Aunque, afortunadamente, con
muchas ganas de vivir, durante “la tira” de años, y eso que
ya anda por los 90, Bahamontes dice, estos días, adiós a su
Vuelta Ciclista a Toledo.
A punto estuve de ir, también,
este año, como he estado en otras muchas ocasiones, a cubrir
la información de esa ronda toledana, pero el calor
previsto, a lo largo de estas cuatro jornadas, no aconsejaba
vivir ese infierno manchego, sin haber una obligación como
la que tuvimos las otras veces que estuvimos allí, con la
Cadena Rato y con la COPE, ya hace años.
Y los que, desde niños, hemos
vivido el ciclismo como el deporte más atractivo, tenemos
cierto mal sabor de boca de que un hombre, el primer gran
deportista, nacido de la España de la “alpargata”, diga ese
adiós a su vuelta, a esa vuelta que sin él no hubiera
existido y que ahora, cuando él se retire, dudo mucho que
tenga muchas más ediciones de existencia.
Desde el primer año en el que
Federico Martín Bahamontes tuvo la idea de crear su vuelta,
no había ningún industrial toledano que dijera NO a
colaborar por medio de sus empresas para que la carrera
cruzara las rutas toledanas, en las que si no había puertos
de la talla de Bahamontes, éste se los inventaba y una
simple y pequeña subida en la ruta recibía en los carteles
de la prueba los nombres de Tourmalet, Romeyere o aquel
nombre de puerto que el Águila de Toledo se quisiera
inventar.
Éxito suyo es, y de nadie más, el
que en años de crisis y en años en los que el ciclismo va
perdiendo terreno, la Vuelta Ciclista a Toledo haya llegado
a la edición de 2015. A partir de aquí ya veremos si se
queda en historia o si hay algún valiente que toma las
riendas de esta prueba deportiva que nos empieza ya a oler a
final, desde esta edición.
En la edición de ayer, en el
diario deportivo As, venía una entrevista a Bahamontes,
donde se hablaba de su vuelta y mirando muy al fondo de lo
que él decía, no parece que haya demasiados alicientes para
ser muy optimistas de pensar en que esta prueba ciclista va
a seguir existiendo mucho más que estos cuatro días de 2015.
Aquí, pues, con Bahamontes,
afortunadamente, viviendo, vemos que una parte de su obra,
tras haber dejado de pedalear por las carreteras de España,
Francia, Bélgica y Holanda, va a pasar a ser ya historia,
sólo eso, en tanto que él ahora ya con todo el tiempo del
mundo y con sus 90 años a cuestas, se podrá dedicar a
ordenar sus archivos en los que la historia del deporte
español, allá por los años 50 y 60, todavía sin haber
despegado de todo lo que significó la Guerra Civil, dejaba
muy alto el pabellón español en las cimas del Gran San
Bernardo, el Tourmalet en unas rampas, en las que,
especialmente si eran días de calor como estos, no había
nadie que se atreviera a competir con él.
En la escalada era el número uno,
y no cabía la posibilidad, yendo él en un paquete, que un
puerto de diez kilómetros se disputara al sprint.
Ahora, con otra España,
especialmente con la de la “progresía barata”, en su Toledo
de hoy, dudo mucho que haya alguien dispuesto a subir
decenas de peldaños de escaleras, buscando patrocinadores
para que la Vuelta Ciclista a Toledo siga existiendo, alguna
otra edición más.
Está claro, y aquí se
demuestra una vez más, los fuera de serie no tienen
competidores que les aguanten en su marcha. Bahamontes ha
sido y así reza en los anales del ciclismo mundial, un
número uno indiscutible.
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