Desde hace muchos meses, yo diría
que años, especialmente, Ceuta y Melilla eran foco de
atención más que por la inmigración clandestina, en
realidad, por los medios que, en determinados momentos, se
utilizaban para que las dos ciudades autonómicas no fueran
el punto clave de inmigrantes, procedentes de tierras
africanas, especialmente.
Ni que decir tiene que los medios
utilizados para frenar la llegada masiva de inmigrantes
fueron analizados con lupa, desde Europa y las vallas o las
alambradas, si se utilizaron, recibían las críticas más
feroces que uno podía imaginar.
Naturalmente, Europa veía muy
lejana esa llegada a sus tierras, especialmente la Europa
alejada del Mediterráneo. Pero el tiempo ha pasado y además
de que el Mediterráneo, ahora mismo, se ha convertido en el
mar que más cadáveres ha acogido en sus aguas, cadáveres de
la inmigración, también esa inmigración ha buscado otras
rutas para acercarse a la mismísima Gran Bretaña y cuando
desde estas islas, salvando el túnel que une Francia con
Inglaterra, se han dado cuenta de que, también, ellos tienen
la inmigración subsahariana y otras, a las puertas de su
misma cocina, lo primero en lo que han pensado ha sido en
establecer las barreras que sean precisas para que hasta
allí no lleguen.
Ya estamos viendo como, desde
varios kilómetros antes de entrar en el túnel que une
Francia con la Gran Bretaña, precisamente “los hijos de la
Gran Bretaña” quieren establecer una auténtica barrera que
frene la entrada, por allí, de personas que nada van a
aportar a los ingleses.
No me cabe la menor duda de que,
esto, simplemente esto, va a ser la ayuda más importante que
van a tener Ceuta y Melilla a la hora de rechazar, o a la
hora de que los CETIS no estén con una población doble de la
que pueden alojar.
Como siempre, será Inglaterra la
que marque una diferencia, esa Inglaterra que siempre estuvo
acostumbrada a ganar en todas partes y a no dejarse derrotar
en ninguna.
Gran Bretaña, no me cabe la menor
duda, no va a acoger las riadas de inmigrantes que sí pueden
asentarse en España, en Italia o en toda la Europa del sur
junto al Mediterráneo, pero la duda que ahora nos puede
surgir es ¿Y a donde se van a encaminar los que, por los
medios que sean, llegan a Europa?.
Habrá que esperar, antes de
responder a esta pregunta, y habrá que ver como esas gentes
que desde el centro y norte de Europa, de palabra, era tan
acogedores, para ver si, de hecho, ahora con el problema en
su territorio, lo van a seguir siendo.
Desde hace muchos meses, en esta
misma columna, porque conocíamos de cerca el problema, hemos
dicho que la inmigración irregular habría que estudiarla y
darle una solución desde Europa, no desde Ceuta o desde
Melilla.
Ahora ha llegado el momento
de la verdad y más de uno ardemos en deseos de saber cual es
la solución que se va a ir dando a este tipo de inmigración,
en el que no lo olvidemos, no sólo vienen los “pobrecitos”
hambrientos, sino otro tipo de personas que no serán gratos
a ninguno de los países a los que se dirijan. A Ceuta y a
Melilla ya les tocó mucho antes abordar esta situación que
casi nunca se comprendió, en su justa medida, desde fuera,
ahora la suerte les ha tocado o les puede tocar, también, a
otros, que ya veremos como lo van solucionando.
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