Ya estamos con el juego de los
separatismos y a nadie le debe haber extrañado el que un ex
jugador de la Selección Española, cuya camiseta vistió, en
muchas ocasiones, Guardiola, aparezca, aunque sea en último
lugar, formando parte, no tanto de los que quieren ganar
unas elecciones catalanas, cuanto, tras haberlas ganado,
tirar por el camino de la separación para hacer defección de
España.
Se está jugando con mucho peligro,
desde hace varios meses, con lo que es la unidad del
territorio español y ya va siendo hora de que, con la
Constitución Española en la mano, se les ponga en la ruta de
hasta donde se puede ir y por qué camino, frenando todo ese
rollo que una serie de iluminados tratan de llevar a cabo y
que sepan por una vez y para todas que la unidad del
territorio español es intocable.
Desde las altas esferas políticas,
desde el Gobierno, se ha dicho en repetidas ocasiones y
especialmente días pasados, con energía, que eso no lo van a
lograr, pero las palabras se las lleva el viento y no
haberle cercado, por las buenas o por las malas, al
iluminado Mas, nos puede traer todos los desaguisados que
uno quisiera no tener que afrontar.
Lo de Mas es una especie de amago
de tormenta, lo del de Ezquerra era más que sabido, desde
hace tiempo, y lo de Guardiola que ya ha proclamado
públicamente, hace tiempo, eso de “somos un país pequeñito
ahí arriba” es una desvergüenza intolerable, porque con ello
está demostrando que las veces que vistió los colores de la
Selección Española lo hizo por interés propio, de lograr
unas cuantas pesetas más o por revalorizarse un poco más
como deportista de élite que era, pero no porque sintiera ni
sufriera esos colores, algo que otros más, en la actualidad,
han apuntado también y ya veremos donde terminan cuando ya
no sirvan para ser titulares en la propia Selección o en sus
clubes.
En más de una ocasión, hemos
hablado ya de esto y siempre hemos dicho que ya hace unos
cuantos años hubo un jugador que se descartó, antes de que
se le llamara al combinado nacional. Éste jugó en los
equipos que pudo jugar y nada más, pero a ese jugador tan
separatista como el que más ni le seguimos los pasos, ni nos
hemos molestado en citar su nombre, aunque tenemos que
aceptar que fue sincero consigo mismo y con los demás. En
cuanto a Guardiola, al que jamás he alabado ni criticado, en
sus acciones como deportista, sólo le puedo desear que como
deportista se mantenga cuanto más alejado de España mejor y
que como “actuante político” su candidatura sea despreciada
por dentro, como tiene que ser rechazada desde fuera de
Cataluña.
La visita de Mas, hace muy pocos
días, al Palacio de la Zarzuela fue la hipocresía más
soterrada que podríamos encontrar. Ahora bien, ese “en son
de paz” no le agradó nada al Jefe del Estado y no le agradó
nada, porque Felipe VI, aun siendo joven, sabe que este tipo
de gente no son de fiar y que su venida a Madrid fue, tan
sólo, para hacerse publicidad, algo que logró frenar el
Monarca español, al no haberle dado el juego que el de
Convergencia “separatista” venía buscando.
Después de Mas el cielo y
después del deporte la hipocresía de Guardiola, un
deportista que quiere seguir en la cresta de la ola por la
vía del politiqueo, cuando haya terminado su andadura por el
mundo del deporte. No debe extrañar a nadie todo esto.
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