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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 8 DE JULIO DE 2015

 

OPINIÓN / SNIPER

Desafíos del terrorismo yihadista en la UIMP (II)
 


José Luis Navazo
yebala07@yahoo.es

 

Luchar por la defensa de la religión y de las creencias es una responsabilidad colectiva. No existe otra obligación, aparte del credo, que la de luchar contra el enemigo que corrompe nuestra vida y nuestra religión”. Palabra de Ibn Taymiyya, teólogo musulmán del Medievo hacia 1300 de la Era Común (EC) y sin duda uno de los iconos ideológicos de los nuevos yihadistas del siglo XXI. Porque detrás de Al-Qaïda y del Estado Islámico (EI) no se esconden unos brutos descerebrados, meros fanáticos. Nada de eso. Fanáticos lo son, sin duda, pero fríos y cerebrales: saben lo que quieren, de donde vienen y a donde van. Tienen tácticas elaboradas y una cuidada estrategia. Por ejemplo, EI (y en esto se diferencia de Al-Qaïda) utiliza el terror en estado puro como un instrumento político en sí, única forma por lo demás de estando en minoría controlar, aterrorizando, a la población musulmana sunní bajo su “administración” y mantenerse sobre un extenso territorio. Lo recordaban ayer ambos ponentes, los generales Gan y Ballesteros, en sendas brillantes conferencias: los espectaculares mensajes mediáticos, ejecuciones incluidas, son un mensaje dirigido tanto a la población musulmana bajo su control como al resto de la Umma o comunidad islámica. Consumo interno para una audiencia con un perfil religioso determinado (musulmanes sunníes), la sofisticada propaganda del Estado Islámico (DAESH en su acrónimo árabe) no está dirigida al mundo occidental, otra gran diferencia con las franquicias de Al-Qaïda, además de la acción terrorista en sí: Al-Qaïda, con escasa logística y muy descentralizada, ha priorizado grandes atentados contra intereses occidentales, norteamericanos principalmente, mientras que Estado Islámico (EI) se ha centrado en estados frágiles como Irak y Siria, ocupando territorio y proclamando el Califato, concepto de hondo calado histórico y sentimental entre los 1.500 millones de musulmanes (los árabes son minoría) repartidos por el mundo.

Por la tarde cambiamos de tercio y fue Rogelio Alonso, Profesor Titular de Ciencias Políticas de la Universidad Rey Juan Carlos y con una dilatada experiencia académica acreditada, quien nos ofreció en una elaborada ponencia diferentes pautas para, desde los medios de comunicación, no hacer el papel de tontos útiles y bailarle el agua a los yihaterroristas, valga el término habitualmente utilizado por este escribano del limes. A través de numerosos ejemplos, el profesor Alonso se esforzó en su ponencia “Yihadismo y comunicación” por ofrecer una ponderada y didáctica exposición sobre las trampas de la propaganda yihadista, su “lógica” y sus embozados objetivos mediáticos, en los que a veces caemos, ilustrándonos sobre lo que podríamos llamar “información con modelos alternativos” que presentó con profusión.

Si las pésimas y torpes relaciones entre dos grandes estados del Magreb, Marruecos y Argelia, lastran la necesaria colaboración para luchar con éxito en la región (y fuera de ella) contra la hidra del terrorismo yihadista, en Oriente Medio las diferencias y profunda competencia entre Estados Unidos y la Federación Rusa complican, en grado sumo, la asunción de una estrategia coherente que estabilice la convulsa región. La cooperación interestatal se impone hoy más que nunca. Ya en una conferencia impartida en noviembre de 2001 en la Duma estatal de Moscú, poco después de los atentados del 11-S, el profesor Ulrich Beck, catedrático de la London School of Economics y director del Instituto de Sociología de la Universidad de Munich, lo señalaba acertadamente: si por un lado “El objetivo sería convertir el terrorismo en un crimen contra la humanidad punible en todo el mundo”, por otro lado para avanzar en la insoslayable lucha antiterrorista es necesario “En primer lugar (…) crear un fundamento legal internacional para el pacto contra el terrorismo, un régimen antiterrorista que regule tanto la evasión de impuestos como la extradición de criminales, las atribuciones de las fuerzas armadas, las competencias de los tribunales, etc. Solo por esta vía se hará frente de verdad a los desafíos a largo plazo que se produzcan en contextos histórica y políticamente cambiantes. En segundo lugar, sería necesario que la promesa de la alianza no se difundiera únicamente por medios militares, sino con una política del diálogo creíble, ante todo con el mundo islámico, pero también con otras culturas que vean amenazadas su dignidad a causa de la globalización (…) En tercer lugar, los peligros de la sociedad del riesgo mundial podrían transformarse en oportunidades para crear estructuras regionales de cooperación entre Estados multinacionales cosmopolitas” (Sobre el terrorismo y la guerra, págs. 58 y ss. Paidós Ibérica, Barcelona 2003).

¿Y Arabia Saudí….? Les seré sincero: el wahabismo hambalí exportado por Ryad, matriz del oscurantista salafismo rampante, supone una parte nada baladí del problema islamista que nos embarga (islamismo no es sinónimo de terrorismo, pero es la cuna del yihadismo) y, en lo que a Europa se refiere, apoyar o seguir permitiendo la expansión de la tenebrosa versión saudí del Islam es mantener la zorra en el gallinero. Y con Qatar más de lo mismo.

Haya salud. Visto.
 

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