Cerca de 200 personas se
manifestaron ayer en la Plaza de los Reyes ante la llamada
de distintas entidades y organizaciones como Pedagogía
Ciudadana, Elin, APDHA, Digmun o CCOO para que la imagen del
pequeño Aylan muerto sobre la arena no sea solo la
fotografía de la “vergüenza” sino también la de la
“reflexión”. Y es que la dura imagen –y que no ha sido
publicada por la BBC- mostrando al niño sirio de tres años
inerme se ha clavado en lo más profundo de muchas personas.
Las donaciones a través del Fondo
de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) se triplicaron
desde la publicación de la foto del niño, dijo a la AFP el
portavoz de Unicef, Christophe Boulierac. La ONG maltesa
Migrants Offshore Aid Station (Moas) recibió una cantidad
récord de 600.000 euros de donaciones desde la aparición de
la foto. “La ola de indiferencia está retrocediendo”,
declaró a la AFP Christian Peregrin, portavoz de esa ONG. En
Suiza, la ONG Cadena de la felicidad recibió 550.000 euros
del lunes al miércoles. Desde el jueves, esta organización
recibió más de un millón de euros.
Pero ¿qué ha podido generar
ese impacto? ¿Por qué esta imagen ha logrado lo que tantas
otras no han podido? La razón es que la foto es impactante,
pero la mitad de lo que ocurre pasa en el subconsciente, la
mente complementa lo que le falta a la foto, lo que ves es
una foto bastante apacible y en cierta forma respetuosa,
pero te hace pensar inmediatamente: ¿por qué pasó esto? ¿Por
qué hay niño muerto en una playa?”. Y sobre todo, ese tipo
de pensamientos tiene un efecto más penetrante en las
personas que son padres.
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