Bueno, pues parece que se están empezando a cumplir los
sueños de los llamados ‘multiculturalistas’ y de sus
compañeros de viaje: la entrada a mansalva de centenares de
miles de africanos y asiáticos en la Unión Europea. Los
‘parias de la tierra’ ya están aquí. Al final, los ‘multiculturalistas’
y sus secuaces se han salido con la suya, nada menos que
poner a todo un continente de rodillas ante las nuevas
invasiones ‘bárbaras’. “Las fuerzas oscuras que emanaban del
fondo del Asia” –como las llamaba el académico Guillermo
Díaz-Plaja– ahora se han aliado con las fuerzas oscuras
africanas e intentan la ‘conquista’ de Europa, después de
que en septiembre del año 1683 los turcos del Imperio
Otomano sitiaron por segunda, y última, vez Viena.
Durante años, los
multiculturalistas han realizado una labor de zapa y derribo
de las conciencias de los ciudadanos europeos que se oponían
a la invasión de la inmigración ilegal para que aceptaran
una situación que repugna no solo las conciencias, sino la
inteligencia. Los multiculturalistas intentaron por todos
los medios –y a fe que lo han conseguido– preparar y
embriagar a las masas con utopías multiculturalistas,
utopías en las que la sociedad multicultural aparece como la
sociedad ideal en donde conviven en paz y felicidad toda
clase de razas, etnias, nacionalidades y religiones. En
estos años de paz y de bonanza económica, el servilismo ha
adquirido proporciones gigantescas gracias a la propaganda
de la idílica sociedad multicultural puesta en marcha por
los multiculturalistas y sus adláteres, quienes tenían
meridianamente claro que a la voz de ‘ya’ no habría
oposición alguna para enfrentar a las masas que asaltaran la
UE, sin piedad ni misericordia, para hacerse con lo que los
multiculturalistas y sus secuaces les habían prometido: la
toma de posesión del paraíso.
La experiencia nos demuestra –como
escribió Stefan Zweig– que el instinto de autoaturdimiento
del hombre prefiere librarse de los peligros conocidos en su
fuero interno a base de declararlos nulos y sin valor, y de
eso se han aprovechado los apóstoles de esa nueva religión
laica llamada ‘multiculturalismo’. Las conciencias
opositoras a estas invasiones han sido arrastradas ante la
labor de acoso y derribo de la doctrina multiculturalista,
y, al final, los ciudadanos europeos se han convertido,
unos, a la fuerza y otros, por intereses inconfesables, en
partículas de polvo que no cuentan para nada ante el empuje
de las masas asiático-africanas, dispuestas a apoderarse de
la parte del pastel prometida por los multiculturalistas y
sus secuaces.
No, no ha sido fácil la labor de
años llevada a cabo por los exégetas del multiculturalismo
para tratar de convencernos de que el paraíso estaba aquí en
la tierra y se llama “sociedad multicultural”. Al principio,
fueron escaramuzas las emprendidas por los apóstoles
multiculturalistas, instilando el virus de la mala
conciencia, de la culpabilidad europea, y del
arrepentimiento, en el ánimo de los europeos, con el
propósito de que renegasen de sus ancestros, de los logros
de su civilización y de los logros de su identidad. Todo
ello para tenerlos adormecidos y dominados. Ellos, los
europeos, son los culpables de la situación de miseria,
hambre y guerras de los africanos y de los asiáticos de
Oriente Medio, así, Europa no se puede blindar y dar la
espalda a quienes habían sido ‘víctimas’ de la colonización
europea.
La más conspicua de entre los
defensores de la inmigración ilegal fue aquella tal señora
Cecilia Malmströn, Comisaria de la UE. La señora Malmströn
la tomó con las vallas de Ceuta y de Melilla y con las
llamadas expulsiones en caliente. Pero pinchó en hueso con
el partido popular en el gobierno. Aún más, Bruselas se
opuso rotundamente a que se empleara la fuerza para rechazar
a los ilegales asaltantes. Nada de pelotas de goma, nada de
cañones de agua, nada de gases lacrimógenos. Sin embargo,
tan solo a modo de ejemplo de discriminación, el 29 de
octubre del año 2014, la policía alemana de Colonia disolvió
con cañones de agua una manifestación pacífica de patriotas
alemanes contra el salafismo islámico en Alemania. La
doctrina de los derechos humanos, convertida en ideología
contemporánea, en la que bebe la sociedad multicultural, ha
hecho saltar en pedazos el derecho de los países a defender
sus fronteras, es decir, el derecho a entrar por la fuerza
en un país está por encima del derecho de ese país a
defender sus fronteras. No es un delito entrar ilegalmente y
por la fuerza en un país, es, tan solo, ¡una falta
administrativa!, pero, sin embargo, –¡oh, paradoja!– si el
vigilante de esa frontera, en nuestro caso, el guardia
civil, expulsa por la puerta del perímetro al inmigrante que
acaba de saltar desde la valla de Melilla o de Ceuta,
entonces, ya no hay simetría entre los dos hechos, en el
caso de la expulsión por la puerta del perímetro constituye
–dicen– un delito. Pero no conviene obviar que si se
defienden estas invasiones, entonces, se desvanece el
derecho a vivir dentro de fronteras seguras.
