Sobre la importancia del hecho
La conquista de Ceuta por la
armada de Juan I de Portugal, el 21 de agosto de 1415,
constituye un punto de inflexión en la historia de Ceuta.
Uno de los más importantes, visto desde la perspectiva que
nos dan los acontecimientos sucedidos desde entonces y hasta
ahora, así como el desarrollo de la población.
No hay lugar a discusión cuando
decimos que el valor de Ceuta no está tanto en su historia
como en su geografía. Un lugar como el que ocupa en el
mundo, entrada y salida del Mediterráneo al Atlántico;
puente entre dos continentes y, desde hace siglos atalaya
desde la que se divisan tierras de tres naciones diferentes,
son pruebas más que evidentes de ello.
Desde que el hombre se aposentó en
la Cueva y Abrigo de Benzú, es consciente de ello, como de
que éste es un lugar de paso. Hablar de que la Ceuta fenicia
fue mejor que la romana, esta que la bizantina, o que la
visigoda es hacerlo de cosas diferentes a la historia.
También sabemos que desde el
edicto de Milán del 313 el cristianismo se extendió por
ambas orillas del Mediterráneo, llegando a Ceuta, como
demuestra la basílica tardorromana, y que a comienzos del
siglo VIII, conquistado Tánger, Ceuta se rindió a las tropas
arabo-bereberes, sirviéndoles de entrada hacia el norte,
hacia la Península.
Durante siete siglos, musulmanes y
cristianos lucharon entre sí, modificando constantemente sus
fronteras. Ceuta, por ejemplo, se vio conquistada no sólo
por las tropas de Tarik, sino luego por almorávides,
almohades y benimerines, venidos todos del sur; como también
lo fue por murcianos, malagueños y granadinos musulmanes, o
por genoveses y aragoneses cristianos. Incluso tuvo
gobiernos independientes, lo que ha sido llamado la Señoría
de Ceuta.
Entonces ¿qué hizo diferente la
conquista lusa de Ceuta de 1415? Sin duda la permanencia de
esa nueva población, con tan sólo dos naciones diferentes en
seiscientos años: portugueses y españoles.
Es cierto que la conquista de 1415
produjo el exilio de toda su población, pero eso tampoco era
nuevo. Recordemos que en el 429 la ciudad cristiana fue
arrasada por los vándalos, y que en el 742 la medina volvió
a serlo por los bereberes hasta el punto de permanecer
destruida hasta el 830. Es más, Abderrahman III en el 949
sofocó una revuelta de los ceutíes con una nueva destrucción
y repoblación de la Medina Sebta.
La diferencia de visión entre unas
y otras conquistas y destrucciones, se ve alterada por
parámetros como los cambios de cultura, de religión o la
cercanía a nuestro tiempo y nuestra visión de la vida. Es
cierto que la conquista del 709 produjo un cambio de total y
sin duda traumático de la cristiana Septa a la islámica
Sebta, y lo mismo ocurrió en 1415, pero a la inversa.
Sobre la conquista
Los discursos del dominio
universal de la fe no son patrimonio ni de cristianos ni de
musulmanes, y durante siglos han sido y lastimosamente
siguen siendo, justificación para conquistar e invadir
territorios, incluso ahora que ya no es legal el derecho de
conquista. En ese tiempo anterior hay que situar el asalto
de las tropas portuguesas a Ceuta, que se hizo con la
legalidad de la época para el mundo cristiano, es decir, con
su respectiva bula de cruzada.
Respecto a la conquista en sí, hay
que reconocer que fue un proyecto largamente acariciado, de
una parte el que los reinos cristianos europeos volvieran a
entrar en Africa, como demuestra haber sido intención de
Alfonso X el Sabio el tomar la población en el siglo XIII.
Portugal había dejado atrás su lucha por la independencia y
la consolidación de su territorio peninsular, por lo que
deseaba nuevas aventuras. Cronistas e historiadores hablan
de razones políticas, religiosas, caballerescas, económicas…
De todo hubo. Sin duda el proyecto tuvo como impulsores no
sólo al Rey y a sus hijos, sino también a los poderosos
burgueses lusos, que deseaban ampliar horizontes.
