En definitiva, la protección a los refugiados es más que un deber moral o un acto de humanidad. Es sencillamente, insisto, una obligación jurídica para el Estado español, al igual que para los demás Estados de la Unión Europea, que han aceptado regirse por la Convención de Ginebra y por el corpus normativo derivado de ella, y han de ser coherentes con sus propias decisiones.
 

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