“En la última oportunidad antes
del Apocalipsis”, escribe el sociólogo francés André Waroch
que “el europeo no se entera de nada, pensando que el
Estado, el marco legal en el que vive es eterno. Y, sin
embargo, ese Estado se va a derrumbar ante los golpes de
pueblos cuyos esquemas mentales son ante todo étnicos y
tribales”. Europa agoniza lentamente ante nuestros ojos, y,
debido a que el instinto de supervivencia del europeo está
atrofiado, los europeos parecen suficientemente ‘castrados’
para padecer sin rechistar, sin elevar una leve queja, sin
el atisbo de una rebelión, y aquellos pocos pobres diablos
que se opongan –que se oponen– serán castigados sin piedad
alguna.
Sin lugar a dudas, los apóstoles
de la sociedad multicultural, hija de estas invasiones, lo
saben, pero se esfuerzan por callar. Saben y callan que
estas invasiones serán catastróficas para Europa desde todo
punto de vista. Saben y callan que es una sustitución
identitaria de la población de los pueblos europeos por
masas extranjeras. Saben y callan que esta inmigración
ilegal es una cuestión de seguridad nacional, ya que el
yihadismo se disfraza de inmigración. Saben, por
experiencia, y callan que esa masa de africanos y asiáticos,
en su mayoría, no se integrará y acabará engrosando los
guetos europeos. Saben y callan que el mercado de trabajo se
resentirá y los salarios se hundirán. Saben y callan que la
inmensa mayoría de esos que entran en la UE no podrán entrar
en el mercado de trabajo debido a la crisis y tendrán que
ser mantenidos por los servicios sociales y asistenciales.
Saben y callan que provocarán una degradación medioambiental
y de los espacios urbanos. Saben y callan que la salud
pública se resentirá al no poder asumir esa masa de recién
llegados, en detrimento de los autóctonos que son los que
cotizan. Saben y callan que la inseguridad de ciertas zonas
será un hecho sin paliativos. Saben y callan que los
espacios en que se instalen los extranjeros estarán vetados
para la circulación de los autóctonos, pero, por el
contrario, ellos, los extranjeros, podrán circular por donde
les plazca sin reserva alguna. Saben y callan que las
escuelas en donde se hacinan los inmigrantes venidos de
todas partes y de toda condición sufrirán una degradación de
la adquisición de los conocimientos por parte de los alumnos
debido a la heterogeneidad de las aulas. Saben y callan que
la xenofobia y, acaso, el racismo, se extenderán como la
peste en la edad media. Saben y callan que la xenofobia,
actitud humana, se incuba cuando una comunidad local,
regional o nacional ve amenazado su entorno por poblaciones
invasoras. Saben y callan que más pronto que tarde empezarán
los conflictos étnicos. Saben y callan el aforismo que
sostiene que si quieres destruir una nación, destruye su
homogeneidad étnica. Saben y callan que no solo lo
deliberadamente cruel tiene efectos perniciosos, sino lo que
creemos bueno puede ocasionar efectos desastrosos. Saben y
callan, en fin, que la sociedad multicultural ha devenido en
fracaso estrepitoso. Saben y callan que ignorando todo eso
nos ponemos en peligro. Saben todo eso, pero se esfuerzan
por callar.
Finalmente, esos
multiculturalistas, que se frotan las manos ante la
perspectiva de la realización de sus sueños multiculturales,
deberían tener en cuenta que la muerte de todos los sueños
es cuando se hacen realidad. Y, aún más, puedes ignorar tu
estupidez, pero no esconderla.
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