La aporofobia es el miedo,
repugnancia u hostilidad hacia la gente sin recursos. Más
aún que la xenofobia (que en muchos casos, tan sólo es su
expresión más visible), es esta despreciable actitud la que
representa, mejor que ninguna otra, la batalla del penúltimo
contra el último. En su canción “Balas y fronteras”, el
combativo grupo de rap Los Chikos del Maíz dice:
Racista, el pacifista violento
el madero más peligroso es el que
todos llevamos adentro,
y sale a flote con el chiste del
rumano y el cobre,
no te ríes del extranjero, odias
al pobre.
Resulta curioso. Cuando uno se
pone a pensar en la mayoría de personas que están en contra
de acoger migrantes que huyen de guerras, en esas personas
que, dejando en evidencia su estupidez supina, te dicen eso
de “Mételos en tu casa”, se da cuenta de que, en la inmensa
mayoría de los casos, son los mismos que dicen que la renta
básica es un invento de vagos, que hay muchísimos españoles
que se aprovechan del paro y de las ayudas sociales o que
quienes son desahuciados por los bancos se lo han buscado
por haber “vivido por encima de sus posibilidades”. No
tienen problema en que España sea un país cuyo modelo
productivo se centre en que los ricos del norte vengan a
pasar aquí sus vacaciones y a disfrutar de la “hospitalidad”
de la clase trabajadora local. No les molesta que vengan
alemanes o ricos sauditas. Les molesta que venga gente
desamparada y con dificultades. Sí, son racistas, pero ante
todo sufren de aporofobia: odian a los pobres.
El sueño americano consiste en la
creencia de que, incluso aquel que nace en la dificultad más
extrema, puede llegar a ser presidente o millonario en la
llamada “tierra de las oportunidades”. La globalización
económica y cultural ha traído consigo aquello que varios
autores han denominado “macdonalización del mundo”, esto es,
la colonización de los diferentes modos de vida nacionales o
territoriales por parte del modelo de vida americano, del
famoso “American way of life”. Así, al ser colonizados,
también asumimos lo que subyace tras el “American dream”: si
todo el mundo, si hasta el más desgraciado y pobre, tiene a
su alcance las oportunidades necesarias para alcanzar el
“éxito”, quien en la edad adulta se encuentra golpeado por
la pobreza no es más que por su exclusiva responsabilidad
personal. Quien es pobre lo es porque es un vago, un
incapaz: el pobre se merece su situación.
Esta forma de pensar habita en lo
más hondo del imaginario de muchos: el pobre no es una
víctima, sino una lacra, un parásito al que hay que mantener
con el dinero de aquellos que sí se han esforzado. A través
de un nacionalismo chovinista y excluyente que les sirve de
escudo y excusa expresan tal odio. Dicen “Los españoles
primero”, cuando muestran la misma inquina hacia el
desamparado autóctono. No es cuestión de razas. Como casi
siempre, la cuestión responde a la clase social.
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