Es difícil encontrar un verano
como el que estamos soportando, con más de 35 grados de
temperatura a diario, desde hace meses, en la mayor parte de
la geografía española, especialmente en el centro, en el sur
y en la casi totalidad del este de España. Verano
insoportable, donde los haya.
Tan insoportable que rara es la
persona que, especialmente en torno al mediodía, no lleva su
botellita de agua consigo, por lo que pueda ocurrir.
Y lo que ha ocurrido es que muchos
campos, muchos montes y gran cantidad de sierras se han
visto arrasadas, en cientos de hectáreas, bien por el
impacto del simple calor, tan elevado, o por descuidos de
algunas de las labores del campo, cuando no por las ganas de
arrasar una determinada zona, por parte de los pirómanos
que, aún en nuestros días, andan sueltos.
El último gran incendio vivido,
muy cerca de donde me encuentro, a lo largo del verano, ha
sido el de la Sierra de Gata. Un paisaje que era encantador
y que ha quedado reducido a cenizas, con lo que ha
convertido esos montes, tan poblados a lo largo de los
siglos, en auténticas parvas de ceniza, que no se van a
recuperar en docenas y docenas de décadas y que ninguno de
los que los hemos conocido los volveremos a ver jamás con
árboles verdes.
Afortunadamente y todo hay que
valorarlo, en momentos en los que las desgracias llegan a
ciertas zonas, se ve qué tipo de personas habitan esos
lugares muy cerrados a todas las demás comunicaciones, y en
este desagradable incendio, cuando han tenido que ser
evacuados varios pueblos, en su totalidad, se ha visto que
los vecinos, las poblaciones de al lado han sabido estar en
su sitio, han sabido acoger a todas las gentes que, de
momento, se habían quedado sin poder seguir cobijándose en
sus casas. Luego, cuando el fuego ha sido controlado, que no
apagado del todo, hay quien dejó, al salir, una casa montada
y cuando ha regresado no le quedaba de ella ni los
cimientos.
Una desgracia natural, no queremos
pensar en algo intencionado o provocado, que nos ha aportado
este verano, en el que la lluvia no hace asomo alguno de
aparecer, por ninguna parte.
Naturalmente, y eso que nadie lo
discuta, habrá que declarar como zona catastrófica toda la
zona en torno a la Sierra de Gata, para la que las ayudas
debieran ser inmediatas, pero aquí volveremos a lo de
siempre, al mundo del papeleo, al mundo del señorito en la
oficina que volverá más loco de lo que haya quedado tras el
incendio al pobre hombre que vaya a reclamar la
indemnización , una indemnización que llegará cuando llegue,
que incluso algo es más que posible que se quede en el
camino y que mientras tanto, el político de turno aparecerá
en la foto, en la televisión o en la radio, contando las mil
aventuras que tuvo que hacer para lograr la ayuda “total” a
los que perdieron todo, en tanto que el agricultor o el
ganadero, o ambos a la vez, cuando se dice que estamos
saliendo de la crisis, ellos se habrán metido, sin buscarlo,
y de por vida, en un infierno del que ya veremos si podrán
salir algún día.
Se dice, en estos casos, que hay
que saber arrimar el hombro y es cierto, pero en casos
necesarios y la Sierra de Gata, estos días, necesita más que
ninguna otra zona de nuestra geografía un fuerte empujón de
las administraciones públicas.
Ahora es cuando se va a ver
si esos que criticaban, hasta hace unos meses, desde la
oposición extremeña, saben dar la talla en un caso como
éste. Ardo en deseos de ver las gestiones del nuevo
presidente de Extremadura.
|