Y es que los datos que aportan
desde el Programa Internacional para la Evaluación de los
Alumnos (Programmefor International Student Assessment,
PISA), no permiten sacar conclusiones firmes. Por un lado,
parece que los países que siempre son ejemplo de calidad de
enseñanza, como Finlandia, se distinguen también por ser
aquellos cuyos alumnos dedican menor número de horas
semanales a los “deberes”. Pero, por otro lado, sobre la
puntuación (por ejemplo en matemáticas) que obtienen los
alumnos de países donde hay más o menos horas de tarea
escolar, dice textualmente el informe, “los estudiantes que
dedican más tiempo a los deberes obtienen, en general,
mejores resultados en las evaluaciones”. España, por hablar
de lo más próximo, supera en más de una hora semanal la
media de los países de OCDE en cuanto a número de horas
dedicadas por los estudiantes a las tareas después de clase:
(OCDE: 5 horas; España: 6,3). La nota en matemáticas en la
evaluación PISA, sin embargo, está por debajo de la media de
la OCDE. En el caso español, por tanto, tampoco se cumple
que a más horas de deberes, mejores puntuaciones.
La cuestión respecto a si es
perjudicial o beneficioso poner tarea “para casa” a los
estudiantes obtiene una respuesta políticamente correcta por
parte de los responsables del informe PISA: “los deberes
representan una posibilidad suplementaria de aprendizaje”.
Los psicólogos que se ocupan del asunto son más concretos:
las tareas escolares son imprescindibles para el
aprendizaje. Harris Cooper, por ejemplo, profesor de
psicología y neurociencia en la Universidad de Duke (EE.UU.)
analizó con sus colegas Jorgianne Civey Robinson y Erika A.
Patall decenas de estudios realizados durante 16 años
(1987-2003) para examinar si la tarea escolar es beneficiosa
para los estudiantes y qué cantidades son las más
apropiadas. ¿Conclusiones? Resumidamente: el estudiante
promedio que hizo deberes tuvo una puntuación en los
exámenes más alta que los estudiantes que no los hicieron;
una pequeña cantidad ayuda a los estudiantes de la escuela
primaria a construir hábitos de estudio; y el rendimiento de
los alumnos de secundaria empieza a ser decreciente cuando
las tareas sobrepasan los 90 minutos diarios.
Algunos de los argumentos en
contra de los deberes, por parte de los detractores, se
refieren a cuatro aspectos fundamentales: el hartazgo de los
alumnos (pérdida de interés, fatiga emocional, recorte de
tiempos de ocio); la interferencia de los padres (presiones,
confusión de roles); la potenciación de las “trampas” (copia
de otros alumnos), y el aumento de la brecha entre alumnos
con mayores o menores rendimientos.
Estas apreciaciones llevaron, por
ejemplo, a una sonada “huelga de deberes” en Francia (marzo
de 2012), pero debe tenerse en cuenta que en el país galo
las tareas extraescolares están prohibidas en el tramo entre
los 6 y los 11 años y la protesta, a la que se unieron
algunos docentes e inspectores de educación, fue
principalmente porque muchos profesores se saltaban esa
normativa.
A favor con condiciones
Deberes sí, opinan otros
colectivos, pero con racionalidad y con volumen adecuado al
alumno y al curso que realiza. Es imprescindible, explican,
que haya coordinación entre profesores para que la cantidad
de tareas asignadas no exija prolongar exhaustivamente la
jornada de estudio; que se tenga en cuenta la individualidad
de cada alumno (“si un estudiante ya ha dominado el
concepto, la práctica adicional no contribuye a aumentar el
rendimiento. Si un estudiante no entiende el concepto, la
práctica repetida incorrecta conduce a la frustración, no al
desarrollo de las habilidades deseadas”), y que los
profesores usen esas tareas “para casa” como herramienta de
retroalimentación y no de disciplina.
En España, la Confederación
Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos,
Ceapa, suele llevar la voz cantante en las protestas contra
el incremento en el número de horas para las tareas
escolares que, durante los últimos años, padecen sus hijos.
Sin embargo, según el informe PISA citado al principio, en
el periodo 2003-2012 en todos los países analizados, salvo
Japón, Noruega, Canadá, Países Bajos, EE. UU. y Australia,
disminuye el número de horas dedicadas a los deberes: de
media en los países de la OCDE, una hora; en España, 0,9
horas.
La otra cara de la moneda en
muchos países, España entre ellos, son los planes de
estudios. Muchos profesores están de acuerdo con rebajar,
incluso suprimir, los deberes, pero siguen cargando con
ellos a los chicos, presionados, según comentan, por un
currículo muy extenso que tienen la obligación de cumplir
durante el curso escolar.
Hay otro grupo de expertos que
considera la jornada escolar como el auténtico problema de
todo este asunto. No es lo mismo, mantienen, que un alumno
tenga una hora o poco más de deberes en casa por la tarde
cuando ha terminado su jornada en el centro de enseñanza en
torno a las 14 horas, después de comer algo y haber
“desconectado” un poco, que hacerlo nada más llegar, en plan
“sesión continua”, tras haber salido a las cinco de la
tarde.
