El 90 por ciento de los docentes
de Ceuta dieron la espalda ayer a la convocatoria de la
Junta de Personal. El 90 por ciento de los docentes de Ceuta
ni se siente “ofendido” ni “humillado”, más bien todo lo
contrario, o aplaude la decisión adoptada por la Comisión de
Baremación de la Dirección Provincial del MECD o simplemente
piensa que los hechos carecen de la importancia otorgada por
la Junta de Personal. En este sentido, resulta una tarea
realmente compleja la de evaluar al docente. Pero debe
hacerse. De lo contrario, habrán docentes que lleven a cabo
malas prácticas en el aula durante años y años. Y ahí
estarán. Que es precisamente lo que Aróstegui quiere: estar.
Y es que el presidente de la Junta de Personal es
especialista en el uso de la locución exculpatoria. En lugar
de reconocer un error, una equivocación, un olvido, un
despiste o un fallo, siempre dirá con una contundencia y un
desparpajo admirables: “Es que…”. Tiene una rara habilidad
para cargar en las espaldas de los demás el peso de sus
fallos. Si te pisa dirán que no tenías que tener el pie
debajo en ese momento. Si le pisas dirá que tenías que haber
mirado previamente. Es perfecto. Nunca tienen la culpa de
nada. Todos somos culpables, salvo él.
La realidad es que tras el segundo día de protestas, la
Junta de Personal no ha ofrecido una justificación rigurosa
para avalar que el suspenso de cuatro directores constituya
una agresión al sistema educativo.
Criticar que los representantes de la Administración en la
comisión de evaluación pusieran en una escala de 1 a 10
puntuaciones inferiores a 2,5, mientras se aplaude con
fuerza que los representantes de los centros pusiesen un 10
al aspirante, es de un cinismo mayúsculo. Es muy cómodo y
fácil justificar lo que uno hace mal echando la culpa a
otro.
Afirmar que la Administración actúa así porque quiere a
directores afines a ellos, además de ser un argumento poco
serio, es una falta de respeto a todos aquellos que siguen
en su puesto de dirección y también a aquellos que
sustituirán a los suspendidos. ¿Acaso consideran que sus
compañeros tienen menos capacidad, preparación o valentía
que ellos?
Los argumentos de la Junta de Personal se sustentan en
motivos insuficientes y arbitrarios. Puede ser que resulten
creíbles para ellos, pero no para el que los recibe. Una
cosa es una justificación rigurosa y otra una excusa sin
consistencia.
Desgraciadamente esto no es nuevo en el campo de la
enseñanza, donde se practica con frecuencia la excusa: es
que los alumnos son vagos, torpes y están mal preparados, es
que la Administración es injusta, es que las familias son
desaprensivas, es que la sociedad es desastrosa ... Los
alumnos también lo practican con soltura: es que los
profesores son exigentes, es que me tienen manía, es que no
saben explicar, es que los libros son difíciles y es que el
Colegio o el Instituto son aburridos. Las familias suelen
apuntarse, como no podía ser menos, a esta reacción que
impide pensar, reconocer y actuar positivamente: es que los
profesores sólo piensan en las vacaciones, es que sólo se
preocupan de los que van bien, es que los chicos sólo
piensan en divertirse, es que la vida se ha puesto así…
Siempre una excusa interesada, detrás de la que se esconde
las verdaderas razones: la torpeza, la incompetencia, la
cobardía, el olvido, la dejadez o la maldad.
Aróstegui lleva tanto tiempo formulando excusas, que hasta
sus explicaciones verdaderas son tomadas por falsas. El
Director Provincial del Ministerio de Educación, Cecilio
Gómez, daba en el clavo: “Aróstegui suspende porque el profe
le tiene manía”. ¿Quién no ha pronunciado esta frase en su
vida? Creo que todos lo hemos hecho en un momento u otro de
nuestra niñez o adolescencia. El profesor se levanta con la
única finalidad de amargarte la vida, no tiene nada más
interesante que hacer, eres tan importante que eres el foco
y el centro de su vida. Lo que mismo que le ocurre a
Aróstegui con el MECD. Ridículo ¿verdad? Lo que ocurre es
que la cuestión es más preocupante cuando esta frase se
sigue pronunciando en la madurez.
Como decía La Rochefoucauld: “Es tan fácil engañarse a uno
mismo sin darse cuenta, como engañar a los demás sin que se
den cuenta”. No nos engañemos. No nos dejemos engañar.
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