La concepción del ser humano como
un trotamundos es algo frecuente en todos los moradores de
las diversas culturas. Somos peregrinos en una tierra de
nadie, conquistada por algunos para sí, pero que no es suya.
Europa misma se ha hallado alrededor de la memoria del
apóstol gallego, en Santiago, a través de las diversas rutas
europeístas. En su tiempo, ya Goethe apuntó, que la
conciencia de Europa había nacido peregrinando.
Personalmente, estoy convencido de que la peregrinación a
Santiago de Compostela, fue uno de los elementos que
favorecieron la comprensión mutua entre seres humanos
venidos de todas partes, a una ciudad que destaca por ser un
importante núcleo de caminantes y caminos, junto con
Jerusalén y Roma, al señalar la tradición de que allí se dio
sepultura al citado predicador. No olvidemos que la historia
de la formación de las naciones europeas camina a la par y
coincidente con la penetración del culto. Lo mismo sucede en
otros continentes, a pesar de las crisis espirituales, la
religiosidad del ser humano es tan fuerte que permanece
unida a ese origen común. Sabemos como el poeta y prosista
español Machado, que el camino no está hecho, que lo tenemos
que realizar cada cual consigo mismo, porque evidentemente
“se hace camino al andar”. Además nadie puede realizar el
camino por nosotros; y es, en cada uno de nosotros, donde se
halla la eternidad del mundo, el pasado y el porvenir.
Ciertamente, nuestra existencia es
un camino interior, que es el que nos otorga alegrías y
tristezas, como cualquier sendero de la faz de la tierra.
Mientras por un lado, hay una ciudadanía que todo lo
derrocha, por mero afán de consumir, otra ciudadanía se
muere en la desesperación de no tener nada que llevarse a la
boca. Cohabita, de este modo, una deshumanización total que
a todos nos está volviendo infelices. Omitimos que somos
algo más que materia, que portamos una dimensión espiritual
que nos hace reencontrarnos en el camino como seres humanos;
y es, precisamente, ese encuentro con la creación y con el
peregrinaje del alma en su conjunto, lo que nos hace
descubrir el verdadero sentido de la vida. Naturalmente, y
aunque cada ser humano tiene que inventarse su propio
camino, hemos de ser una gran familia, donde todos los
componentes se ayuden y se sostengan entre sí. Este es el
gran objetivo de los caminantes, que no van a ningún sitio y
están en todas partes auxiliando; que no indican camino
alguno y frecuentan todos, con el único deseo de ser
humildes para abrirse a los demás. Sin duda, tenemos que
dejar que cada ser se ingenie su específico camino, pero
también hemos de estar a su mano, porque individualmente
somos frágiles y todos tenemos límites.
Por desgracia, en este mundo de
caminantes y caminos; de peregrinos con alma, nada es lo que
parece. Junto a una galopante deshumanización, las
divisiones son tan graves, que todo se ha desnaturalizado y
desmembrado. Por consiguiente, el ser humano tiene que
retornar a los valores de su innato espíritu, volver a ser
la autenticidad del camino si en verdad quiere reencontrarse
y entenderse consigo y con los suyos, beber de sus orígenes,
revivir aquellos valores que hicieron humana su historia y
engrandecieron a la especie. No perdamos más tiempo. El
mundo es uno y único. Los caminantes y los caminos diversos,
pero no levantemos murallas de egoísmo, dejemos libremente
fluir las almas con su intelecto, porque tan necesario como
desarrollar políticas eficaces contra el hambre, es también
la renovación espiritual y humana del mundo. No es cuestión
de doctrinas tampoco, más bien que la gente se halle, para
que pueda reorientarse y, así, pueda distinguir lo
fundamental de lo accesorio. Ya está bien de dejarnos
moldear por asuntos que nos aborregan y esclavizan,
precisamos no tener miedo del silencio para escucharnos,
tampoco de la soledad para sentirnos en nuestra específica
intimidad; y, lo que es más significativo, tener tiempo para
recrearnos en la bondad del camino. ¿Quién no ansía ser vía,
por la que todos pasen y convivan, y que luego recuerden?.
Pensar que uno existe porque alguien te perpetúa, pienso que
esto es lo que realmente nos acrecienta como seres
armónicos. Si Gandhi, dijo: “no hay camino para la paz, la
paz es el camino”; yo, también expreso, que la reflexión no
es alimento, pero alienta; sobre todo en un momento en el
que cohabitan tantas guerras silenciosas que nos están
destruyendo totalmente.
Tan vital como verse libre de toda
miseria es que el mundo tome conciencia de que somos
peregrinos con alma, que es aquello por lo que realmente
cohabitamos, sentimos y maduramos. Por tanto, la experiencia
de la peregrinación es una manera de dar conciencia a un
transitar de aquí para allá, observando ese desequilibrio
creciente, lo que llega a desencadenar un verdadero choque
entre culturas. Por otra parte, para madurar como personas
hemos de huir de mesianismos prometedores, y reinventarnos
otras actitudes más hermanas con nuestros semejantes. Cuando
la podredumbre alcanza el alma de las cosas, hay que buscar
otras luces que nos corrijan los fallos, carencias y
errores, no en vano somos animales itinerantes. El poeta
León Felipe, decía al respecto: “ser en la vida romero,
/romero sólo que cruza siempre por caminos nuevos./ Ser en
la vida romero,/ sin más oficio, sin otro nombre y sin
pueblo./ Ser en la vida romero.... sólo romero”. Quizás esta
descomposición mundana precise más que nunca este alcohol de
romero, pues igual que Europa entera se ha encontrado en
otro tiempo alrededor de la memoria de Santiago, también
ahora sea menester reanudar otro vivir, más en sentido
profundo y compartido.
Lo que no podemos es
quedarnos parados, somos caminantes, y como tales hemos de
caminar unidos para construir, cuando menos otro mundo más
habitable, o lo que es lo mismo, un planeta pacífico,
sostenible y equitativo. Indudablemente, es hora de injertar
en las almas esperanza y apoyo. Son muchos los caminantes
que son mártires, pues, no conocen otra vida que la del
tormento. Esta es la realidad. Desde luego, hemos de ser
francos y reconocer que el mundo ha de asentarse mucho más
en los valores humanos. Está muy bien la letra, nos la
conocemos todos, pero hay que ir a su espíritu para que se
haga esencia ese ánimo. Ante ello, esta es la hora de
construir un nuevo planeta, con unos moradores fieles a sus
tradiciones, a su rico patrimonio espiritual del que forma
parte cada civilización, para que sea faro de caminantes y
estímulo en el camino que todos llevamos consigo, sin obviar
que la sensatez siempre es la ruta hacia el amanecer; y, en
cambio, la distracción, el trayecto hacia la anochecer. Al
fin, que cada cual opte por su calzada, sabiendo que
permitir una injusticia significa abrir la arteria a todas
las que siguen; mientras quien volviendo a hacer el camino
viejo, aprende el nuevo, puede considerarse un mentor.
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