La Asociación para la
Racionalización de los Horarios Españoles, que aboga por
homologar la jornada laboral en todos los Estados de la UE,
realizó un estudio (mayo de 2014) en el que comparaba los
horarios escolares en centros públicos de Alemania, Bélgica,
Francia, Finlandia, Holanda, Italia, Portugal, Reino Unido y
Suecia. En la mayoría de ellos, la jornada escolar termina
en la franja horaria entre las 13,30 y 15 horas. España e
Italia la finalizan a las 17 y 16,30 horas respectivamente,
en los casos de jornada partida. Conviene añadir aquí que,
en el caso español –que no es único en Europa, por cierto–,
merced a la capacidad de las CC.AA. para gestionar la
enseñanza, hay ya zonas geográficas y grados (primaria, ESO,
bachiller) en los que ya se practica la jornada continua.
Pero, claro: una cosa es que a los alumnos les venga bien y
otra que los padres que trabajan en jornada partida hasta
las 19 ó 20 horas no puedan atender a sus hijos a partir de
las 15 horas.
Otros puntos de vista
El análisis sobre las distintas
opiniones en torno a la oportunidad o no de los deberes
tiene otros puntos de vista que no conviene olvidar. Por
ejemplo, el de los padres que ven en sus hijos potencial
deportivo o cultural (deporte, atletismo, música, danza…) y
que necesitan horas para entrenar músculos y habilidades;
para ellos, las tareas escolares son absolutamente
incompatibles. En un lado más reivindicativo se encuentran
los pedagogos que, estando de acuerdo con que un controlado
volumen de deberes semanales ayuda, denuncian las
condiciones en las que la mayoría de los alumnos en el mundo
se ven obligados a hacerlos: infraviviendas, condiciones
inadecuadas de temperatura y luz, inestabilidad social,
económica y familiar, obligaciones “laborales” tras la
jornada escolar y un largo etcétera de circunstancias que
dan pie a concluir que, para estos estudiantes, la exigencia
de deberes es contraproducente. Y, conste, que no se
refieren solo a países o zonasgeográficas donde guerras y
hambrunas hacen que la infancia y las ganas de aprender sean
actos de heroísmo; hablan del primer mundo, de zonas
periféricas donde se acumulan bolsas de pobreza, de barrios
en las ciudades en los que una familia de diez miembros
comparte un piso interior de cuarenta metros cuadrados, de
niños mal alimentados, cuando no con hambre...
Es, precisamente, el problema de
las desigualdades, más que la discusión sobre si deberes sí
o deberes no, sobre lo que el análisis estadístico PISA
alerta y que es lo que da título al estudio. El dato es
claro: los alumnos de entornos sociales económicamente más
favorecidos tienen más horas de tareas escolares semanales
(solos o en clases particulares) que los alumnos de entornos
económicamente desfavorecidos. Dicho en otras palabras: a
rentas familiares o estatales más altas, más horas de
deberes para las criaturas.
Este efecto se da en todos los
países estudiados, aunque en algunos las diferencias sean
mínimas; en unos casos por ser países con baja renta per
capita (pocos alumnos económicamente favorecidos) y en otros
por ser Estados con programas reconocidos de protección
social a menores (pocos alumnos desprotegidos y
desfavorecidos).
Visto por países, las
desigualdades en España, en esa relación entre horas de
estudio y entorno económico, están muy cerca de la media de
OCDE, con menos diferencias significativas que países del
entorno como Italia, Bélgica, Irlanda o Francia.
Aquí también destaca Finlandia:
las diferencias entre uno y otro grupo de estudio, siendo el
país con menos horas de deberes (quizás por eso), es
prácticamente nula.
La pregunta que se hace en el
título del informe, sobre si el número de horas dedicadas a
las tareas escolares mantienen las desigualdades en la
enseñanza, tampoco parece que tenga una respuesta
contundente.
Más bien lo que parece es
que son las desigualdades sociales las que determinan el
número de horas que los alumnos dedican a los deberes y no
al contrario. Lo que no es posible concluir de los datos que
aporta el análisis es si hay una relación directa entre
calidad de enseñanza y horas dedicadas a las tareas
escolares. Es decir: si los programas de estudios con
mayores promedios de éxito escolar prescriben o no trabajo
“para casa”. De hecho, el informe dice que “el número medio
de horas que los alumnos dedican a los deberes o a clases
impartidas por sus profesores [a mayores de la jornada
escolar, se entiende] no presenta, en general, ninguna
relación con el rendimiento del sistema de enseñanza en su
conjunto. Por tanto, son otros factores, como la calidad de
enseñanza y el modo de organización de los centros, los que
más influyen en el rendimiento en general de los sistemas de
educación”.
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