Con la proclamación de D. Felipe VI como Rey de España el 19
de junio de 2014 comenzaba, según sus propias palabras, “el
reinado de un Rey constitucional” dispuesto a “velar por la
dignidad de la institución, preservar su prestigio y
observar una conducta íntegra, honesta y transparente como
corresponde a su función institucional y a su
responsabilidad social”. El deterioro de la Monarquía en el
momento previo a la abdicación del Rey D. Juan Carlos I
permitió tomar clara conciencia de que la impostura y la
falta de una conducta virtuosa difícilmente se aceptarían ya
en una sociedad sin pactos de silencio, ni instituciones
protegidas por la impunidad. Desde este nivel de exigencia,
parece obvio que el reinado del Rey D. Felipe VI no sólo
debe contemplar un impecable desempeño de las
responsabilidades asumidas; también la dimensión personal
está condicionada por la servidumbre que impone ser el
titular de una institución de corte familiar sostenida con
el presupuesto público.
La Corona ha sido y es un factor
de estabilidad y de unión que resulta más importante en
tiempos cambiantes. la continuidad monárquica constituye un
valor inapreciable, puesto que nuestra monarquía
parlamentaria, y el Rey como símbolo máximo de nuestra forma
política, es desde el punto de vista constitucional, la
cúpula de la España de la libertad y de la democracia.
La institución monárquica presenta
una fortaleza rotunda, después de más de un año de la
abdicación de D. Juan Carlos I, y la llegada al trono de su
hijo D. Felipe VI. Los niveles de aprobación han subido
espectacularmente en relación con las cotas que dejó el
anterior jefe del Estado. Un 81% de los españoles aprueba la
forma en la que el Rey desempeña sus funciones. Además, un
74% de de los españoles aprueba la acción de la Reina
Letizia. Este alto porcentaje de aprobación de la actual
pareja real se produce en un contexto de cierta crispación
política tras las ultimas elecciones municipales y
autonómicas.
En este tiempo el Rey Felipe VI ha
hecho gala de prudencia, con discursos muy medidos que no
pudieran ofender ni alterar a ningún sector de la sociedad y
a una ciudadanía inmersa en distintas campañas electorales.
Su defensa estricta de los valores y derechos
constitucionales, pero con continuas alusiones a los tiempos
y necesidades nuevas de la sociedad, han propiciado que la
Monarquía quede fuera del debate sobre el cambio radical que
necesitan todas las instituciones, según planteamiento de
todos los partidos. En la España actual la Corona contribuye
“a respaldar y salvaguardar el sistema democrático en
momentos de crisis”.
La institución ha recuperado gran
parte del respeto perdido en los últimos años. La dimensión
institucional del trabajo de los nuevos monarcas ha
incorporado también cambios significativos en la forma de
comportarse como reyes. El Rey D. Felipe VI ha respondido a
lo que de él se esperaba en el ámbito del gobierno de su
Casa y también en la función que constitucionalmente tiene
asignada. De hecho, el nuevo Rey renovó los equipos de
Zarzuela, limitó a lo imprescindible la configuración de la
Familia Real, definió un código de conducta y profesionalizó
su forma de trabajar. Adecuando sus discursos y las formas
de proceder de la Corona a los intereses y preocupaciones de
una ciudadanía castigada por la crisis y profundamente
crítica. Más significativa, si cabe, ha sido la firmeza con
la que ha revocado la atribución a su hermana del título de
Duquesa de Palma de Mallorca. Ahora, le corresponde al Rey
evidenciar su poder consiguiendo la renuncia de los derechos
dinásticos de quien no reúne las exigencias de honorabilidad
que le permitiría conservarlos. Todos estos cambios, unido a
la ausencia de errores significativos, han permitido
recuperar para la Corona gran parte del respeto perdido en
los últimos años.
Yo que siempre me he
declarado monárquico, prefiero un rey educado y preparado
para ese cometido en una contexto de monarquía parlamentaria
dentro de la Constitución, a tener un presidente de
república llegando al poder para su beneficio propio.
Prefiero un rey que defienda la Constitución y la democracia
por encima de la casa real, siendo el verdadero embajador de
todos los españoles a los ojos del Mundo.
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