Según la Real Academia de la
Lengua, los buitres son “aves rapaces de unos dos metros de
envergadura, con el cuello desnudo, rodeado de un collar de
plumas largas, estrechas y flexibles, cuerpo leonado,
remeras oscuras y una faja blanca a través de las alas. Vive
en bandadas y se alimenta de carne muerta”. Pero, estimado
lector, sobre esos buitres ni tampoco de los franciscanos me
voy a pronunciar en esta tribuna libre de opinión, a pesar
de ser eslabones necesarios para el sostenimiento del
ecosistema. Pero sí lo haré de los parasitarios buitres o
aves rapiñas que se ceban en las desgracias ajenas. Como es
el caso de los buitres trepadores de manga ancha y guante
blanco, capaces de posarse para conseguir su carroña, hasta
en viles manos negras atentatorias contra los principios
básicos misericordiosos. Como lo pudieron hacer los
mercaderes en el templo y los poderes facticos desde el
inicio de las civilizaciones y hasta nuestros días.
Por ello, al ser servidor un
contestatario rebelde por diversas causas que me hostigan,
censuran y asfixia. Siempre estuve y estoy por la liberación
de la humanidad de las garras de sus opresores. Aunque, es
harto difícil y complicado zafarse de las cadenas y yugos
inquisidores hirientes e injuriosos impuestos. Porque estos
buitres carroñeros, al ser costaleros de sus propias
miserias, anidan en cualquier ramal, para evitar que los
librepensadores debilitemos sus perversos anillamientos.
Manteniéndose muy protegidos por los engranajes de sus
cruces guías. Estando, hembras y machos, muy unidos para que
nadie destruya sus fortificaciones. Zambulléndose hasta en
lodos putrefactos, para defenderlas hasta batiendo sus alas
en vuelos rasantes por tierra, mar o aire.
Las diferentes anidadas de las
muchas especies de buitres o aves rapiñas a las que me
refiero. Se sustentan de toda clase de carroña propia de
saltimbanquis, equilibristas o bufones a nivel local,
estatal o universal. Realizando incursiones siniestras,
malignas y perversas, para incubar en la salubridad e
higiene urbana, la sarna dolosa que contienen sus órganos
virales. Provocando sus regurgitaciones crueles desastres
contagiosos y contaminantes, al estar envueltos, esas clases
de buitres, con o sin pedigrí, a un sinfín de halos
poderosos. Cohabitando en la abundancia de sus paradisíacos
bosques públicos o privados.
Por ende, una y otra vez, se posan
donde le tienen “a la chita callando”, preparada la carnaza
podrida para su manutención diaria y futura. Siendo
fundamental para ellos y para sus bandadas, el gran
camuflaje que realizan con sus alevosas astucias. Aunque,
tarde o temprano, el despreciable comportamiento de estos
buitres, sale a la luz por muy recónditas que quieran
mantener sus jaulas recubiertas de oro y de piedras
preciosas. Porque tanta ignominia es complicado esconderla
por mucho tiempo, al dejar suficientes rastros desde el alba
y hasta el ocaso de sus días malhechores.
Por ello, permanecen siempre
flanqueados por pajarracos que pían como los ejércitos de
ruines sabandijas. Para saquear impunemente a las claras del
día o en la oscuridad de la noche lo que les venga en gana.
Y posteriormente refugiarse en la inmensa vegetación del
follaje de los aforamientos. Como ocurre en ciertos casos,
con políticos de periodos dictatoriales o democráticos...
Pienso que, hay que ser muy
insensatos e incongruentes para ser tan carroñeros. Aunque,
de estos animales irracionales, poco se puede esperar. Por
lo tanto, por el bien de las generaciones venideras, deben
ser totalmente exterminados, por el nuevo orden
constitucional… que se está construyendo, gracias a que los
damnificados están rebelándose contra sus opresores.
Existiendo mucho por denunciar, siendo pocos los que hasta
hoy se atrevieron hacerlo, por temor a perder el sitio que
ocupan en los abrevaderos oficiales... No extrañándome, por
tanto, que el Imperio Romano, crucificara a Jesucristo en la
cruz, torturándolo hasta la muerte.
Y si Él permanece en mí por
su ejemplaridad. Los buitres descritos también pero por el
descomunal daño que nos han infringido a lo largo de sus
tenebrosas animaladas. Prosiguiendo revoloteando en manadas
por cualquier rincón acorde a sus arcaicos y devastadores
principios represores. No pudiéndonos zafar fácilmente de
ellos ni de sus sucedáneos. Teniéndolos que soportar, por
imperativo animal, a pesar de los males que provoca su
existencia. Convirtiéndose, si les es necesario, hasta en
gallinas cluecas, al adaptarse a cualquier circunstancia que
les favorezca, por tener como principal objetivo, llenarse
la barriga bien llena…, en el menor tiempo posible...
Permaneciendo, los unos y los otros buitres, enlazados
asociativamente, a pesar de ser auténticas escorias, para la
deshonra del reino animal al que pertenezco…
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