Si visitáramos el anfiteatro romano de Mérida, el puente
romano de Alcántara, o, bien, el Acueducto de Segovia, o nos
hablaran del Derecho Romano, ¿no nos interrogaríamos, si no
lo supiéramos ya, sobre quiénes eran esos romanos, cuándo
llegaron y de dónde vinieron? Si hiciéramos una visita a la
catedral de Toledo y nos enseñaran los originales de la misa
en rito mozárabe, ¿acaso no pediríamos una explicación sobre
quiénes fueron aquellos a los que llamaban mozárabes? Si una
vez en Toledo, nos mostraran la Corona votiva del rey
visigodo Recesvinto, o si alguien hiciera mención a nuestro
lado de la Lex Gothica, código legal visigodo, promulgado
por el citado Recesvinto y completado por Ervigio, ¿no nos
interrogaríamos sobre quiénes eran esos visigodos y cómo
llegaron a Hispania y, concretamente, a Toledo, haciéndola
su capital? Si, por casualidad, pasáramos por Sevilla y
viéramos la Giralda, o, bien, fuéramos a Granada e
hiciéramos una visita a la Alhambra, ¿no nos gustaría saber
quiénes fueron sus constructores y cómo y cuándo llegaron a
Hispania? Todos esos pueblos, y otros, que pasaron por
Hispania dejaron su impronta, ya fuera material o
inmaterial, impronta que ha pasado a formar parte de la
tradición de nuestra comunidad cultural y de nuestra
identidad cultural y social. De todos ellos participa
nuestra identidad como pueblo. Nuestro depósito identitario
se ha ido rellenando al tiempo que han ido asentándose los
diversos pueblos que han pasado por la vieja Hispania. Como
el patrimonio inmaterial puede ser, ya lo advierte la
UNESCO, vulnerable a las fuerzas de la globalización, la
transformación social y la intolerancia, la citada UNESCO
alienta a las comunidades “para identificar, documentar,
proteger, promover y revitalizar ese patrimonio inmaterial”.
Nuestra ciudad, Ceuta, también conserva, cómo no, su
patrimonio cultural inmaterial, que, sin lugar a dudas, ha
moldeado nuestra propia identidad social y cultural. Si
fenicios, bizantinos, árabes, portugueses y castellanos se
establecieron en nuestra ciudad en algún momento de la
historia de Ceuta, obviamente, aparte del patrimonio
material, dejaron el llamado inmaterial. Sin embargo, no ya
celebrar, sino recordar la llegada-conquista portuguesa
levanta ampollas entre ciertos ceutíes. Es más, se quiere
hacer alusión al patrimonio inmaterial que los portugueses
dejaron en Ceuta sin hacer alusión a su llegada-conquista el
21 de agosto de 1415. ¿Cómo entonces dejaron un patrimonio?
So pena que se quiera celebrar el patrimonio inmaterial
dejado por los portugueses, pero sin hacer alusión a cuándo
llegaron, por qué llegaron y cuáles fueron las consecuencias
virtuosas de su llegada. Es como si quisiéramos explicar la
procedencia de la Alhambra sin hacer mención al reino nazarí
de Granada, que, por supuesto, su origen toma como punto de
partida la invasión de junio de 711, cuando se produjo el
primer desembarco de cierta consideración bajo el estandarte
verde del Islam en la Baja Andalucía. Habría sido estúpido
ocultar que ese hermoso monumento granadino fue construido
por los descendientes de aquellos bereberes y árabes que
cruzaron el Estrecho desde, precisamente, Ceuta, liderados
por Tarif Abu Zura ibn Malik. Sucede, pues, que también es
estúpido querer ocultar u omitir, y no recordar, que un 21
de agosto de 1415 Juan I de Portugal y sus hijos
desembarcaron en Ceuta y la conquistaron, poniendo en fuga a
su reyezuelo de entonces Zala Ben Zala.
