El PSOE ha elegido a su nuevo
secretario general, pero no lo ha hecho de forma unánime. En
la jornada de ayer quedó claro que en el partido existe una
división interna arraigada, dos bandos encontrados que
durante el mandato de José Antonio Carracao no ha sido
imposible reconciliar y muy conscientes de ello son Manuel
Hernández y Pablo Núñez. Los dos han reconocido durante su
campaña que uno de los retos era lograr la unidad que tanta
falta le hace al partido para convertirse en lo que está
llamado a ser: la fuerza más importante junto al Partido
Popular. Sin embargo, el PSOE en Ceuta lleva muchos años
arrastrando unos fantasmas que parece imposible poder
sacarse de encima. Otros partidos con mucho menos recorrido
le han ganado la partida. Pero ahora, tras las elecciones
del 24 de mayo, los socialistas se han venido arriba, han
visto que es posible ganar terreno, aunque sea muy poco a
poco.
No obstante, el panorama no
es halagüeño, sino todo lo contrario. El PSOE tiene un gran
trabajo por delante. Se ha convertido en líder de la
oposición, pero con un margen muy ajustado. El primer
problema lo tiene que arreglar entre sus filas. El primer
paso es mantener la unidad. Para ello que el portavoz y el
secretario general sean la misma persona puede suponer un
avance, eso sí, con mucha vocación de consenso. Algo que
parece tener Manuel Hernández, que ha logrado acercar
posiciones con la oposición en la Asamblea. De momento,
Núñez ya se ha posicionado junto a él y lo hizo ayer mismo
en un gesto de deportividad y buena voluntad. Ahora falta
que del dicho se pase al hecho y que el PSOE comience el
camino que quiere, el de la remontada. La clave para
lograrlo está clara: unidad, unidad y unidad. Ahora sólo
toca lograrla.
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