Cuando la cantante portuguesa Ana Lains, durante el festival
de música portuguesa “Sete Sóis Séte Luas”, en la noche del
pasado viernes, hizo referencia al vínculo que une Ceuta con
Portugal, “ya que este año se conmemoran 600 años de la
conquista portuguesa”, no estoy seguro de que la mayoría de
las varias decenas de personas que se dieron cita en la
llamada Plaza de Nelson Mandela tuvieran fehaciente
conocimiento de la importancia que tuvo para nuestra ciudad
la conquista de la misma por el rey portugués Juan I.
También es cierto que desde hace unos quince años para acá
el orgullo que generaciones de ceutíes habían sentido por su
pasado portugués ha ido menguando al tiempo que la población
de confesión musulmana ha ido creciendo a pasos agigantados.
La idea de que celebrar o recordar siquiera que hace 600
años los portugueses conquistaron la ciudad es celebrar una
‘matanza’, un ‘genocidio’, ha hecho fortuna hasta el extremo
de que al alcalde Vivas, sin encomendarse ni a dios ni al
diablo, no le tembló la mano y disolvió de un plumazo la
‘Fundación Ceuta 2015, Crisol de Culturas’. Tal vez el
alcalde había olvidado el adagio de que no se puede apostar
por un pueblo que no tiene ningún respeto por su pasado. Y
eso que ese pasado portugués nos está reclamando
continuamente tan solo con dar un paseo por nuestra ciudad:
murallas, apellidos, nombres de calles, escudo, bandera,
comida, la virgen que trajeron los portugueses y, sobre
todo, sentirnos parte de una civilización como la europea,
la occidental, depositaria de valores democráticos,
desarrollada, pujante, y todo ello empezó en nuestra ciudad
con la conquista de los portugueses. No es difícil imaginar
cómo sería Ceuta si los portugueses no se hubieran dejado
caer por aquí: basta con echar un vistazo a las ciudades de
nuestro alrededor por si tenemos alguna dificultad en
imaginarnos cómo sería Ceuta en estos momentos.
De seguir en esta tesitura de
negar continuamente nuestra historia, de contemporizar con
la minoría islámica para no herir sensibilidades, de
suprimir celebraciones históricas o modernas (como el Día de
Ceuta) por temor a ofender a esa minoría, nos conducirá más
pronto que tarde a una encrucijada de la que será difícil
salir. Como dice el refrán castellano, ‘de tanto agacharnos
llegará a vérsenos el culo’. Mientras algunos de esa minoría
no estén dispuestos en modo alguno a ceder en nada, a
contemporizar con nada que huela a un pasado que no sea
anterior a la llegada de los portugueses, esta dimisión que
hacemos de nuestro pasado portugués animará a esos
recalcitrantes, españoles por conveniencias, a oponerse y a
rechazar todo lo que no sea islamización de las costumbres,
del paisaje y del paisanaje, se deben tan solo a su etnia, a
su cultura y a su religión. Nuestro silencio miserable es la
victoria de esa quinta columna étnico-religiosa que tan solo
satisfará sus ansias con la islamización cada vez más
visible de nuestra ciudad. Pero cuando esos ceutíes de
religión musulmana exigen lo que ellos creen a lo que tienen
derecho no se suelen parar en barras en sacar a pasear modos
y maneras muy alejados de lo que exige la cortesía y la
cordialidad. Si no fuera porque lo estamos viviendo día a
día en nuestra ciudad, nos costaría imaginar que en las
minorías islámicas aún no ha llegado el momento de que
piensen en pertenecer a una nación determinada, con todo lo
que ello lleva añadido, pero parece que no, que esas
minorías islámicas tan solo se adscriben a la Umma, a la
familia islámica, independientemente del país en el que
hayan nacido o hayan emigrado. Su casa solariega es la Umma.
De esta manera, la brecha entre musulmanes y no musulmanes
se irá agrandando, y no solo eso, sino que los recelos, la
desconfianza, la sospecha, elevarán un muro suficientemente
alto como para que las relaciones entre unos y otros se
hagan cada vez más difíciles y tortuosas.
Tomando como punto de partida
estos polvos, el futuro de Ceuta no se contempla demasiado
halagüeño respecto de ser una comunidad homogénea, al margen
de culturas, etnias y religiones diferentes. Mientras en el
imaginario de ciertos ceutíes musulmanes siga gravitando la
pertenencia a un pasado que nada tiene que ver con la
actualidad heredada de la conquista portuguesa, y después de
nuestra pertenencia a la corona de Castilla, mientras esos
ceutíes se sientan ajenos al país en donde han nacido, al
solar en donde viven, y manifiesten una clara afinidad con
sus correligionarios de religión que viven en países lejanos
de confesión islámica, con quienes forman la llamada Umma,
en vez de estar en sintonía con sus connacionales de
diferente religión, el futuro se vislumbra harto
problemático. Desde el punto de vista musulmán la
pertenencia religiosa es (y fue) aun más decisiva, si cabe,
que desde el punto de vista cristiano; así, escribe Serafín
Fanjul en su ‘Al-Andalus contra España’, “cuando Ibn Battuta
recala en la lejana China la comunidad islámica local lo
recibe y lo agasaja como un auténtico ‘hermano’, con una
proximidad afectiva mucho mayor que la proximidad existente
entre los ingleses o franceses con los castellanos”, más
cercanos geográficamente unos a otros .
No ayudan, al contrario,
entorpecen y dificultan, a las relaciones que no sean
meramente superficiales entre musulmanes y demás ciudadanos
ceutíes, el asentamiento en la ciudad de doctrinas
rigoristas y fundamentalistas del Islam de procedencia
extraña a estos pagos. La labor de captación de esas
doctrinas rigoristas se está haciendo visible en el cambio
de costumbres de todo tipo en el ciudadano de religión
islámica. Así parece, pues, que la memoria de la conquista
portuguesa de la ciudad les resulta un claro estorbo para
llegar a ponerse en sintonía con el resto de sus
compatriotas de otras confesiones. “Mezclar el hecho
religioso con el comportamiento cívico conduce a crear
sociedades que ocupan las últimas posiciones en la sociedad
mundial”. Echemos un vistazo para averiguar cuáles son esos
países que se agolpan a la cola del concierto mundial.
(PD/ Recuerde: faltan 6
semanas para celebrar el 6º Centenario de la conquista de
Ceuta por los portugueses: el 21 de agosto de 2015)
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