Nunca hubo un proyecto bélico tan
bien contado como el de Ceuta. Gracias a las crónicas de
Zurara, La Salle o Pisano conocemos cómo se desarrollo desde
su comienzo, pasado por el envío de espías para establecer
la estrategia bélica, hasta los hechos mismos. Incluso,
contamos con la descripción de la Medina Sebta desaparecida
bajo sus armas, la que narró nostálgicamente y desde su
obligado exilio en Beliunes Mohamed Al Ansari, años más
tarde.
Esos relatos nos hablan de los
preparativos militares y navales, de la dificultad de reunir
el abastecimiento de las tropas y la llegada de estas de
todas partes del reino e, inclusive desde otros estados
europeos. Sabemos cómo un temporal en el Estrecho estuvo a
punto de abortar la operación y de cómo, ante el despliegue
de la flota, las poblaciones de Tarifa y Gibraltar, una
cristiana y otra musulmana, se aprestaron a hacer presentes
al monarca, temiendo ser el destino de la incursión.
El Dr. Carlos Posac ha dicho
muchas veces que el héroe en una parte de la línea de
batalla es siempre un traidor en la otra y, así, la historia
es contada de forma distinta por ganadores y perdedores.
Para los primeros, todo son éxitos y minimizar los escollos,
para los segundos, quedan siempre las excusas y engaños.
Junto a las versiones lusas sobre
quien pisó antes tierras ceutíes y qué contingente fue más
decisivo, en las leyendas de las cabilas vecinas circula la
tradición de que la flota pidió entrar en puerto y
desembarcar mercancías comerciales, para en la noche salir
de barricas y fardos los soldados que tomarían la ciudad a
traición, como en la historia homérica de Troya.
El valiente Vasco Ataide, que cae
muerto al pie de una de las torres del alcázar, lo es
traicioneramente por una mujer que le tira una piedra desde
sus almenas y, al decir de algunos, incluso será luego
emparedada por ello en la misma torre. Un alcázar cuyas
puertas se abren gracias a un vizcaíno cautivo y un judío.
Del otro lado, el sabio Sidi bel
Abbas, que perdida la razón, vende sus cosas en la plaza a
cambio de un pan, profetizando la conquista que se cierne
sobre la población. Al fin lo venderá, pero por un pan frío
que le dará, también, un judío. Siempre los mismos
estereotipos, los mismos prejuicios.
Sobre el legado
Ceuta transforma durante el siglo
XV su estructura defensiva y urbana. Constituye sus
principales instituciones políticas, militares y religiosas,
levanta edificaciones públicas administrativas,
asistenciales, hospitalarias, religiosas, de abastecimiento…
La simbología oficial de la ciudad
actual como son su bandera, su escudo o el bastón de mando
de sus gobernadores tienen su origen en ese momento, como
también lo tiene su moneda, las principales devociones,
ceremonias como la entrega del mando con el aleo, la
sabatina ante la Virgen de Africa, o la romería de San
Antonio.
En sus fueros y privilegios está
parte del hecho diferencial del derecho fiscal local, como
en las tensas y moradías las compensaciones por la
extrapeninsularidad.
Sentirse orgullosos del papel de
Juan I de Portugal, de la estancia de Camoens, o de nuestra
paisana Beatriz de Silva, no es diferente que hacerlo de Alí
ben Yusuf ben Taxufín, Josef ben Yehuda ben Acnín o de Al
Idrisi. Porque todos ellos forman parte de nuestro pasado y
han contribuido a construir nuestra identidad.
Sobre la conmemoración
La historia no celebra hechos ni
fechas. La historia estudia, debate y a veces utiliza las
conmemoraciones para hacerlo. Qué duda cabe que el 21 de
agosto de 1415 es una fecha simbólica para Ceuta, porque
marca una línea divisoria entre dos ciudades diferentes que
se sustituyen en el mismo territorio: La medina Sebta y la
ciudad de Ceuta.
En ese punto se produce una
ruptura entre dos visiones diferentes de la cultura, la
sociedad, la política, la religión… Es decir, que constituye
un magnífico momento sobre el que hablar y debatir sobre
esos intentos de coexistencia que hubo en la edad media, y
los de convivencia de hoy.
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