En cualquier manifestación, reivindicación, demanda, en fin,
declaración que se precie en la que intervengan inmigrantes,
invariablemente aparecen pancartas con la leyenda “Otra
Europa es posible”. Naturalmente todas esas reivindicaciones
y manifestaciones con sus pancartas y eslóganes son
alentadas, dirigidas y puestas en escena por ONGs de
diferente pelo, sindicalistas, integrantes del partido
comunista y socialista, antisistemas y de extrema izquierda.
Se insiste con machaconería en la creación de una nueva
conciencia multicultural y multirracial y en enseñar a los
niños la realidad de la diversidad y la riqueza de las
diferencias. Se insiste en construir puentes, derribar
barreras, eliminar fronteras, no creer en fronteras ni en
identidades, eliminar el sentimiento nacional de
pertenencia, erradicar la ignorancia y rechazar el miedo a
lo desconocido. Ese es el discurso de dirigentes y
ciudadanos procedentes de países de la negritud y de los
arabo-islámicos, apoyados y alentados, aquí en Europa, por
ONGs, la izquierda y la extrema izquierda, por
sindicalistas, antisistemas, así como por miembros de la
iglesia católica y el ‘periodismo lacayo’. Pero todo ello ha
de ser puesto en práctica en Europa, nunca en los países
arabo-islámicos ni en los países de la negritud. La razón
última y profunda que se esconde detrás de esta actitud es
hacer que el europeo se sienta culpable de todas las
miserias que afligen a esos países de donde proceden los
inmigrantes y, de este modo, abrirles las fronteras, y
acogerlos, esa es la penitencia que les han impuesto a los
europeos para pagar por sus culpas respecto de esos países
africanos y arabo-islámicos.
¿Qué le sucede a esta Europa que
hay quienes dicen que otra Europa es posible? Pero ¿no
decían que esta Europa es el lugar del mundo en que mejor se
vive y hay leyes que amparan a todos los ciudadanos sean del
color, de la religión, de la etnia que sean? ¿No es esta
Europa un remanso de paz respecto de otros lugares desde la
caída del Muro de Berlín? ¿No estamos viendo que todos los
africanos y los asiáticos se parten el culo y arriesgan la
vida por venir a esta Europa que no les gusta? ¿No están
siendo acogidos por esta Europa que no les gusta? Entonces,
¿por qué dan la tabarra una y otra vez con que “Otra Europa
es posible”? ¿Qué otra Europa desean esos inmigrantes, cuya
inmensa mayoría ha entrado ilegalmente, apoyados por ONGs y
sus secuaces? ¿Por qué no gritan que “Otra África es
posible” o que “otros países arabo-islámicos son posibles”?
Si no están a gusto con la Europa que se han encontrado,
¿por qué no se vuelven a sus respectivos países y gritan,
allí, a voz en cuello que “otro país es posible”? Lo que
sucede en realidad es que esos inmigrantes africanos y
asiáticos desean, en primer lugar, entrar en Europa
ilegalmente, sin ningún requisito, ni documentación, ni
visas, ni permisos de trabajo, que Europa sea un huerto sin
vallar, y, en segundo lugar, trasplantar sus países de
origen a Europa, es decir, recrear sus costumbres, sus
hábitos, sus tradiciones, etcétera, en los diferentes países
europeos, soslayando las costumbres, los hábitos, las
tradiciones o incluso la religión con que se encuentran en
Europa, y si hallan resistencia por parte de los europeos a
dejarse ser laminados y suplantados por gentes y costumbres
extrañas, entonces, rompen la baraja, sacan a pasear el
racismo, la xenofobia y el fascismo. Pero olvidan que nadie
les ha llamado aquí, han venido por su elección. Deberían
prestar oído a Quevedo cuando en “La historia de la vida del
Buscón” escribe que “Nunca mejora su estado quien muda
solamente de lugar y no de vida y costumbres”. Pero, claro,
estimo que la inmensa mayoría de africanos y asiáticos que
están entrando, o los que ya están aquí, nunca han leído a
Quevedo y, por supuesto, vienen dispuestos a trasplantar sus
países respectivos en los países europeos, y, como
inevitablemente encontrarán resistencia y oposición, irán de
cabeza al gueto con los de su estirpe y condición, y,
obviamente, supondrán una rémora para el país que los ha
acogido. Pruebas de ello no faltan en la actualidad.
