Melilla, 10.30 de la mañana del
domingo 26 de julio: el reloj-termómetro de la Farmacia del
Centro anuncia 27ºC. Y subiendo. Mejor sin duda partir a
Tetuán con la fresca, ya anochecido. Dicho y hecho. La
sorpresa fue encontrarme camino de la frontera de Beni Enzar
con una larga cola de vehículos, la mayoría formada por
agobiados MRE (acrónimo de “Marroquíes Residentes en el
Extranjero”), que llegaba hasta la zona industrial superando
las instalaciones del Club de la Petanca. Paciencia. La
verdad es que “chuite chuite” (poco a poco), la circulación
iba fluyendo ordenadamente y tras hora y media larga con los
sellos de entrada preceptivos, superamos la frontera y
enfilábamos el Atalayón, bordeando la Mar Chica camino de la
populosa Nador.
La verdad es que hasta la
desembocadura del Kert conduje despejado, con la Luna
rutilando a mi izquierda y un fresco viento en el rostro,
con la idea de llegar hasta mi querida Alhucemas y descansar
un poco. Pero la fatiga acumulada (la noche en vela del
viernes fue decisiva) se impuso, total que cruzado el
emblemático Amekran (Amerkan o Amekrane), que arroyo arriba
se encauza y divide hacia Abarrán, decidí parar un buen rato
pues con sueño y al volante la prudencia se impone. Total
que metí el veterano “Patrol” por una pequeña trocha y,
dejando a la familia dormitando en el vehículo, tendí una
manta en el suelo (linterna y termo de té al lado y machete
a mano) a fin de reposar cara a las estrellas. Apenas se
oían los coches por la cercana carretera y justo frente a mí
(estaba en la orilla derecha del Amekran) destacaba la
escarpada silueta, aplanada en su cima, de la vieja posición
militar de Sidi Dris.
Sidi Dris sufrió, antes y durante
el Desastre de Annual (22 de julio de 1921), dos importantes
sitios, letal el último. Asaltada furiosamente por primera
vez y durante 26 horas seguidas la madrugada del 2 de julio,
tras la caída de Abarrán, por las envalentonadas harkas
urriagueles y tensemaníes dirigidas por Abd el-Krim, sus 145
reducidos efectivos resistieron tenazmente dirigidos por el
comandante Benítez (el posterior laureado de Igueriben),
eficazmente auxiliados por una sección de 15 resueltos
marineros con dos ametralladoras del cañonero “Laya”, que
alcanzaron la posición a la carrera al mando del alférez de
navío Pérez de Guzmán. El 21 las harkas vuelven a la carga,
encontrándose ésta vez con una guarnición de 274 hombres
reforzada por 25 supervivientes de la posición de Talilit,
al mando del comandante Velázquez. Agotada el agua el 22 y
con las municiones al mínimo, se resiste desesperadamente.
Previamente el 24 de julio, el capitán del “Princesa de
Asturias” envía un emotivo radiograma a Berenguer urgiendo
el envío de refuerzos a las asediadas posiciones de Sidi
Dris y Afrau, pidiendo literalmente “que no les dejen
morir”. Por su parte el comandante de Sidi Dris envía al
“Princesa” un apremiante mensaje: “Estamos perdidos. Que le
digan al Alto Comisario que mande fuerzas pronto. Y que a
ver si quieren salir en seguida de la plaza, que estamos
muriendo, no podemos más ya”. Finalmente el 25 el general
Berenguer (a juicio de este escribano del limes el máximo
responsable militar del “Desastre”, el fallecido Silvestre
fue la oportuna cabeza de turco) autoriza la evacuación,
apoyada por tres buques de guerra. Pero parte de la sufrida
guarnición pierde los nervios: 2/3 de la misma, sobre 200
hombres, saltan inopinadamente los parapetos hacia las 10 de
la mañana y corren desordenadamente hacia la playa,
tiroteados a mansalva y a placer desde los flancos por las
harkas enemigas. Desde el “Laya” y consciente de la apurada
situación desembarca con 30 marineros en dos botes, uno a
motor y otro a remos, el alférez de navío Lazaga, quien tras
perder a la mitad de sus tripulantes y recoger solo a un
puñado de 30 supervivientes, morirá en Melilla el 30 de
julio tras los 5 balazos recibidos. Los 100 hombres
restantes de Velázquez siguen resistiendo heroicamente hasta
la extenuación y, tras pactar su rendición por la tarde y
entregar sus armas son como es habitual, una vez indefensos
como corderos del Aïd Kebir (Pascua Grande), pasados a
cuchillo y degollados. Salvando el tiempo y la geografía...
¿les “suena” recientemente la historia?
El 3 de agosto las aguas de Sidi
Dris son también testigo de la devolución por Abd el-Krim,
con sincero respeto, de los restos del legendario coronel
Gabriel de Morales, muerto en combate el 22 de julio en la
cuesta de entrada del Izzumar (Annual). Despojado del
uniforme pero vestido con ropa interior oscura y cubierto
por una manta, es portado en unas parihuelas por 13 soldados
españoles presos. Trasladado al cañonero “Laya”, su cadáver
es transportado en un féretro provisional de cinc hasta
Melilla donde es enterrado, con todos los honores, en el
Panteón de los Héroes.
Claro que estos “detalles” de
guarniciones enteras brutalmente asesinadas tras rendirse,
no las suele contar Rosita de Madariaga (laboriosa
investigadora, pero parcial y sectaria) y su peculiar “harka”
mediática hispano-rifeña o Rachid Raha y su particular
Asamblea Mundial Amazigh, que jalean sus intervenciones
públicas con fotos de media docena de cabezas rifeñas
cortadas por los Regulares (los suyos, rifis o yiblis que
luchaban con España) o La Legión. Pocas por cierto, a mi
juicio, dadas las dramáticas circunstancias. Y luego,
después de los miles de indefensos soldados torturados y
asesinados (¡solo el 3 de agosto en la alcazaba de Zeluán,
además de masacrar a unos 500 indefensos soldados después de
torturarlos salvajemente, la mayoría además gravemente
heridos, tirotearon y quemaron vivos a dos oficiales¡), por
sus reivindicados antecesores, se quejan de la “inhumana”
(sic) guerra química, hinchando las cifras reales y
publicitando, con obscena demagogia y sin estudio
epidemiológico alguno, unos presuntos efectos cancerígenos
(por lo demás ciertos) padecidos por la población del Rif
hoy en día. Artera mentira. ¡Esta gente lo único que busca
es dinero!
El socialista Indalecio Prieto, en
sus “Crónicas de Guerra: Melilla, 1921”, describe el 21 de
octubre en su columna “El Osario”, el descubrimiento en la
carretera entre Nador y Tauima de un grupo de cadáveres del
laureado Regimiento de Caballería Alcántara nº 14: “¡Cuánto
debieron de sufrir!”. (...) “vueltos de espalda, desnudos,
con las botas puestas y los calzones bajados hasta los
tobillos”. Por cierto Rachid, Raha amigo, ¿sabes por qué
estos bravos jinetes tenían los calzones bajados...? Ya me
dirás.
Haya salud. Visto.
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