Desde hace tres semanas, hemos
venido oyendo que este año los controles en las carreteras
iban a ser incrementados y para adornar un poco más la
información se apostillaba que, especialmente, las
carreteras secundarias iban a tener mucho más control que
hasta ahora.
La idea de controlar y de proteger
o ayudar, en su justa medida, está bien y sería el
resultado, hecho patente, de que los impuestos sirven para
mejorar, en todos los terrenos.
Sin embargo, todos esos anuncios,
esas propagandas salidas de la DGT, en esta ocasión, como en
otras muchas, ocultan algo que afecta negativamente al
bolsillo de los ciudadanos, por cuanto se trata de una forma
encubierta de recaudar más, a costa de lo que sea, bien de
que uno se pasó 8 kilómetros, en el límite de velocidad, o
porque el camionero en cuestión llevaba 200 kilos de
sobrecarga, en una ruta en la que no corría ningún riesgo
nadie.
Las órdenes son órdenes, el
control tiene que ir acompañado de un “recetario” que aporta
buenos dividendos y eso es lo que se controla,
especialmente, el bolsillo de aquel que salió de vacaciones
y parte del presupuesto que había dispuesto se ha quedado
donde no pensaba que se podía quedar. Esto cuando el
afectado va de paseo, pero ya me dirán como le puede sentar
al camionero que salió de casa a las cinco de la madrugada,
estuvo más de tres horas cargando un porte de alfalfa o de
paja, con lo que se iba a ganar apenas 400 euros y mira por
donde, en un simple despiste, sin que nadie haya corrido
peligro, se ha topado “casualmente” con los de la moto o con
los del coche “camuflado” o sin camuflar y más de la mitad
de las ganancias de ese viaje van al bolsillo de “papá
Estado”, vía DGT, o como querámoslo ver, pero eso sí
convertido en un impuesto más y llevado a cabo por quienes
no tienen la categoría de recaudadores de impuestos.
Naturalmente, la DGT así como
otras direcciones generales tienen su razón de ser, pero
entre esas razones de ser no deben estar las de “dar el
sablazo” en cualquier momento, a uno que lleva muchas horas
trabajando, para además de comer pagar otro tipo de
impuestos, que son muchos los que se pagan.
Ni que decir tiene que, con dos
“atracos” de ese tipo, tanto el que va de vacaciones, como
el camionero, el que hace una excursión en moto y cualquier
otro más, en ese momento lo primero que piensa es “a mí no
me sacáis más impuestos” y en las elecciones siguientes es
capaz, y sus razones tendrá, incluso de votar “al de la
coleta”, que nos puede quitar la Semana Santa, la fiesta de
los toros, la procesión en el día grande de la fiesta del
pueblo pero, por lo menos, si cumple con lo que predica, no
nos va a crujir a impuestos, reales o ficticios, pero, en
definitiva, impuestos que hay que pagar.
Hace poco más de dos horas y
es lo que me ha movido a escribir hoy esta columna, en estos
términos, acabo de ver como un hombre de unos 60 años,
camionero él, en el kilómetro 508 de la Nacional 630, pero
por la autovía, venía con un cargamento de paja,
posiblemente habría cargado en los alrededores de Medina del
Campo, lo que significa que ya llevaba bastantes kilómetros
en su cuerpo. Se dirigía hacia el sur, Cáceres, Mérida ... y
el calor que iba soportando era mucho, 39º marcaba mi
automóvil, en esos instantes. Ahí había sido parado,
desconozco cual era la conversación en aquellos momentos
entre los agentes y él pero el ambiente no parecía el más
amigable, y lo cierto es que ese hombre, tras pasar calor,
hacer kilómetros y no haber estafado a nadie, ni haber
saqueado a los ahorradores de ninguna entidad bancaria,
tenía que pagar la denuncia, con calor o sin él. La DGT para
esto no hace falta que exista.
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