Que Ramadán no es precisamente “el
mes de la paz” (por mucho que millones de musulmanes, en su
ortopraxis diaria, recen por ella), la bélica historia del
Islam lo confirma. Y al decir “bélico” no quiero decir ni
mucho menos terrorismo yihadista, pero sí Yihad o Guerra
Santa en la tradicional acepción del término. En cuanto a la
tolerancia islámica, el mes de Ramadán se convierte en
paradigma de la misma: si bien el Islam ha ido desarrollando
toda una casuística al respecto arropada por la sharía o ley
islámica (en la Sunna, las cuatro corrientes jurídicas
marcan interesantes matices), al final todos los caminos van
a La Meca y pese a la excepcionalidad de algunas situaciones
(ancianos, niños hasta los 14 años, enfermos, mujeres en
menstruación o embarazadas, viajeros incluso... ), la
realidad es que la obligatoriedad del ayuno a nivel social
es la norma dominante. Y si bien en Europa en principio las
leyes protegen al ciudadano para que haga de su capa un
sayo, las cerradas sociedades musulmanas imponen puertas
adentro sus condiciones, en general sin contemplaciones. En
cuanto a los países musulmanes, España limita físicamente
con Marruecos en Ceuta y Melilla por lo que la observación
empírica es fácil, pobres de aquellos que osen ingerir agua
o alimentos fuera del horario preceptivo: además de poner su
vida en peligro por un eventual linchamiento de las masas
enfurecidas, si logran escapar a las iras de un populacho
fanatizado arriesgan acabar con sus huesos en la cárcel.
Existe ciertamente el famoso versículo coránico de “No cabe
coacción en religión” (Sura 2, aleya 256. “La Vaca”,
medinesa) pero por la ley de los abrogantes y los abrogados
me temo que está fuera de juego. Además de que el musulmán
está obligado a serlo, no es libre para cambiar de religión
y si lo hace es reo de muerte. Bello ejemplo de
“tolerancia”... Volviendo al Ramadán o mes de ayuno
obligatorio, afirmo en definitiva que ésta era la intención
del Profeta fundador del Islam, Mahoma (Mohamed): el
objetivo del ayuno de Ramadán sería, además de espiritual
ciertamente, de control social y con un fin eminentemente
político.
Veamos los orígenes del Ramadán, noveno mes del calendario
lunar musulmán o hegiriano (622) instaurado por el califa
Omar en el 638 de la Era Común (EC). Mahoma nació y creció
en la península Arábiga, una región de gran sincretismo
religioso en la que coexistían cultos paganos con otros
monoteístas representados por tribus judías y cristianas,
que conocían y practicaban la práctica del ayuno ritual. En
general, los habitantes de la península Arábiga consideraban
a cuatro meses del año sagrados, prohibiéndose durante los
mismos los conflictos de sangre y peregrinando al santuario
preislámico de La Meca. En cuanto al islam, en cierta medida
versión árabe del judaísmo y cristianismo, aun durante los
13 primeros años después de haber recibido Mahoma la
presunta revelación divina en La Meca, la práctica del ayuno
no era obligatoria. Es tras la huída (éxodo o hégira) a
Medina (Yatrib), coincidiendo precisamente con el ayuno
judío del Yom Kippur (Día del Perdón), cuando Mahoma se
inspira en el mismo y, dándole unas variantes, reflexiona
sobre la versión islámica a adoptar. Más aun: inicialmente,
los musulmanes oraban en dirección a... Jerusalén. Dos años
después de instalarse en Medina y con la instauración del
primer Estado islámico de la historia, Mahoma opta por el
mes de ayuno obligatorio de Ramadán, una forma de encuadrar
primero y disciplinar después a sus fieles seguidores. Claro
que como es tradicional en la estrategia islámica (en el
Corán mismo véanse las suras sobre el vino), las
obligaciones son progresivas: primero se sugiere, luego se
da un tiempo de reflexión y finalmente se impone... o se
ejecuta en los términos oportunos.
Otro detalle: el Ayuno, como Cuarto Pilar del Islam
ortodoxo, ha evolucionado también en sus formas de ruptura.
Si al principio el ayuno se rompía solo exactamente a la
hora exacta de la puesta de sol, la práctica evolucionó
progresivamente hasta llegar a la tradición actual: la
posibilidad de comer y beber, también de practicar el sexo
(al principio la abstención era total), no importa en qué
momento de la noche, hasta el amanecer.
Mi profundo respeto para los creyentes musulmanes que asumen
y viven libremente su Ramadán; mi conmiseración para los
débiles de espíritu que se ven obligados a cuidar las
formas. Y mi profundo desprecio para cualquier tipo de
imposición religiosa: nadie puede obligar a nadie a
abstenerse de comer o beber. Por lo menos en mi modelo de
sociedad, tolerante y libre pero no estúpido. Porque al
final... ya saben lo que nos viene encima: “Con vuestras
leyes os conquistaremos y con nuestro Islam os someteremos”.
Encorsetar a la sociedad y obligarla por imperativo
categórico a ciertos abusos religiosas, como el Ramadán
impuesto... es solo el principio.
Haya salud.
Visto.
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