Es lo que se deduce de los
múltiples informes que estamos recibiendo, en los últimos
días, sobre la Grecia actual, en la que una cosa es lo que
salió del referéndum y otra lo que hubieran deseado los
Tsipras y compañía, para así haber podido decir que iban
todos contra ellos.
Salió lo que salió, lo que ellos
pedían, en plena campaña, algo que pedían con la boca chica
y ahora, cuando acepten lo que van a tener que aceptar, ya
veremos qué es lo que van a poder contar a la población
helénica que les empezará a pedir explicaciones.
Hoy, en Europa, nadie lo duda, los
griegos están metidos en una cultura, en la que eso de
cumplir con sus obligaciones no tiene cabida. Eso de pagar a
finales de año, no entra en sus categorías.
Los números bailan, según quien
los maneje, pero esos 80.000 millones de euros que debían
hace unos meses los griegos, en impuestos no pagados,
hubieran sido suficientes, si es que los hubieran pagado, a
su debido tiempo, para no estar como están ahora mismo, en
esa lucha por el sí o el no del tercer rescate.
Una barbaridad. Y como la mentira
es la tarjeta de visita y de presentación del primer
ministro helénico Tsipras, con su verborrea asquerosa
pretende mostrar al mundo entero que toda la culpa de lo que
está soportando hoy Grecia la tiene Europa. Él no, sus
ineptos y desvergonzados colaboradores, no. Sólo Europa.
No hace falta ser un lince, ni
escarbar demasiado para darse cuenta uno de que la culpa de
todos los problemas, de todos los conflictos que hoy tiene
Grecia, se deben a la propia Grecia.
En su momento, por aquello de que
entrar en el euro era llamativo, no fue Holanda, no fue
Alemania, no fue Francia los culpables de las manipulaciones
en el déficit, para poder entrar en la moneda única. Hay
muchas más cosas detrás de esos números camuflados que
presentaron, para engañar a propios y a extraños, por detrás
estaba un modelo político, en el que la corrupción y el
clientelismo eran las bases del día a día.
Allí valía todo, allí cualquiera
podía gozar de media vida, con la anuencia de las
administraciones públicas para quedarse ya sin trabajar y
recibir una compensación, o una pensión, a los 50 a los 55
años, por haber ejercido una profesión de “alto riesgo” como
podía considerarse a un “dependiente de una tienda de
regalos”.
Grecia toleró todo, en Grecia
valía cualquier artimaña para “vivir del cuento” y esas
tolerancias populistas han puesto a Grecia en la línea roja,
en el borde del precipicio, del que Europa no está obligada
a sacarle, si no es exigiendo, pero exigiendo de verdad,
como se nos ha exigido a los demás para no entrar en una
situación parecida.
España, por ocultar la
realidad, como se ocultó en tiempos del inepto Zapatero,
estuvo en una situación muy complicada. Afortunadamente,
Zapatero emigró y hubo distinto talante a la hora de actuar,
aunque nos haya fastidiado mucho a todos, a mí desde luego.
Por eso, yo ahora mismo, tras haber tenido que soportar un
peso más fuerte del que hubiera deseado, no quiero aportar
nada para que unos cuantos dementes, populacheros y
embaucadores salgan airosos, con sus mentiras, de todo esto,
y a los pocos meses vuelvan, con otros demagogos más a
culpar a los demás de su situación. Europa parece que no
está dispuesta a que se rían de ella y nunca mejor podremos
apoyar a Merkel y a los que siguen su postura, que haciendo
que las promesas helénicas sean más que promesas,
intenciones ciertas de pagar.
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