Tenemos que advertirnos cercanos
de corazón. Realmente hemos acortado las distancias, pero no
hemos aminorado aquello que nos separa como especie. A mi
juicio, hasta ahora cultivamos más una actitud excluyente
que un talante inclusivo. Lo cierto es que para todo
necesitamos sentirnos piña; tan próximos como tiernos, tan
del camino como caminantes, tan de la multitud como de uno
mismo en definitiva. Esto se injerta exclusivamente desde el
amor, que se manifiesta más en obras que en palabras, más en
dar que en recibir, más en donarse que en separarse. Por
desgracia, ¡cuántos análogos nuestros viven con gran
sufrimiento nuestro rechazo!. Hemos perdido la ternura y, lo
que es peor, la capacidad de comprender para poder
aproximarnos unos a otros, en cambio hemos ganado riadas de
hechos violentos. Téngase en cuenta que para una persona no
violenta, como decía Gandhi, todo el mundo es su familia. En
consecuencia, pido el destierro de toda violencia antes de
que todo el mundo acabe violentado por la necedad. Cuidado,
que esto también se contagia.
Por eso, está muy bien que ahora
se proponga garantizar una educación equitativa y de calidad
por un lado, y promover el crecimiento económico y el
trabajo decente por el otro, para todos, pero hace falta
además, que la marginalidad se destierre de los ojos del
alma de toda la ciudadanía. En este sentido, es necesario
contraponerse a los intereses económicos egoístas de unos
privilegiados y a la lógica del poder de unos pocos, que
excluyen a la mayoría de la población mundial. Precisamente,
Naciones Unidas, acaba de estimar que cerca de setenta y
cinco millones de jóvenes están desempleados a nivel
mundial, la mayoría de los cuales viven en países en
desarrollo, sin realizar labor alguna, como si ya fueran
productos de abandono y desecho. ¡Qué poco valemos los seres
humanos para algunos!. La Organización Mundial del Trabajo
añade, asimismo, que si bien ciento veinticinco millones de
jóvenes, es decir, uno de cada cinco que están trabajando,
viven con menos de un dólar al día. En vista de este
problema, la humanidad a través de sus organismos
internacionales, tiene que invertir mucho más en actitudes
solidarias, para que podamos construir un futuro más de
todos y menos de nadie. O sea, más justo en suma, sin tantas
desigualdades.
Ahora bien, justicia sin compasión
también es un signo de crueldad que nos aleja. Cuántos
lideres hoy en día hablan muy bien, pero no se les entiende,
porque se encuentran alejados del pueblo, les falta sufrir
con ese pueblo, al que dicen defender y representar, las
contrariedades del camino; y les sobra, sin embargo,
dialéctica. Es esa cercanía auténtica, la que se siente y se
sufre desde dentro, la que siembra de coraje y esperanza a
la ciudadanía en su conjunto. No hay mejor actitud de
vecindad que ver a los seres humanos de servicio continuo,
sin otra reserva que no poder estar en dos sitios a la vez.
Esta ha de ser una actitud humana por naturaleza, y como tal
hemos de cultivarla a jornada completa, lo que va a
significar comprender y valorar las riquezas de nuestro
semejante. A propósito, nunca me cansaré de repetir: El
aislamiento jamás, la exclusión nunca; la cercanía siempre,
la inclusión en todo momento. Esta es la receta de una
cultura de proximidad que el planeta necesita, con urgencia,
y como el aire que respiramos.
Indudablemente, el mundo
tiene que sentirse cercano en sí mismo, con una ciudadanía
diversa, pero unida. Sólo mediante el diálogo y el
compromiso ciudadano, se puede mejorar la convivencia y
atesorar anhelos, sin tantas fragmentaciones absurdas. Esta
desilusión que, tantas veces nos circunda, nos lleva también
a una especie de huida, cuando lo que hay que impulsar son
caminos de unidad. No hay futuro para ninguna sociedad, para
nuestro mundo, si no sabemos convivir (cohabitar)
colindantes, para despojarnos de tensiones y avivar, de este
modo, otro clima más armónico. Convendría, pues, que todos
volviéramos más los ojos a nuestro interior, y viéramos
cuántas veces nosotros hemos dejado privados de la cercanía
de un abrazo o de una mesa compartida, a alguien de los
nuestros. Desde luego, esa indiferencia hacia nuestra misma
especie es la peor de las actitudes que el ser humano puede
llevar consigo. Auxilia siempre a los demás, incluyo antes
que a ti mismo, podría ser un buen propósito para empezar,
sobre todo para tomar una actitud más próxima al ser y a sus
colectividades, de la que todos formamos parte y somos
parte.
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