A lo largo de los años que
llevamos del siglo XXI, con la democracia que parecía muy
bien asentada, gracias al tino y al talante de la mayoría de
los políticos que habían intervenido en la transición, hemos
tenido que soportar otra vez el que al Gobierno de España,
en 2004, llegara para presidirlo el más inepto de los
presidentes que se han dado, a lo largo de muchas décadas,
en España, José Luis Rodríguez Zapatero, quien, además de
ocultar, por el año 2007, la crisis que se nos venía encima,
se dedicó a mirar hacia atrás, con saña, con rencor y a
remover cosas de muchos años atrás que los españoles habían
olvidado y habían superado ya.
En esa mirada hacia atrás, acuñó
un término que ni él mismo, ni sus secuaces sabían lo que
significaba, era eso de “la memoria histórica”.
Y digo que no sabía lo que
significaba porque utiliza el término memoria como
recordatorio de lo que a él le interesaba malignamente y usa
lo que es la historia, de una forma lejana y torticera, como
jamás se utilizó, desde la antigüedad clásica.
Es cierto que ese término que él
empezó a usar, mirando hacia un abuelo que había muerto 15
años antes de que él naciera, llevaba el apoyo de algún otro
“ilustre” que quiso ser todo, fuera de sus dominios
jurídicos, en la política y terminó fuera de su propio
terreno profesional, por algo sería.
Parecía que ya, con todo, eso de
la memoria histórica había pasado a mejor vida, pero la
propia “progresía barata”, parte de ella, al menos, ahora en
ayuntamientos como el de Madrid, vuelven a la greña y
quieren destrozar todo aquello que a ellos les parece que
huele a franquismo, desde el Arco de Triunfo hasta ya
veremos donde. Pero, además, con un rumor, de momento sólo
eso de rumor, que huele a “mala sangre”, porque existe algún
comentario que habla de que hasta aquello que esté ligado al
nombre de Bernabéu corre peligro de reforma o que podría
llegar a ser tocado.
Me parece fatal el rencor, pero va
a ser intolerable que alguien, y menos de ese tipo de
gentuza, toque el nombre o sus cercanías de Bernabéu, el
hombre que más abrió las puertas de nuestro país, por medio
del deporte, hacia el exterior.
Si alguien, sea del grupo que sea,
se atreviera a tocar ese nombre, que nunca fue un seguidor
acérrimo del franquismo, ya tendría en esas acciones la
pérdida más descomunal que puede tener cualquier grupo, en
seguidores.
Esto por un lado. Pero además,
todos estos “ilustres ignorantes” ¿Saben lo que implica
cambiar oficialmente de nombre una serie de calles o
plazas?.¿Han caído en la cuenta de que en esas calles hay
posesiones, propietarios de posesiones, hay luz, agua,
gas... y que todo eso conlleva aparejado un gran movimiento
de documentos, especialmente, en los registros civiles, con
las molestias que acarrea todo ello para cientos o miles de
personas?.
Estamos y con estos podemos estar
más, en un callejón sin salidas y es que la razón no se está
utilizando, sólo se va por el camino del odio, del rencor y
con la ilusión de la desestabilización, en todo lo que está
correctamente asentado.
Los meses venideros pueden
traer muchos intentos de cambios, pero al final, como es
lógico, todo quedará en agua de borrajas, porque estos
intelectualillos de las rupturas no van a poder llegar a
más. Así lo veo y así lo digo, pero además, con una idea muy
clara, sin que me toquen a Bernabéu.
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