La pesada canícula del verano va
dando paso a la calenturienta campaña electoral comunal y
regional (municipales y autonómicas en clave española), en
un reñido encuentro con las urnas cuyos resultados, citando
las palabras de Mohamed VI en su tradicional discurso del 62
Aniversario de la Revolución del Rey y del Pueblo (sic) del
pasado 19 de agosto, “serán decisivos para el porvenir de
Marruecos”. En palabras del Soberano y Emir de los
Creyentes, fino y profundo conocedor de los entresijos de su
país, “El voto no debe favorecer al candidato que hable
mucho o que eleve la voz más que los otros, clamando
eslóganes vacíos, tampoco debe favorecer a aquellos que
distribuyen algunos dírhams en el curso de las campañas
electorales y venden promesas falsas a los ciudadanos” Todo
un aviso velado a navegantes. Si por un lado están en juego
dos conceptos de sociedad, por otro se eligen por primera
vez los candidatos a presidir, en el contexto oficial de
“regionalización avanzada”, las nuevas regiones cuyas
exactas competencias aun se desconocen en una nueva
ordenación territorial que, hasta el momento, no pasa de ser
un hábil y jaleado organigrama de ingeniería política.
En el plano estrictamente político
la apuesta en Marruecos no es la tradicional izquierda
versus derecha, sino un modelo de sociedad abierto,
tolerante y modernista, plasmado en la Constitución y con
impulso soberano, en progresiva convergencia con Occidente o
la vuelta progresiva al “salafismo”, a los antepasados de
sabor coránico y a una sociedad embridada por la religión al
estilo del inquietante Qatar o la sombría Arabia Saudí, si
bien oficialmente y sobre el papel en Marruecos todas las
formaciones políticas deben ser de obligada “referencia
islámica”. Claro que unas lo son mucho más que otras.
En líneas generales, tres serían
las agrupaciones en liza: por un lado los partidos afectos
al régimen, el Neomajzén y su talante liberal, entre los que
destacan compitiendo casi en el mismo terreno ideológico el
veterano RNI (Encuentro Nacional de Independientes, de
Rachid Talbi Alami) y el joven PAM (Partido de la
Autenticidad y Modernidad, con Ilyas El Omari liderando
Táner y Alhucemas), en sintonía con la desgastada izquierda
oficial de la USFP (Dris Lachgar, Unión Socialista de
Fuerzas Populares), el PPS (Partido Popular Socialista, ex
comunistas, del ministro Nabil Benabdelah), el tradicional
Istiqlal (Independencia) de Hamid Chabat, diputado y alcalde
de Fez y los berberistas del Movimiento Popular (MP) muy a
la baja.; por otro los islamistas parlamentarios del Partido
de la Justicia y el Desarrollo (PJD) con su conocido
discurso de sabor moral y populista, encabezados por
Abdelilah Benkirán; finalmente una “Tercera Vía” sin
representación parlamentaria y que pugna por abrirse paso,
bajo las siglas Unión de Izquierda Democrática, FDG en sus
siglas francesas, federación que agrupa entre otros al
Partido Socialista Unificado, PSU, representado en
Casablanca por Nabila Mounib y en Rabat por Omar Balafrej,
dos conocidos y solventes profesionales en principio con
buen tirón electoral. ¿La abstención oficial? Los islamistas
de Justicia y Espiritualidad, sin duda el mayor movimiento
de masas del país, observando atentos a la expectativa la
peculiar experiencia del PJD y desde las filas de la vasta
emigración (5 millones de personas), un influyente sector de
los MRE (Marroquíes Residentes en el Extranjero) sacan los
pies de las alforjas refutando el previsto voto por
procuración como “contrario al espíritu de la Constitución
de 2011”, además de abrir eventualmente la puerta del fraude
electoral.
Es difícil hacer alguna
predicción: desde luego el demagogo Chabat se juega la
coleta con su Istiqlal, pero sí de puertas adentro el duelo
está entre el PAM y el RNI, el PJD parece que va a tener
difícil revalidar su apuesta de partido favorito. Y ello no
se debe solo al normal desgaste del ejercicio del gobierno,
pues la sombra del declive de su homólogo turco (PJD o AKP)
en las últimas elecciones se proyecta sobre sus expectativas
mientras un misterioso Benkirán, aun posiblemente
impresionado por la muerte en un extraño accidente de Rachid
Baha, su alter ego y amigo del alma además de ministro de
Estado cuyo puesto por cierto ha quedado vacante, recordaba
el pasado martes en un multitudinario mitin en Tetuán que su
vida estaba en peligro, corriendo el riesgo de ser asesinado
(se entiende que por tenebrosas fuerzas del Estado profundo)
de continuar con su política de reformas.
Ayer sábado el tiempo ha dado un
capotazo: orbayó alegremente de madrugada y durante todo el
día, con nubes grises y bajas correteando rápidas por las
faldas del yebel Dersa y cubriendo los cercanos picachos del
Gorges. La temperatura en Tetuán es más liviana, sobre 25ºC.
El cambio meteorológico ha sido brusco. Si la política juega
a lo mismo, el próximo 4 de septiembre podríamos
encontrarnos con algunas sorpresas en las urnas. Entre otras
que los islamistas parlamentarios del PJD habrían tocado
techo no pudiendo aguantar con el envite, tal y como parece
desprenderse de la evolución de su calculado mensaje
político. El triunfante y entusiasta pistoletazo de salida
inicial, parece haber ido dando paso a una realismo más
ajustado: se empieza a advertir por ejemplo sobre un “Estado
profundo” (sic) que se empleará en “dudar de la voluntad de
los electores”, mientras la omnipresente tutela del MUR
(Movimiento de Unicidad y Reforma), la espesa matriz
ideológica del partido, podría haber dificultado la
incorporación al mismo en las listas de caras nuevas
procedentes del mundo intelectual y de los negocios. En esta
dirección, las últimas elecciones a Cámaras Profesionales
del 25 de agosto se saldaron con un sonoro triunfo de la
oposición: el PAM se posicionó en cabeza copando el 35% de
las mismas (14 Cámaras), seguido del Istiqlal (7), el RNI
(6), la USFP (5), Movimiento Popular (3); finalmente, el
PPS, la UC (Unión Constitucional) y el PJD, obtuvieron
solamente 1 Cámara cada uno, en porcentaje tan solo el 2,5%
de las mismas. ¿Un aviso de lo que puede estar al caer? Ya
veremos.
Haya salud.Visto.
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