Lo que sí parece cierto es que una gran mayoría de
ciudadanos ceutíes de confesión musulmana alegan que la
conquista fue una “matanza”, un “genocidio”, para negarse a
recordar-celebrar el 6º Centenario de la conquista de Ceuta
por el rey portugués. Como si pudiera haber sido de otra
manera, algo más cortés, por ejemplo. En realidad, la
verdadera objeción para no recordar el 6º Centenario por
parte de esos ciudadanos de confesión musulmana es que
respiran por la herida de la religión y de la etnia. Es más
poderosa la pertenencia a una religión o a una etnia
determinadas que la pertenencia a una nacionalidad, al país
en el que han nacido, que les ha transmitido valores
democráticos y les ha colocado en la parte del mundo a la
que africanos y asiáticos, de su misma religión, pierden el
pellejo por llegar a ella. Lo de “celebrar una matanza” es
una burda excusa, la realidad es que se sienten más
concernidos, a causa de su religión, con aquellos que
habitaban en la Ceuta de entonces que con esta sociedad
contemporánea, heredera, no se olvide, de la conquista
portuguesa. Hablamos de la Edad Media, no de ahora mismo. De
todo esto se podría inferir el error de interpretar los
hechos no como fenómeno histórico, sino como un suceso
inmediato, imputando las responsabilidades históricas como
si fueran políticas y sacadas del horno ayer mismo.
Tal vez haya que esconder en un cajón polvoriento ciertas
partes de la Historia de España para que no se sientan
heridos los musulmanes que han nacido o se están asentado en
nuestro país en esta época globalizada. A este respecto, no
es menos cierto que, aparte de la religión y de la etnia, la
globalización y el fenómeno de la inmigración llevan consigo
cierto, digamos, desarraigo. Es importante adscribir “el
valor identitario al patrimonio”, pero el citado fenómeno de
la inmigración –sobre todo si es de confesión islámica–
podría diluir ese valor, y en nuestra ciudad, con cerca de
un 40% de ciudadanos de confesión musulmana, cada grupo
identitario se adscribe consciente o inconscientemente a lo
que cada cual siente como patrimonio propio. Así, de igual
manera, siente extraño lo que otro grupo de ciudadanos
ceutíes considera patrimonio propio. Así, esos ciudadanos de
confesión musulmana se sienten ajenos al pasado histórico de
nuestra ciudad, al pasado que toma como punto de apoyo la
conquista portuguesa el 21 de agosto de 1415. Y si esa
conquista no se hubiera producido, Ceuta sería una ciudad
que en nada se diferenciaría de las ciudades de su entorno.
Una ciudad sumida en el tercermundismo, islamizada (auque va
camino de ello), integrada en una teocracia y en una
dictadura.
Podríamos decir que celebrar el 6º Centenario es recordar
que pertenecemos a una zona del mundo evolucionada,
desarrollada, con valores democráticos, cuyo punto de
partida fue la llegada de los portugueses, y ese sentido de
pertenencia a una sociedad democrática y a sus valores es el
patrimonio inmaterial cuyo origen, insisto, fue la
conquista, y celebrarla, como se merece, forma parte de
nuestro patrimonio inmaterial. En declaraciones del cónsul
general de Portugal para Andalucía y Ceuta y Melilla, de
visita en Ceuta, la fecha del 6º Centenario es “historia
universal”. “A partir de Ceuta comenzó la globalización, la
primera salida al mar, el descubrimiento de puntos
desconocidos, la apertura de nuevas rutas de navegación.
Supuso un conocimiento más amplio de nuestro mundo, la
creación de sociedades más plurales”. A este respecto,
cabría suponer que quienes se niegan a celebrar el 6º
Centenario acaso hayan hecho suyo el mantra de que las
tierras que fueron una vez del Islam, han de volver a ser
del Islam.
(PD/ Recuerde: faltan 8 semanas para celebrar el 6º
Centenario de la conquista de Ceuta por los portugueses: el
21 de agosto de 2015)
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