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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 5 DE AGOSTO DE 2015

 
OPINIÓN / COLABORACION

Cataluña, una reflexión

Por Ignacio Azcoitia


Estamos asistiendo a un aluvión de noticias respecto a la situación de la Comunidad Catalana. Estas noticias, dependiendo del propio posicionamiento del medio que las transmite, puede tener diferente tratamiento, pero en cualquier caso, las ideas que subyacen son varias, por un lado se quiere transmitir la idea de que el derecho a decidir de un colectivo de personas, en este caso los ciudadanos que viven en Cataluña, debe ser utilizado como un derecho básico, universal y necesario, que justifica en sí mismo la propia desobediencia a las leyes. Por otro lado se percibe un claro matiz económico que genera una continua demanda en el sentido de dar por hecho, cual dogma de fe, que en Cataluña al aportar al Estado más que lo que recibe de él, se genera una sensación de engaño y de discriminación hacia otras Comunidades Autónomas que sí reciben más de lo que aportan. Este es el denominado principio de solidaridad. En general estos son los dos argumentos básicos, ya que otros de tipo histórico, cultural, etc. tienen, a mi modo de ver, poco recorrido. Cataluña nunca ha sido un reino independiente ni tiene un bagaje propio en la historia de la Península Ibérica, y desde que se formaron los diferentes reinos, siempre estuvo integrado en el Reino de Aragón que junto con Castilla, y otros reinos formaron en el devenir de los tiempos, la actual España. En cuanto a la Cultura, el hecho de tener un idioma, que sin duda enriquece a Cataluña y a la propia España, no es motivo de ningún argumento a favor de la Independencia. Hay multitud de países que tienen muchos idiomas oficiales en su seno y eso no genera ningún hecho diferencial. Por otro lado en el SXXI, donde las sociedades modernas recogen como un valor en sí mismo la multi-culturalidad, la mezcla de razas, etc. no tiene sentido alguno pretender encerrarse en su propia cultura y no asumir la diversidad como en bien en sí mismo.

En el caso del derecho a decidir de una Comunidad Autónoma, parece que es algo que suena bien, mucho más cuando vivimos en una sociedad democrática y en una cultura europea, donde las libertades individuales representan uno de los mayores valores.

Pero precisamente ese es el fondo del problema, la capacidad de decidir sobre estas cuestiones ya se decidió, democráticamente, cuando el pueblo español votó la Constitución, y en ella misma quedó refrendado que esta capacidad reside en la totalidad del pueblo español. Si esto se quiere cambiar, no hay otra alternativa que modificar la Constitución, para lo cual existen los mecanismos y procedimientos legales establecidos. Cualquier otra alternativa, como puede ser la declaración unilateral de independencia, es además de una ilegalidad una gran deslealtad. Resulta sorprendente ver las vueltas que da la vida. En la época de la dictadura en España, la insumisión a las leyes que planteaba la entonces oposición, política y sindical en la clandestinidad, se sustentaba en la falta de legitimidad democrática de la leyes franquistas. Hoy en una sociedad democrática de cuarenta años de existencia la nueva oposición política nacionalista basa sus razonamientos en el derecho a decidir de modo abstracto, sin pensar en la legalidad democrática del Ordenamiento jurídico español.

Porque la pregunta a continuación, dado que no hay una ley que defina, salvo al propio pueblo español, cual es el ámbito territorial del derecho a decidir es precisamente ¿Cuál es ese ámbito?; una comunidad autónoma, una provincia, una comarca, un municipio, una barriada ¿Cuál es el ámbito? Por esto el único camino dentro de una sociedad democrática es modificar la Constitución, y si no se tiene el peso necesario para hacerlo, hay que asumirlo y aceptarlo.

En cuanto el principio de solidaridad, en cualquiera de sus niveles, forma parte de los valores básicos de cualquier nación occidental y está en la esencia de cualquier ideología democrática. Así hay solidaridad fiscal en los individuos con la progresividad impositiva, que quiere decir que los que los que más ingresos reciben pagan más impuestos al tener tipos fiscales mayores que aquellos que tienen menos ingresos. En el otro extremo se establece la solidaridad entre países de la Unión Europea, lo que ha permitido que durante muchos años España haya recibido, subvenciones y préstamos a bajo interés por la sencilla razón de que sus indicadores económicos estaban por debajo de la media de los países de la Unión Europea y solo cuando la Unión Europea incorporó a los países del Este de Europa, cuyo nivel de vida era y es más bajo que el nuestro, pasamos a tener nuestros indicadores económicos por encima de la nueva media de los países europeos y como decimos popularmente el grifo se cerró para España. Pero es precisamente ese principio de solidaridad el que ahora está ayudando a salir adelante a todos estos países que vienen de tener unas economías poco desarrolladas.

Por tanto si el principio de solidaridad funciona en el ámbito fiscal personal y en el ámbito europeo, también tienen que funcionar en un país cualquiera en relación a sus comunidades autónomas, de tal manera que habrá comunidades que aportan más y reciben menos y otras comunidades que aportan menos y reciben más. Sin duda es el elemento vertebrador de la equidad y la justicia en un país moderno y desarrollado.

Y contra este principio de solidaridad se levanta la Comunidad Catalana, argumentando que como no se revise su sistema de financiación inter-territorial, prefieren ser independientes y así administrar sus propios recursos fiscales y no tendría que entregar nada al resto de Comunidades Autónomas. Es, por tanto, un argumento de claro contenido económico, guiado por sentimientos excesivamente egoístas.

Y esta es, de manera muy simplificada, la situación del conflicto actual con Cataluña. Aceptar sus planteamientos podría suponer abrir la puerta a la desintegración de España, ya que otras Comunidades presentarán inmediatamente demandas parecidas, y representaría la quiebra de algunos de los valores que más tiempo y sacrificios ha costado instalar, no solo en España, sino en Europa.
 

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