Habíamos oído hablar de la
endogamia en los equipos directivos de colegios e institutos
y de las mafias departamentales, al más puro estilo de lo
que ocurre en las universidades españolas, pero jamás
hubiéramos imaginado que algunos profesores en Ceuta se
comportaran como un grupo de macarras, mafiosos más bien,
encargándose de aterrorizar a todo el patio con sus malas
artes. Pasan los días y tras el suspenso de los cinco
directores de colegios e institutos, algunos docentes se han
convertido en macarras, presionando, amenazando y
coaccionando a los nuevos directores y a miembros de sus
equipos directivos para que renuncien a sus nuevos cargos.
Macarras de colegio que quieren hacer y deshacer a su
antojo, ante el miedo del resto de compañeros, que tienen
que acceder a sus peticiones, ya sea hacerles los deberes,
regalarles la paga o donarles el bocadillo. Y lo están
consiguiendo.
Los colegios e institutos son su
finca y nadie se atreverá nunca a limpiar esos establos. Y
los que se han atrevido ya están recibiendo su castigo. El
primero ha sido Cecilio Gómez pero no será el único. En
algunas ocasiones estas corruptelas se usan para mantener la
coherencia ideológica o teórica del colegio e instituto, lo
que es hasta cierto punto comprensible, pero la mayor parte
de las veces es simplemente el modo de mantener una
clientela vitalicia.
Lo que no sería tan
comprensible es que desde la nueva Dirección Provincial del
MECD se contribuyera a esta presión sobre los equipos
directivos, insinuando que podrían no concederse las
comisiones de servicios. Y menos comprensible aún es que
desde la Delegación del Gobierno nos quieran obligar a todos
los ciudadanos a ayudar a los macarras. Porque el macarra
siempre vuelve a sus tareas ...
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