En estos días, Europa hace frente
a una avalancha de refugiados procedentes de todos los
países del Tercer Mundo, ya sean africanos o asiáticos. Todo
ello es debido a la actitud estúpida, irresponsable y necia
de los dirigentes de la Unión Europea y de la canciller
alemana Angela Merkel. Enarbolan la solidaridad para
justificar una política de puertas abiertas para acoger a
todos aquellos que deseen buscarse un lugar al sol en
Europa. Cada cual puede buscar consuelo, tranquilizar su
conciencia, donde y como mejor crea conveniente, pero, eso
sí, nada puede contra la realidad. Y la realidad es que nos
engañan con la peregrina idea de que “rompiendo fronteras”
el mundo será mejor, pero, en realidad, como se está viendo
en estos días, esta actitud de fronteras abiertas a donde
nos conduce es al abismo, empujados por el capitalismo
salvaje internacional (que necesita esa mano de obra
inmigrante para satisfacer sus deseos de aumentar sus
cuentas de beneficios aún más) al amparo de los grandes
poderes fácticos de tinte anglo-masónico-sionista. Negar a
estas alturas que Europa es objeto de una descarada
colonización y negar que la actitud de los dirigentes de la
UE y de Angela Merkel está llevando a cabo un proyecto de
genocidio contra los pueblos europeos no se sostiene. Esta
avalancha de refugiados y de inmigrantes ilegales es a todas
luces auspiciada por la UE. Todas esas declaraciones
optimistas de la canciller alemana y de los dirigentes
europeos respecto de esta avalancha de refugiados no son más
que optimismo barato. Enarbolan el sentimiento y la
demagogia para explicar esta actitud de fronteras abiertas.
Son una panda de necios incurables al declarar que estas
avalanchas y las que se esperan no tendrán consecuencias
perversas para Europa. Cuando las cañas de bienvenida, los
vítores, los regalos, los aplausos, las acogidas a los
refugiados se vuelvan, más pronto que tarde, lanzas de
rechazo, de exclusión, entonces, ya sacarán a pasear a la
ultraderecha y a los nazis, pero se equivocarán, será tan
solo consecuencia de la ley de acción-reacción. En otras
palabras, cuando los ciudadanos se agrupen y se manifiesten
para defender su derecho a las fronteras cerradas, a la
seguridad interior en el propio país, a la defensa del
propio territorio, al derecho a no ser invadidos, ni
repoblados, ni colonizados, entonces, a esa postura la
llamarán extrema derecha, racismo, xenofobia y nazismo.
Pero, insisto, se equivocarán: será una consecuencia de la
ley de acción-reacción.
Para tratar de que el
ciudadano europeo pueda digerir sin alarmarse estas
avalanchas de extranjeros procedentes del Tercer Mundo, los
dirigentes de la UE y la canciller alemana Merkel nos
recuerdan el trasiego de refugiados en la II Guerra Mundial
y al finalizar ésta. Pero, claro, ninguno de ellos hace
referencia a que aquellos refugiados eran europeos, y estos
son asiáticos y africanos y en su inmensa mayoría de
religión islámica, y ya sabemos que el Islam tiene difícil
encaje en las sociedades europeas, y eso no es lo peor, sino
que el Islam históricamente ha intentado una y otra vez
poner un pie en Europa y, siempre, ha sido rechazado,
recordemos la Reconquista y los sitios de Viena –1529-32 y
1683– con el Imperio Otomano. Por otro lado, no todos esos
refugiados proceden de Siria, se está comprobando que los
hay de Afganistán, de Libia, de Marruecos, de Irak, hasta de
la lejana Eritrea y del África negra. Se han encontrado
documentos de identidad rotos en las inmediaciones de la
frontera con Hungría, incluso con las fotos de sus
beneficiarios. A todo esto, el ministro del Interior alemán,
Thomas de Maizière, manifestó con cara de preocupación que
no es improbable que entre los refugiados se hayan colado en
Alemania “cientos de salafistas”. Es más, no pocos asilados
abandonan subrepticiamente los centro de acogida con destino
incierto, y, recientemente, peticionarios de asilo que se
dirigían en tren a Berlín accionaron el freno de emergencia,
en pleno campo y de noche. Cuando el tren se detuvo,
desaparecieron alrededor de 180 individuos. No es la primera
vez que esto sucede. Y como colofón, el presidente de la
Oficina Federal para la Migración y los Refugiados, Manfred
Schmidt, dimitió el 17 de este mes de septiembre. Alegó
motivos personales, cómo no. Al final, como siempre, cuando
la verdad se imponga, los crédulos serán los primeros en
huir despavoridos. Al tiempo.
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